Y una
estocada memorable para tumbar sin puntilla a uno de los toros de nota con los
que se estrenaba El Juli como ganadero en Francia. *** Se pide la vuelta para
el segundo de la corrida. *** A sangre y
fuego Ureña con un quinto de gran aspereza. *** Se rajan los dos del lote de
Roca Rey.
BARQUERITO
EL TORO CON EL QUE El Juli se estrenó como
ganadero en plazas francesas se llamaba «Malhechor», negro zaino, enmorrillado,
engatillado, poderoso cuello, buenas hechuras y bueno el tranco de salida.
Suelto, se fue solo al caballo como si la zona marcada en Bayona para picar
fuera su querencia. La cara arriba, protestó en el primer puyazo. Del segundo
se escupió. Juan Bautista se había limitado a lidiar, y más empeñoso de lo que
es en él habitual, y Paco Ureña quitó por gaoneras, tres, que remató con larga
enganchada. Mutación del toro, que se avisó en banderillas y, después de una
tanda inicial de doblones, respondió con brusquedad. Tal vez le faltara un
puyazo. Pero llevaba la boca abierta. Se puso mirón, se acostó por las dos
manos y pegó cabezazos secos sin meter los riñones. Juan Bautista trató de
ajustarlo en los medios en dos tandas. Nada que rascar con tanta aspereza. Y el
don de la brevedad. Fin de faena y una estocada caída.
Al primer tapón, zurrapas. De El Freixo, nombre de
finca, la de El Juli en Olivenza, se habían jugado en esta tierra erales y
utreros de excelente nota. El cuatreño inaugural, no tanto. Pero la corrida
cambió de signo enseguida. De signo y color, porque el segundo, sardo, estrecho
y largo, vareado y badanudo, fue en varas bravo sin mácula. Acudió de largo al
caballo y peleó con tanta fijeza como ganas. De largo vino al segundo puyazo y
galopando con particular alegría. La pelea fue la misma. Cambiado el tercio,
todavía estuvo pendiente el toro del caballo y listo para hacer por él. Si no
es por toques a punta de capote, y a todos atendía con gesto y mirada, habría
vuelto a galopar y a pelear. Salió a quitar Roca Rey, y en el remate de una
chicuelina, con el picador en la puerta de cuadras y cuadrillas, el toro volvió
a hacer el último amago de arrancarse.
También en ese lance se revolvió por la mano
izquierda. Ese iba a ser el único debe de la cuenta. Por la mano derecha
embistió por derecho y humillado, en viajes largos, de ritmo muy regular y
repeticiones prontas. Ureña abrió faena a pies juntos en tanda algo teatral, no
terminó de ajustarse en dos tandas en redondo y al ponerse por la izquierda
sufrió una cogida tremenda. El toro lo encampanó, lo tuvo entre pitones, se lo
echó al cuello y lo soltó de voltereta brutal. La impresión fue terrible. Ureña
salió desencajado de la paliza, la taleguilla verde oliva tintada de sangre del
toro.
Y una reacción conmovedora: vuelta a la cara del
toro, un péndulo, cites talonados y frontales con barrigazos aparatosos, un
desplante de esa guisa. Un pinchazo, una estocada desprendida al encuentro,
rueda de peones y una lentísima agonía del toro, que tardó en doblar más de un
minuto y fue apuntillado antes de llegar a echarse del todo. Ureña, inerme,
plantado frente al toro medio muerto, le estuvo tocando las palmas. El público,
según uso de plazas francesas, acompañó la larga agonía con un coro de palmas
de ganso. Se pidió la vuelta para el toro. Se lo pensó el palco lo indecible.
La ovación en el arrastre fue de gala.
El contraste entre esos dos toros tan diferentes
iba a tener segunda parte. Dos toros negros más, los dos últimos, y dos rubios,
un tercero castaño engatillado como el primero, y un cuarto colorado y
calcetero, alto de agujas, el más astifino de los seis, recogido o apuntado de
cuerna pero no brocho. Los cuatro hicieron de todo un poco o un mucho, pero no
todo bueno. El tercero, de muchos pies, sacó calidades mayores de salida –bello
saludo de Roca Rey por mandiles-pero después de docena y media de viajes se
soltó y acabó rajado. Cuando Roca trató de llevarle la contraria, punteó
defendiéndose.
