jueves, 28 de septiembre de 2017

FERIA DE OTOÑO 2017 - Adolfo Martín: "Si no me diera miedo lidiar en un cartel de tanta expectación, sería un insensato"

El ganadero, convertido en un clásico del otoño venteño, habla de la corrida reseñada para el esperado mano a mano entre Ferrera y Ureña y analiza algunos de los males que aqueja la cabaña brava actual. 
 
MARÍA VALLEJO
Diario EL MUNDO de Madrid

Ya deambula el aficionado venteño por los alrededores del coso desde tempranas horas de la mañana y se oye hablar de toros en las tabernas de la calle Alcalá. Se barrunta en el ambiente que Madrid vuelve a convertirse este miércoles en la capital mundial del toreo. La Monumental se reputa lista para acaparar todas las miradas taurófilas durante sus cinco días ininterrumpidos de tauromaquia otoñal. Meticulosamente confeccionados con un denominador ganadero común: la procedencia Parladé. Que da origen al 80% de los toros anunciados con una solitaria excepción: los albaserradas de Adolfo Martín como ruptura con el monoencaste y broche de oro al ciclo.

La divisa extremeña se anuncia en la última y más esperada corrida del serial de Simón Casas. El duelo entre Antonio Ferrera y Paco Ureña ha hecho las delicias del aficionado de Madrid y colocado un añadido a la responsabilidad propia de lidiar en la plaza más importante del orbe taurino: "Tengo esperanza en los toros del domingo, pero siento una gran preocupación. La apuesta es muy fuerte. Se trata de un cartel de expectación máxima, con todos los ingredientes para ser un acontecimiento: el mano a mano entre dos toreros que están en un momento excepcional, una ganadería con interés y el cierre de la Feria de Otoño.

Si no tuviera miedo, sería un insensato", confiesa Adolfo Martín, convertido ya en un clásico de los otoños de Las Ventas: "Llevamos varios años cerrando esta feria con resultados notables. La ganadería tiene buen nombre en Madrid, es un encaste muy predilecto de la afición y genera expectación, que es lo más importante", afirma el ganadero.

Que quizá, más que un imprescindible otoñal, sea parte de la esencia misma del coso de la callé Alcalá: "Me siento ganadero de Madrid porque, ante todo, he sido aficionado de Las Ventas toda mi vida. Llevo lidiando en Madrid desde el año 68, en el que debuté junto a mi tío a nombre de Victorino. Y, de forma independiente, a partir del 98. Tengo tres toros de vuelta al ruedo, tres premios al toro más bravo de San Isidro y varios a la corrida más completa. Adolfo lleva gente a la plaza y para mí es una satisfacción. Esperemos que esto dure siempre".

Entre tanto, Adolfo encara su desvelo venteño con "una corrida muy seria. Hay cinqueños y cuatreños. Todos están en tipo, pero no van toros muy pesados. Tenemos que romper el tópico de la maldita báscula", subraya, con cierta indignación por el mal que causa a la Fiesta la errónea y común equiparación del trapío con los kilos: "El peso no puede mediatizar la opinión de las autoridades y del aficionado. Un toro de 460 kilos puede ser un tío con un trapío impresionante, pero en cuanto ven la tablilla, enseguida oyes el clásico 'Bah, será un choto'. Como aficionado la palabra 'volumen' me molesta. Además, a medida que el toro es más fino y más bajo, embiste mejor", dice el ganadero.

Y hablando de embestidas, se desempolvan solas en el recuerdo las de Murciano. Aquel toro de Adolfo que desnudó el alma de Paco Ureña dos años atrás. El llanto del torero, roto bajo el ole erizante de Madrid, y el pitón izquierdo de Murciano, que humilló con asaltillado temple, prologaron naturales con ecos de eternidad. La pureza enfrontilada y el milagro de la casta rindieron Madrid. La espada errante clavada en hueso cerró de un portazo sordo la Puerta Grande. No así el pase de la obra a la posteridad.

"En una sociedad tan material, el aficionado a los toros vive de romanticismo. De la ilusión que seis naturales pueden dejarte durante años. Por eso, las faenas históricas son imborrables más allá de las orejas", dice Adolfo Martín al recordar cómo rugían los tendidos de Las Ventas aquella tarde, en la que sintió "la satisfacción del trabajo bien hecho".

Este domingo, Adolfo Martín anhela volver a echar "ese toro que tanto la afición como los toreros esperan". Sin embargo, dice el ganadero, "en el toreo dos y dos nunca son cuatro. A veces pones toda la ilusión en una corrida y en la plaza no embiste. No puedes analizar al toro hasta que no sale al ruedo. Eso es lo bonito, que todo es imprevisible", subraya quien ha dedicado toda una vida a la búsqueda incesante de la casta -"un poco abandonada en los últimos tiempos", dice- como puntal fundamental de su divisa.

Hoy enmarcada dentro de las mal llamadas ganaderías toristas. "La palabra 'torismo' es una tontería", se revela Adolfo Martín al escuchar el término. Quizá a consecuencia del escozor que supone para un hombre que cambió los dientes de leche sobre la piedra del tendido ver cómo la Fiesta de los toros se adentra en una espiral de monocromatismo. "El término ha nacido de la necesidad de buscar un toro distinto al de todos los días. Con sus distintas ramas, prácticamente todo lo que se lidia en la temporada es de encaste Parladé. Los mismos carteles se repiten feria tras feria. Y toda esa previsibilidad termina por aburrir".

En la búsqueda de causas, la figuras salen a la palestra -sólo Castella y Enrique Ponce han lidiado adolfos esta temporada-. "El de Parladé suele ser un toro noble, pero en otros encastes sale el toro malo, y las figuras no lo quieren ni ver. Primero, porque les hace pasar un mal rato. Y segundo, porque el gran público no entiende que a ese toro no se le pueden pegar naturales. Hay que doblarse con él, poderlo, machetearlo y matarlo por arriba.

Si ese esfuerzo no es valorado, ¿para qué van a pasar por el mal trago?", dice el ganadero que, aunque no busca en su selección ese tipo de toro -"ya sale él solo por generación espontánea", apunta-, se confiesa contrario al animal que "no aprende aunque le estén toreando media hora. El toro que dura y dura y dura es un toro tonto", sentencia.

Bajo el acicate doliente de la "falta de rigor actual", Adolfo Martín se anima a recalcar lo nocivo del sentimiento perdona-vidas que hoy se extiende de plaza en plaza: "Es crear algo ficticio. Me gustó el gesto de mi primo en Logroño [por el pasado sábado] al pedir la muerte del toro. Otros ganaderos, en cambio, dejan que les indulten un manso de libro para luego venderlo como un triunfo. El semental que viene de un indulto es muy bueno para la selección, porque ha pasado por el estrés de la corrida y ha sido probado en todos los tercios. Pero si no se quiere como semental, hay que dejar al toro morir en la plaza y darle categoría".

"Quizá sea un aficionado chapado a la antigua, pero es lo que me gusta y es con lo que me voy a morir", concluye Adolfo Martín como antesala del silencio. Mientras aún reverbera en ambiente la cátedra recién sentada por la seria voz de un hombre que ha entregado su vida a rendir pleitesía a la grandeza del toro bravo, concebido desde la más íntegra visión.

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