El
extremeño cortó cuatro orejas en una tarde que ambos diestros llenaron de
personalidad, clase y profundidad.
IÑIGO
CRESPO
Melilla
Melilla fue un hervidero de españolidad y de
euforia por la tauromaquia. El festejo anual que acoge la Mezquita del Toreo se
convirtió en una reivindicación del arte de torear como símbolo y orgullo
patrio del pueblo de Melilla, una ciudad que vibró con el toreo y que acogió
visitantes de todos los rincones del mundo taurino. Desde dos días antes se
vieron por la ciudad aficionados llegados de muchos puntos que no quisieron
perderse uno de los carteles del año, de los más deseados por los aficionados
selectos.
Una gigantesca inscripción se podía leer en el
centro del ruedo de La Mezquita antes de empezar la corrida: «Melilla, 520 años
juntos. ¡Viva España!». Emociones respiradas en una plaza preñada de banderas
rojigualdas. En la arena, una corrida de Manuel Blázquez defendida por el porte
y la maestría de los dos artistas. Mucho más toreros que toro hubo sobre el
ruedo de La Mezquita.
Juan Mora encandiló toreando con sutiles toques al
endeble primero, toro noble pero carente de fuerza al que dibujó muletazos
soberbios aunque sin continuidad por la condición del animal. Faena con caros
destellos arrebatados.
Con el tercero, Juan Mora dictó cátedra. Faena
sensacional y a cámara frente a un toro de escaso gas. Mora fue afianzando su
embestida hasta sacar ese repertorio tan sugerente y personal. Esa personalidad
distinguida de compás abierto, medio pecho y desgarro. Faena bella, con
naturales extraordinarios. Obra que transpiró inspiración y gusto. Bramaron los
aficionados, esos que agotaron hoteles y viajes por venir a Melilla a ver
torear. El porte de Juan Mora. El gusto. El sabor que no se adquiere sino que
se tiene. De eso estuvo llena la faena. Se esfumó el premio por un pinchazo
defectuoso. La obra quedó escrita.
Y para obra la del quinto, frente a un animal
manejable al que cuajó una faena deliciosa y profunda con la izquierda. Obra de
grandes lindezas. Faena donde se citaron las claves de la tauromaquia de Juan
Mora. Combinación idónea de muletazos de cintura rota junto a otros de planta
vertical en los que toreó con los vuelos y las muñecas como pocos, muy pocos,
son capaces de hacer. Grande Juan Mora, señor del toreo y la personalidad.
Hondura divina. Esos embroques señoriales, esa fascinante manera de andarle a
los toros y de llenar la escena. Cortó una oreja que supo a poco. Al público y
al diestro, que se negó a dar la vuelta al ruedo. Dio igual lo de las orejas.
Allá aquel que no quiso ver una obra de ese calado.Antonio Ferrera se encontró
por delante un toro que tuvo de todo menos clase.
Un burraco que embistió a oleadas y frente al que
Ferrera desplegó conocimientos. Templaza, armonía, paciencia y saber estar. Una
lidia señorial del extremeño. Asiento, naturalidad y expresión. Imposible estar
más torero con un animal de tan escasa entrega y fondo. La despaciosidad de
Ferrera en estado puro. Cayó un trofeo tras una estocada.
Dos orejas le cortó Antonio Ferrera al cuarto tras
una faena de muchos registros. Faena asentada, de gran fondo y capacidad. Supo
Ferrera administrar al toro, darle tiempo, acortarle distancia y meterse en su
terreno con facilidad y aplomo. Con el toro embrujado por el imán de la muleta
de Ferrera, comenzó a brotar un toreo de prestidigitador. Pura fantasía y
magia. Sin dejarse enganchar la muleta, surgieron muletazos largos, encajados.
De sabrosos remates, asiento versátil. El dominio de Ferrera hecho poesía. Gran
estocada final. Melilla retumbó al caer el toro.
Al sexto le ganó la partida Ferrera tras otra
faena cargada de argumento técnico. Para entonces, la magia del toreo ya había
envuelto la noche de Melilla, una ciudad que disfrutó y tuvo frente así a dos
toreros de culto que abandonaron la plaza andando tras una tarde para el
recuerdo.
MANUEL BLÁZQUEZ | Juan Mora y Antonio
Ferrera
Toros de Manuel Bázquez, dispares de hechuras, nobles, bajos de raza y sin
celo.
Juan
Mora, de verde botella y oro.
Pinchazo y estocada. Aviso (ovación con saludos). En el tercero, estocada casi
entera (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada casi entera (oreja con
petición).
Antonio
Ferrera, de carmesí y oro.
Estocada (oreja). En el cuarto, gran estocada (dos orejas). En el sexto,
estocada (oreja).
Plaza de toros de Melilla. Jueves, 7 de
septiembre de 2017. Tres cuartos de entrada.
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