El
torero murciano, convertido en la base del ciclo venteño tras cubrir este
viernes la baja de su compañero, habla su fuerte apuesta por Madrid y recuerda
la tarde en la que acarició la Puerta Grande de Las Ventas con el gran
'Murciano', de Adolfo Martín.
MARÍA
VALLEJO
A las siete y media de la tarde del pasado jueves
saltaban las alarmas en el planeta taurino. Antonio Ferrera, que luchaba a
contrarreloj para dejar atrás la cornada sufrida el pasado 14 de septiembre en
Albacete y llegar recuperado a la Feria de Otoño -sustentada en su doble
comparecencia- se caía definitivamente del ciclo.
El timón de mando del serial, por momentos a la
deriva, se lo entregó Simón Casas a Paco Ureña. Al cubrir la primera mella que
dejaba su compañero, el murciano -que el próximo domingo afrontaría un mano a
mano con Ferrera en el cartel estrella de la Feria- se ha convertido en el
único torero que paseará dos veces el ruedo de Las Ventas este otoño. Y,
seguidamente, en el nuevo cimento del serial simonesco.
"El viernes tengo la oportunidad de vestirme
de torero en una de las plazas que me dan la vida. Es algo que hace justicia a
mi temporada", decía Paco Ureña a EL MUNDO horas después de hacerse
pública la sustitución.
Con los toros de Núñez del Cuvillo -y en compañía
de Castella y Luis David Adame-, comienza este viernes la puja de Ureña por su
Madrid: "Me siento feliz, tranquilo y con ganas de que llegue la hora de
hacer el paseíllo. Me entristece haber entrado en el cartel para sustituir a un
compañero, pero matar una corrida con la que tendré posibilidades de expresarme
es muy importante para mí. Creo que me lo he ganado día tras día y que no es
una casualidad", subraya Ureña.
Aunque la mente del torero, ya en capilla,
"está puesta en el viernes", el domingo afrontará su compromiso
originario con Madrid: el mano a mano con Juan Bautista -que sustituye a
Ferrera- y toros de Adolfo Martín. "Es una apuesta difícil, en la que voy
a matar una corrida complicada para demostrar que no he querido quedarme fuera
de una feria tan importante", dice el murciano, que encara el duelo ajeno
a cualquier tipo de rivalidad: "Siento un profundo respeto por todos los
que se visten de luces, pero jamás rivalizo con mis compañeros. Lo único que me
obsesiona es ser mejor torero cada tarde y, el día que eso cambie, Paco Ureña
dejará de ser Paco Ureña".
La cita del domingo evoca un pasaje glorioso. Un
idilio entre murcianos que todavía dos años después estremece a la afición de
Madrid. La combinación Ureña-Adolfo abre una ventana a aquellos naturales de
pecho ofrecido y vertical impertérrita en los que el lorquino embarcó la
soberbia embestida de Murciano.
Mientras la Puerta Grande, tapiada con la espada,
quería caerse a pedazos cada vez que Ureña hacía morir aquel hondo viaje en el
envés de su cadera. "Lo que ocurrió aquella tarde fue casi un milagro. En
un momento como el actual, en el que quieren basar el toreo en números, logré
crear una obra que, sin trofeos, se recordará durante años. El alma y la pureza
de esa faena me hacen recordar muchos sentimientos bonitos que espero volver a
sentir el domingo", confiesa Paco Ureña.
El diestro lanzará este otoño dos monedas al cielo
de Madrid. En tardes separadas por 48 horas. Con divisas dispares y compañeros
distintos. Pero arrojadas con un mismo anhelo: "Sueño con ser libre. Con
tener la capacidad de abandonar mi cuerpo y entregárselo al animal que me da la
vida sin pensar en nada más. Lo que surja será una consecuencia de esa
entrega", sentencia Ureña. Que así sea. / Diario EL MUNDO
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