El Juli se inventa una faena para lograr la
única oreja de la corrida mixta en la lidia a pie; Roca Rey, negado con la
espada; Diego Ventura pierde la puerta grande con el acero.
ZABALA DE LA
SERNA
@zabaladelaserna
Albacete
Otro lleno en la octava tarde de la Feria de
Albacete confirmaba su salud de hierro. La salud de las plazas, como la tierra,
para quien se la trabaja. La sustitución de Morante por Roca Rey apuntaló el
infalible imán de El Juli. La fórmula de la corrida mixta con Diego Ventura
como ariete funciona desde hace años en la capital manchega.
En la feria de todo septiembre donde más respeto
impone el toro, un estratosférico ejemplar de El Vellosino rompió el techo y
todos los récords. Un aparato de 647 kilos, badanudo como un rompehielos,
ensillado cual montaña rusa, el Col de
Tourmalet. Coronado por una testa engatillada, estrecha de sienes y altiva.
Dotado de cuello para descolgar, si no hubiera pesado todo lo demás. El
morrillo como una pelota de playa, la cuesta arriba de su morfología y
especialmente la falta de voluntad. Para humillar y para viajar. Ni por la
inercia del galope de salida. El torazo ya se quedó por debajo en la revolera
de broche de El Juli. El capote perdido en el trance. Un puyazo y otro
imprevisto a tercio cambiado. La cuadrilla pasó un trago para cumplir con los
cuatro palos en lo alto de la bestia, que parecía decirles "venid a mí" con su espera. Gazapón, caminador, agazapado
en su poder escondido, midiendo y derrotando por los cielos. Y sin pasar. Juli
no daba con la tecla de un piano de cola sin teclas. No las había. Cuando
enganchó la muleta por la izquierda, le estiró el brazo a la altura de un ala pivot
de los Lakers. Deslucido el desarme, el estrellón contra la montaña, en
definitiva. La conquista de la media estocada puso al gigante en condición de
descabellar. Un último arreón dejó en la frente de Álvaro Montes la señal de la
cruz. Una brecha que se intuyó por hilillo de sangre al incorporarse. El golpe
de verduguillo puso fin al quinario.
Pese a sus 585 kilos y su hondura, el segundo lucía
como el hijo pequeño de la brutal mole. Enseñaba las puntas en su cara abierta.
Tampoco le dio por desplazarse. Tan sólo en las verónicas de la salutación.
Cobró un puyazo en la querencia que siempre le tentó y otro en la contra. La
faena de Roca Rey se convirtió en un trabado trabajo. Por hilvanar, ya que se
hacía imposible ligar. Perdía pasos el peruano, concedía sitio, esperaba... El
toro reponedor no despegó nunca. Y la extensa y densa obra tampoco. A últimas
ya quería rajarse el vellosino. Un aviso antes de matar. La espada fallona
prorrogó el tenaz empeño.
El temario completo de ingeniería de puertos y
caminos explicó El Juli con el cuajado quinto de astifina y recogida cara.
Alturas, tiempos, distancias, terrenos y elevadas dosis de suavidad mezcló en
la probeta. Complicada la ecuación por cuanto gazapeaba el noble toro; su
contado poder tampoco admitía la obligación. Ni su limitada capacidad de
humillar. Tacto para afianzarlo y hacerlo con ciencia y paciencia. Expresivas
al natural. Como coda, los circulares invertidos para el populacho. Lo sabroso
venía de antes. Un pinchazo y media estocada desembocaron en una oreja.
Otra montaña representaba el aleonado sexto. Otra
cordillera vacía y gazapona de nula humillación. ¡Los kilómetros que caminaron
este viernes los bueyes de El Vellosino! El Camino del Rocío entero. Ni celo ni
empleo. Imposible el lucimiento para Roca Rey, estrepitosamente negado con el
acero.
Ventura cabalgó a placer ante un toro huesudo y
templado desde que apareció. Los hierros de castigo hilvanaron la piel y a lo
mejor ni falta hacían. Sobre Sueño
prendió el tranco y la embestida a dos pistas. Como también a lomos de Nazarí. Del perfil a clavar de frente.
El notable tono y el vistoso broche de las cortas al violín con Remate se perdieron en un solo pinchazo.
El trofeo caería con otro buen representante de
Guiomar. Nazarí compartió esta vez el
estrellato con Fino y sus piruetas.
El arriesgado ejercicio de quitarle la cabezada a Dólar y clavar a dos manos, que algunos leen en clave circense,
transpiraba la alta doma de Ventura. La colocación contraria del rejón de
muerte necesitó del descabello. Quizá por ello la presidencia no cedió a la
petición de la puerta grande.
El experimento de El Vellosino frustró el
espectáculo. Y partió la impresionante racha de toros bravos. En feria de tan
sana de salud, los experimentos, mejor con gaseosa.
EL
VELLOSINO | Ventura, El Juli y Roca Rey
Plaza
de Albacete. Viernes, 16 de septiembre de 2017. Octava de feria. Lleno.
Toros
de Guiomar de Moura para rejones (1º
y 4º, buenos) y de El Vellosino para
la lidia a pie, serios, cuajados, muy grandes; gazapones, caminadores y sin
humillar, vacíos de bravura.
Diego Ventura, pinchazo y rejón contrario (petición y saludos). En el cuarto, rejón
contrario y descabellos (oreja y petición).
El Juli, de sangre de toro y oro. Media estocada y descabello (silencio). En
el quinto, pinchazo y media estocada. Aviso (oreja).
Roca Rey, de pizarra y oro. Pinchazo, estocada contraria y atravesada que
escupe, pinchazo y estocada. Aviso (silencio). En el sexto, seis pinchazos y
cuatro descabellos. Aviso (silencio).
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