PACO AGUADO
El arranque de la temporada taurina española ha traído más
noticias buenas que malas. O al menos indicios de que se está abriendo un
tiempo para la esperanza. Entre el pesimismo generalizado, entre los ataques
externos, entre la lentitud de reacción interna y el insustancial toreo
pirotécnico, varios hechos ayudan a pensar en que podemos estar acercándonos a
la salida del laberinto.
La primera buena nueva es la del público, que parece que
este año está volviendo a los tendidos tal y como se ha podido comprobar en los
sensibles incrementos de asistencia a las primeras ferias –sobre todo los días
de gala–, a varias de las corridas sueltas que han servido de aperitivo en
marzo, como la de Illescas, y a las dos novilladas con que se ha abierto la era
de Simón Casas en Las Ventas.
Quizá haya sido precisamente en los tendidos madrileños
donde se haya producido la mejor noticia de esta índole, pues ambas tardes se
ha superado con creces el tercio de entrada –más de 8 mil espectadores en la
primera y más de 10 mil en la segunda–, que dejan en un mal sueño aquel
"cuarto de aforo" tan tristemente habitual en los últimos años, que
no era sino una falsa fórmula para ocultar que, fuera de abono, no pasaban por
taquilla más de mil 500 guiris y tres o cuatro centenares de paisanos.
Por muchas invitaciones que la nueva empresa Plaza 1 haya
repartido para incentivar la asistencia –lo que en todo caso se antoja una
medida digna de elogio y que se iba haciendo necesaria–, ha sido reconfortante
no ver tanto granito al aire, sino cubierto especialmente de un público joven y
receptivo, durante estas dos novilladas que hacen prever una temporada de
ambiente más "alegre" y menos decadente.
Pero lo mejor del caso es que, también en Madrid, se han
producido buenas noticias en la arena, más allá de los trofeos o de los duros
percances de Pablo Aguado y García Navarrete.
Sobre todo porque el contenido de ambos festejos ha marcado
un claro y necesario cambio de tendencia estilística en los noveles. Porque el
hecho más notable, el denominador común, es que las mejores faenas de estas dos
novilladas, tanto la premiada de Diego Carretero como la rotunda, pero no
rematada con la espada, de Ángel Sánchez, han tenido el sello del toreo más
clásico, del más simple y complejo, del menos efectista pero más hondo.
Ni uno ni otro recurrieron a lo fácil, porque no pegaron un
solo circula, ni necesitaron de pases por la espalda ni demás artificios en
boga. Y fue así, de tan sobria manera, como no solo consiguieron triunfar sino
que provocaron esos olés monumentales típicos y únicos de Las Ventas, donde, de
vez en vez, entre el bullicio y la protesta, el eco del buen toreo se abre paso
como una apisonadora.
Exactamente eso es lo que despertaron ambos trasteos, el del
sincero aspirante de Hellín con la más que manejable novillada de Fuente Ymbro
y el de un novillero inconfundiblemente madrileño con el mejor utrero del dispar encierro santacolomeño,
"cantando" ambos por el mismo palo: el del cite sincero, el de las
plantas asentadas, el del muletazo templado y completo, llevando toreados a los
novillos de principio a fin y con naturalidad, acompasándose con la cintura,
ligando con entrega y no empalmando los pases desde la pala del pitón… y
adornándose con ayudados por bajo muy hondos o con remates inspirados y
toreros, ajenos al fácil y espectacular tremendismo.
Quizá dos buenas faenas aisladas sean poco indicio para
pensar que algo se puede estar moviendo en el toreo español, para intuir que,
como dicen ahora, esté llegando un cambio de tendencias y nos encontremos con
una vuelta a los orígenes, al camino cierto del toreo eterno y clásico que
llevará siempre más lejos en el tiempo que los intrascendentes desvíos
artísticos por los que hasta ahora transitamos.
Puede que sí, que aún no haya que empezar a descorchar las
botellas para el brindis porque queda mucho por hacer y por cambiar. Pero lo
cierto es que necesitamos noticias como estas para seguir ilusionándonos, para
recobrar fuerzas, para remover nuestra maltratada pasión y dejar de lado el obligado
negativismo.
Y más ahora en que el gobierno español está empezando a
tratar al toreo como el arte que es, incluyéndolo en la bajada del IVA
cultural, con toda naturalidad y sin los complejos que atenazan a la desnortada
izquierda que nos persigue y que se alía a la cruzada aberrante del animalismo.
Otra de las buenas noticias de este tiempo de esperanza.
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