JOSÉ LUIS
BENLLOCH
@JLBenlloch
Se rebeló Román, con victorinos -todos nos
acordamos de Almería-, cuadris, miuras, cebadas... y ahora los danielruiz de
las figuras; se rebeló, dicen las crónicas, Emilio de Justo con otra
victorinada, el tipo es insistente; ni qué decir de ese Rubén Pinar que no
tendrá guapura pero tiene una técnica y un par suficiente para derribar el muro
de la indiferencia al que le han sometido; se rebeló Juan Leal con la miurada;
lo viene haciendo desde hace tiempo Fortes... esos son los últimos pero se
rebelaron muchos y a la vez se durmieron otros a los que habrá que esperar
porque esto no es cuestión de un rato ni culpa de una siesta siempre que haya voluntad
y capacidad de levantar la voz y no olviden que la rebelión es un estado
indispensable en el toreo a riesgo de caer en una dormidera fatal y sin
remedio.
Y en el estado actual de necesidad y penuria que
vive el toreo se están rebelando o se van a rebelar, pura necesidad, unos
cuantos empresarios, a la clase media me refiero, a punto de coger el montante
e irse con su curro a otra parte dolidos y quejosos de la presión de las
figuras, empeñadas, algunas, muchas, en cobrar lo que no generan en un año de
poca gente. Ahí está el problema, padre de todos los problemas, en la poca
gente, por mucho que el espíritu colaboracionista de los medios, tanto decir
que se debe apoyar, nos empeñemos en maquillar la realidad, que no es otra que
una deserción de la clientela y donde hay media ponen tres cuartos.
El fenómeno es general, se sufre en todas partes
salvo mínimas excepciones, por mucho que muchos -si me permiten la redundancia-
quieran aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, nunca mejor dicho, o
esta Junta no es la mía o aquel empresario tampoco o yo sé más o aquel lo haría
mejor, para, de esa manera, señalar a unos o a otros, o a unos y a otros
argumentando que las cosas no se hacen bien o directamente arrimar el ascua a
la sardina de sus intereses. Que se puede hacer mejor, seguro, en todas partes,
pero la realidad es que este año más que nunca la gente se muestra renuente a
acudir a las plazas y carteles que tienen todos los ingredientes para atiborrar
los tendidos, no hace tanto lo lograban, tienen unos efectos taquilleros
deprimentes y ahí viene la necesidad de reajuste y/o las figuras lo comprenden
o muchos empresarios de la clase media hartos de trabajar para el diablo se
irán al carajo y plazas de segundo y tercer orden que conforman el nervio económico
y promocional de la Tauromaquia placarán sin necesidad de que aparezcan los
podemitas y demás antis. Esa es la jodida realidad que se sufre en los pueblos
y menos pueblos donde no hace tanto las figuras hacían su agosto recaudatorio
que ahora en pleno averno taquillero se empeñan en mantener. Y lo que digo de
esas figuras, que incluso en año de asueto y distracción -alguno con peinado
futbolero ni se despeina en la plaza- se empeñan en llevarse lo que no generan,
lo mismo podría decir de las Administraciones que, no conformes en ningunear a
la Fiesta, persisten en muñirla con alquileres de la época dorada,
insostenibles en la actualidad, cifras sonrojantes si las comparamos con las
subvenciones y ayudas que dan a otras actividades lúdicas. Eso sin detenernos
en esas exhibiciones de demagogia que se permiten habitualmente con los precios
de las entradas a costa del bolsillo ajeno.
Y no descarten que la rebelión alcance también al
público, si es que no lo ha alcanzado ya y parte, al menos parte de la responsabilidad
en la deserción que se sufre en las plazas, sea una rebelión pasiva en
respuesta a lo que muchos de los intransigentes les ofrecen feria a feria, toro
a toro, que en demasiadas ocasiones no aparece, al toro me refiero. Así que o
se rectifica, se ajustan los temas, se redistribuye la riqueza con sentido
común -la que haya mientras se busca más-, se revisten todos de realismo,
generan atractivos, insuflan calidad o todo se agravará. Pero no quisiera
acabar la columna con ese sabor ácido de la realidad y me apetece volver al
principio, a los nombres propios de la rebelión esperada porque no hay que
olvidar que la solución contra los empecinados está en su relevo, en potenciar
a chicos que hagan la Fiesta viable y a la vez puedan crecer hasta ser tan
atractivos al menos como los intransigentes. Y los nombres, hay más, están en
ese listado del principio de esta columna. Gente capaz de persistir en la
rebelión como Pinar, De Justo, Leal, Fortes o Román, cuyo caso ha sido
seguramente el más notorio de todos. Su evolución ha sido ejemplar. Había
triunfado últimamente como les decía con victorinos, cuadris, cebadas,
miuras... cuando le llegó la oportunidad de sustituir nada menos que a
Manzanares en Valladolid con una corrida de Daniel Ruiz y el premio, que lo
era, tenía su carga de profundidad. Si no triunfaba, escribí en Las Provincias,
corría el riesgo de que el sistema, es decir los que mandan, concluyese que su
sitio estaba con los victorinos, cuadris, cebadas, miuras... lugar en el que
hay dinero, mucho honor y más sufrimiento. Que está bien, muy bien cuando te
apetezca, pero menos bien cuando te lo imponen. El compromiso de Valladolid lo
resolvió Román con toda naturalidad. Bastaba con ver su sonrisa en la puerta de
cuadrillas para entender que eso de la presión no va con él, que estaba feliz,
en una especie de declaración inicial de que su sitio estaba allí. El resultado
fue magnífico y acompañó a Juli por la puerta grande. Así que la exigencia, una
vez más en su carrera, se convirtió en trampolín y el desenlace le carga de
argumentos para reivindicar un trato justo acorde a sus méritos y por encima de
los muchos que le habían echado la delantera en los despachos sin saberse muy
bien por qué.
El razonamiento vale para todas las plazas, también y especialmente
para Valencia y vale para todos los que estos días andan rebelándose, los
Pinar, Leal, Fortes y demás. / Redacción APLAUSOS
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