Una
desinflada y bonita novillada de El Ventorrillo trunca las ilusiones de Colombo
y Valadez en su despedida de novilleros de Madrid; una gran entrada con 16.000
espectadores en Las Ventas.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Jesús Enrique Colombo y Leo Valadez se despedían
de Las Ventas como novilleros ante la proximidad de sus alternativas en
Zaragoza. Y Carlos Ochoa debutaba en Madrid con caballos. Ilusionante cartel
internacional que congregó en Las Ventas a 16.000 espectadores.
Colombo, la revelación venezolana, líder de su
escalafón por actuaciones y triunfos, demostró su sobrada preparación en todos
los tercios con un taco de novillo de El Ventorrilo. De tan buenecito, decía
poco. Faltó la chispa de la emoción. Y puede que la duración. Una gran estocada
puso el punto final a una fácil faena. (Ovación).
Valadez, representante del futuro México, se
encontró con un bonito utrero que quería más de lo que podía. Un volatín en el
inicio de faena mermó aún más sus condiciones. Escasa la fuerza y contado el
temple. Ecuación sin solución. Fea la resolución con la espada. (Silencio).
Ochoa, alumno de la Escuela de Madrid, libró una
larga cambiada como carta de presentación. Un burraquito altón y suelto de
carnes humilló menos que ninguno. Y tampoco aportó fuelle. Su carácter trémulo
y bonancible sirvió para que el debutante evidenciara notable pulso y su
concepto asentado y destroncado. Un soberbio espadazo. (Ovación).
Jesús Enrique Colombo se acordaría del primero de
su lote con un cuarto que le planteó muchos más problemas. Siempre por debajo y
sin salirse de los vuelos. Ni con la distancia generosa. Como en el arranque de
faena de rodillas en los medios. Un susto como apertura de un trabajo laborioso
y extenso de imposible ligazón. Faena de pasos perdidos en la búsqueda del
sitio que la embestida negó. Quedaron el saludo por caleserinas y el poderío
con los palos como notas destacadas. Y la estocada en el segundo viaje.
(Saludos tras aviso).
Valadez trató de hacerle todo por abajo a un
quinto de desigual movilidad, suelta siempre la cara. Consiguió la limpieza
sobre la mano derecha, no así por la izquierda. Tan enganchada. Volvió a matar
francamente mal. (Silencio tras aviso).
Raúl Ruiz bregó con tino al castaño sexto. Carlos
Ochoa de nuevo hundió sus riñones en redondo. Pero el novillo de El Ventorillo
siguió la tónica bonita por fuera y vacía por dentro, carente de fondo, de sus
hermanos. Todo lo que sucedió corrió a cargo del largo trazo de Ochoa. Que dejó
las puertas abiertas y las ganas de verle más. Una voltereta a última hora no
pasó del sobresalto. Media estocada y descabello. (Saludos).
EL VENTORRILLO | Colombo, Leo Valadez y
Carlos Ochoa
Novillos de El Ventorrillo, bonitos, sin fondo, fuelle, poder, clase, ni
maldad; destacó el buenecito 1º.
Jesús
Enrique Colombo, de azul marino y
oro. Gran estocada (ovación). En el cuarto, pinchazo y estocada. Aviso
(saludos).
Leo
Valadez, de rioja y oro. Bajonazo
(silencio). En el quinto, bajonazo, pinchazo y pinchazo hondo. Aviso (silencio).
Carlos
Ochoa, de rosa palo y oro. Gran
estocada (ovación). En el sexto, media estocada y descabello (saludos).
Monumental de las Ventas. Miércoles, 27 de
septiembre de 2017. Tercera de feria. Casi tres cuartos de entrada.
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