Nieto
del primer bombero torero de la historia, lleva 34 años de oficio. "Mis
hijos no van a seguir con la tradición".
JAVIER
NEGRE
Diario EL
MUNDO de Madrid
El comienzo: Empezó como payaso en el espectáculo
del bombero torero a los veinte años. Hace seis, heredó el popular papel. El
final: este viernes se retira porque ya no se encuentra bien físicamente y no
tiene herederos. El futuro: Quiere viajar con su mujer. Los enanitos seguirán
participando en 'shows'... pero sin el bombero torero
De crío, Rafael Celis no soñaba con meter goles
con la elástica che como el Matador Kempes. Su aspiración era otra más castiza:
disfrazarse y hacer reír al público en compañía de siete entrañables enanitos.
Él no quería ser la versión masculina de Blancanieves. Ni un payaso de la tele.
Su ídolo era su abuelo Pablo, el primer bombero torero de la historia. Este
personaje debutó en 1928 con una entrada a una peseta y se retirará de los
ruedos el próximo 15 de septiembre en la plaza de Almodóvar del Campo (Ciudad
Real) a un precio de 10 euros. Pablo Celis se inspiró en la figura de un
bombero borrachín con un gran mostacho que custodiaba el teatro donde trabajaba
como tramoyista. No sería hasta 1953 cuando incorporaría a personas con
acondroplasia para su espectáculo y su popularidad se dispararía. Y eso a pesar
de que, según recuerda Rafael, la primera actuación "fue un desastre"
porque los enanitos miraban con cierto temor a los becerros de 100 kilos.
Superado el miedo y tras varios entrenamientos,
perfeccionaron el montaje y comenzaron a abarrotar las plazas de medio mundo.
Desde la Monumental de México hasta las Ventas. Se llegó a decir que el show
del bombero torero podía salvar a un empresario de una mala feria. Pero los
tiempos cambian y el evento ya no colgaba el cartel de no hay billetes. No sólo
la crisis económica provocó la reducción de este tipo de festejos. También la
decisión de algunos ayuntamientos de tachar el espectáculo de políticamente
incorrecto al usar a personas con acondroplasia para matar a carcajadas a los asistentes
a los cosos.
Pero no es la falta de público la que llevará a
Rafael Celis a cortarse la coleta ni la presión de las plataformas animalistas.
"Nosotros no maltratamos a los animales, por lo que no nos ha afectado»,
explica él. Sus "55 años", un cuerpo magullado y la falta de
herederos le obligan a jubilarse.
Será el último de la dinastía Celis (con tres
generaciones dedicadas a este oficio) en enfundarse el traje y el casco.
Enterrará a un personaje querido, por lo que siente una "profunda
pena".
"Esta profesión físicamente es muy exigente y
me toca retirarme. No me encuentro con fuerzas. Me da pena porque son 35 años
dedicándome a esto, son los recuerdos de mi niñez. Mis hijos no quieren seguir
con la tradición. Tampoco se la he inculcado. Uno es ingeniero electrónico y el
otro está estudiando", comenta Celis mientras posa orgulloso con su
indumentaria en el museo taurino de Valencia.
No fue allí, en su ciudad natal, donde debutaría.
Le tocó sustituir a su tío Manolo Celis en una abarrotada plaza de Lima (Perú).
"Yo había empezado a formar parte del espectáculo en La Línea de la
Concepción (Cádiz) en el papel de payaso con 20 años, después de hacer la mili.
Ya han pasado 34 años de aquello. Pero con el papel de bombero comencé hace
seis, cuando sustituí a mi tío, que no viajó a Perú por salud. Tenía los
nervios a flor de piel. Sobre todo, por la responsabilidad familiar. Salió todo
muy bien", dice este hombre "mileurista" al que su espectáculo
le ha permitido torear en lugares insospechados.
"Hemos estado en toda España, en las
principales plazas. Y en México, Ecuador, Perú, Francia... hasta en el cono de
un volcán apagado en las Islas Azores". Si hay una anécdota que recuerda
de sus giras es en Beirut, capital del Líbano. "Los policías de la plaza
llevaban gorras rojas y los becerros saltaban en busca de esas gorras. Por eso,
al día siguiente se pusieron unas azules", rememora Rafael, que sólo
recuerda un día negro en la historia de este show. "En los 70, uno de los
toreros cómicos murió de un accidente de bus", cuenta.
En sus giras nacionales, los artistas siempre se
movieron por carretera. Viajes de ida y vuelta en el día y cabezadas en los
incómodos asientos de un autobús. Nada de hoteles de cinco estrellas. Su
realidad eran más bien ventas de mala muerte, pero ni el bombero torero ni los
enanitos se quejaban nunca. Rafael nunca tuvo otra ocupación, pero los enanitos
sí. "Algunos trabajan en oficinas, otros bailando en discotecas",
indica Celis, que recuerda que estos personajes seguirán formando parte de
espectáculos de toreo bufo.
"Se retira el personaje del bombero torero.
Nadie podrá usarlo porque lo tenemos registrado y patentado, pero eso no
significa que muera el toreo cómico. Los enanitos seguirán", señala. Su
relación con ellos siempre fue magnífica. Ha sido su padre protector y el
primero en regañar a todo aquel que osase mofarse de ellos. "Durante el
espectáculo siempre estamos muy encima de ellos para que no les pase
nada"...
Habrá que ir a la plaza de Almodóvar a despedirse
del bombero y de unos enanitos que se quedan huérfanos.
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