JAVIER
LÓPEZ
Tres ovaciones, una para cada actuante, fue lo
poco que dio de sí el festejo de hoy en Las Ventas, un tarde insulsa y de poco
contenido, en la que falló la novillada de San Martín, y en la que los
actuantes tampoco anduvieron muy allá.
Una tarde aciaga se mire por donde se mire. Se
juntaron todas las premisas para que el espectáculo quedara en el disparadero.
El hambre con las ganas de comer, que dice el refranero. Porque a los
"santacolomas" de San Martín, muy en el límite de todo, les faltaron
codicia, transmisión e, incluso, vida en algunos casos.
Pero a los novilleros tampoco se les vio muy allá
que digamos, unos, como el caso de Fernández, porque le faltó convicción para
redondear dos faenas de bellos chispazos; otros, como Abel Robles, porque se le
nota el muy poco bagaje profesional que atesora; y el tercero, Diego Carretero,
porque no tuvo opción con el lote menos apto en conjunto.
Volvía a Madrid al cabo a tres años Diego
Fernández, al que desde hace muy poco dirige un profesional como la copa de un
pino como Jesús Pérez "El Madrileño", que debuta así en el campo del
apoderamiento.
El palentino, aunque afincado en la capital,
sorteó en primer lugar un novillo frenadito de salida, que parecía dormirse en
los embroques y al que había que esperar mucho, tirar de él con suavidad y
dejarse la muleta siempre puesta. Ese era el secreto para extraer el buen fondo
que tenía guardado el animal.
A Fernández le costó descifrar el algoritmo, pero
así y todo, de mitad de faena en adelante, logró un ramillete de naturales
sueltos, de uno en uno, de exquisita y lentísima interpretación, alguno de
ellos, incluso, sublime por bello y encajado. Pero el conjunto supo a poco.
Faltó armazón.
En el cuarto ocurrió algo parecido, con la
salvedad de que este utrero tuvo mucho menos fondo. Fernández dejó retazos del
elegante y plástico concepto que atesora, lo bien que compone la figura, sobre
todo en los embroques, dentro de otra faena de fogonazos aislados, sin redondez
y mal finiquitada con los aceros.
El debutante Abel Robles no se entendió con su
primero, novillo que, pese a no descolgar lo suficiente, sirvió mucho para la
muleta, pero el joven catalán, ya está dicho, no se acopló en una labor
demasiado periférica y "al hilo", y en la que también pasó alguna que
otra fatiga cuando decidió acortar distancias.
Y más de lo mismo con el noble y dócil quinto, al
que pasó por los dos pitones con poquito ajuste y menos acierto en los toques,
lo que propició que aquello saliera deslavazado, sin ninguna estructura. Hubo
voluntad, sí, mucha disposición, también, pero prácticamente nada en lo
artístico.
El primero de Diego Carretero tuvo su
"guasa", un novillo muy agarrado al piso, al que le costaba
arrancarse, pero que cuando se venía lo hacía dormidito, sin entregarse en las
telas y quedándose también corto. Menos mal que tampoco tuvo fuerzas para
desarrollar tan malas ideas. Faena discreta del manchego, que puso voluntad
pero sin lograr nada del otro mundo.
En el deslucido sexto, Carretero dejó, al menos,
una tanda final sobre la zurda de mucho sabor, insuficiente para remontar una
tarde que llegó a su ocaso como otras muchas en esta plaza. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Novillos de San Martín, bien presentados, muy en el límite de todo y de juego
desigual. Con calidad, el frenadito primero; el segundo sirvió aún sin acabar
de humillar; flojo y con guasa, el tercero; apagado y de cortas embestidas, el
cuarto; dócil y con poca transmisión, el quinto; y deslucido el sexto.
Diego
Fernández, de verde esperanza y
oro: estocada baja y delantera (ovación); y casi entera trasera y atravesada, y
ocho descabellos (silencio tras aviso).
Abel
Robles, de rosa y oro: pinchazo,
y estocada delantera y tendida (silencio); y pinchazo, casi entera trasera y
atravesada, y descabello (ovación tras aviso).
Diego
Carretero, de grana y oro:
estocada (silencio); y estocada trasera y tendida (ovación).
La plaza registró menos de un cuarto de
entrada en tarde agradable.
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