Juan Bautista recibió al cuarto con tres lances de
rodillas en tablas y, en los medios, tres verónicas muy despaciosas. Tendría
noticia de que el toro era de nota. Lo fue. Galleo de frente por detrás para
una primera vara muy medida, un intento de quite de Juan Bautista por
crinolinas que el toro no consintió, un segundo puyazo metiendo los riñones, un
desafortunado quite de Ureña y una exquisita faena del torero de Arles que
rompió desde el primer muletazo, y la primera tanda ligada sin duelo, y fue de
ritmo impecable. En la distancia primero, no tan lejos luego y al final
bastante encima y en corto, porque el toro hizo gesto de rajarse. Juan Bautista
lo mantuvo en las rayas. A la hora de la igualada, pareció afligir el toro, y
Juan Bautista esperó. Solo hasta que vio que el toro se volvía a estirar, y
entonces lo citó a recibir dándole adentros y enterró por el hoyo de las agujas
una estocada memorable. El toro tardó en rodar sin puntilla apenas diez
segundos. Se vino abajo la plaza. Juan Bautista fue devolviendo una por una las
muchas prendas que le arrojaban desde los tendidos, donde se vivió ese final
como una fiesta.
El quinto hizo lo que ningún otro: echar las manos
por delante, escarbar antes de ir al caballo, arrear en varas pero sin
emplearse –desmontó al infalible Pedro Iturralde-, se dolió de varas y en
banderillas, cortó y, listo, no paró de roncar. Probón, la cara entre las
manos, escarbaduras ya en zona de raje, medios viajes descompuestos en las
tablas, adonde se había ido y donde Ureña se peleó en un tragantón a sangre y
fuego, ni un muletazo limpio ni rematado, pero un chorro de emoción porque se
estuvo mascando la cogida en cada trance y la gente se asustó. Un aviso antes
de la igualada, un pinchazo y, soltando engaño, una estocada sin puntilla. Y,
al cabo, un sexto toro que se llevó de Roca Rey suave trato ligero y compuesto
–una hermosa apertura de faena por estatuarios- pero que quiso tomar el camino
de las tablas antes de tiempo. Y lo tomó.
Postdata
para los íntimos.- El jueves dormí en un barrio de Irún que es a su vez
un barrio de otro barrio, el de Ventas. En Ventas hay dos estaciones de
ferrocarril paralelas y casi juntas. Las dos llevan a Irún. La de los
ferrocarriles vascos, a Hendaya. El barrio de las afueras de Ventas se llama
Urdanibia. Entre un dédalo de carreteras -autopistas, regionales y vías de
cruce- hay un hotel que parece un palacio inglés como los de los clubs de golf.
Pero sin campo de golf. Hay uno, pero en otro barrio. Y al otro lado de las
carreteras. En el palacio paran muchos conductores de camionetas y camiones,
que se acuestan pronto y madrugan mucho. Hablan por teléfono antes y después de
dormir. Desde uno de las balcones de la tercera planta del palacio se divisan
las lomas y la cumbre del Jaizkíbel. Dormí en una cama inmensa y me bañé en una
bañera todavía mayor, y ya no distinguía entre cama y bañera. Como un ángel
dormí. El viernes como un príncipe en Fuenterrabía, en la calle de SAn Pedro,
en el Uralde, que tiene nueva dirección pero todavía más calidad. Como la
Hermandad está siempre llena, reenvían a la gente de su estima a este Uralde,
que llevan un cocinero y una camarera, pero el cocinero es un talento. Sopa de
pescado de cinco tenedores, una merluza in-su-pe-rable. Y postre, Por poco más
de treinta euros lo haces. Y un chupito de licor de café. Invita la casa.
Fuenterrabía está muy cuidada y limpia. Hay, eso
sí, visitas guiadas. ¡Socorro, socorro!
En los vaporcitos franceses se hace la travesia
del Bidasoa hasta el puerto deportivo de Hendaya. Hendaya ha crecido muchisimo.
Qué gusto el paseo del puerto con olor de mar y gasolinas. La plaza mayor está
como una patena. La estación, en decadencia, como los ferrocarriles franceses
en general.
Tomé ayer por la mañana el Ter de Hendaya a Dax.
Las cretonas de lo asientos están raidas. Vagones de hace setenta años. A mí me
encantan, pero. El precio, político. En cuarenta minutos te plantas en Saint
Esprit, donde empezaron en serio los toros hace 175 años o así. Saint Esprit es
el barrio judío de Bayona. En Bayona hay cuatro barrios. La Grande, la Pequeña,
la Nueva y el Espíritu Santo.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado, 2 de septiembre de 2017. Bayona. 2ª
de la Feria del Atlántico. Soleado, templado. 7.500 almas. Dos horas y
veinticinco minutos de festejo.
Seis toros de El Freixo (Julián López Escobar).
Juan
Bautista, silencio y dos orejas.
Paco
Ureña, una oreja y dos orejas
tras un aviso.
Roca
Rey, saludos tras aviso en los
dos.
Picaron muy bien Vicente González y Alberto
Sandoval a segundo y cuarto, los dos toros de mejor nota en varas.
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