domingo, 17 de septiembre de 2017

LA PINCELADA DEL DIRECTOR - Tiempos para rebelarse

JOSÉ LUIS BENLLOCH
@JLBenlloch

Se rebeló Román, con victorinos -todos nos acordamos de Almería-, cuadris, miuras, cebadas... y ahora los danielruiz de las figuras; se rebeló, dicen las crónicas, Emilio de Justo con otra victorinada, el tipo es insistente; ni qué decir de ese Rubén Pinar que no tendrá guapura pero tiene una técnica y un par suficiente para derribar el muro de la indiferencia al que le han sometido; se rebeló Juan Leal con la miurada; lo viene haciendo desde hace tiempo Fortes... esos son los últimos pero se rebelaron muchos y a la vez se durmieron otros a los que habrá que esperar porque esto no es cuestión de un rato ni culpa de una siesta siempre que haya voluntad y capacidad de levantar la voz y no olviden que la rebelión es un estado indispensable en el toreo a riesgo de caer en una dormidera fatal y sin remedio.

Y en el estado actual de necesidad y penuria que vive el toreo se están rebelando o se van a rebelar, pura necesidad, unos cuantos empresarios, a la clase media me refiero, a punto de coger el montante e irse con su curro a otra parte dolidos y quejosos de la presión de las figuras, empeñadas, algunas, muchas, en cobrar lo que no generan en un año de poca gente. Ahí está el problema, padre de todos los problemas, en la poca gente, por mucho que el espíritu colaboracionista de los medios, tanto decir que se debe apoyar, nos empeñemos en maquillar la realidad, que no es otra que una deserción de la clientela y donde hay media ponen tres cuartos.

El fenómeno es general, se sufre en todas partes salvo mínimas excepciones, por mucho que muchos -si me permiten la redundancia- quieran aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, nunca mejor dicho, o esta Junta no es la mía o aquel empresario tampoco o yo sé más o aquel lo haría mejor, para, de esa manera, señalar a unos o a otros, o a unos y a otros argumentando que las cosas no se hacen bien o directamente arrimar el ascua a la sardina de sus intereses. Que se puede hacer mejor, seguro, en todas partes, pero la realidad es que este año más que nunca la gente se muestra renuente a acudir a las plazas y carteles que tienen todos los ingredientes para atiborrar los tendidos, no hace tanto lo lograban, tienen unos efectos taquilleros deprimentes y ahí viene la necesidad de reajuste y/o las figuras lo comprenden o muchos empresarios de la clase media hartos de trabajar para el diablo se irán al carajo y plazas de segundo y tercer orden que conforman el nervio económico y promocional de la Tauromaquia placarán sin necesidad de que aparezcan los podemitas y demás antis. Esa es la jodida realidad que se sufre en los pueblos y menos pueblos donde no hace tanto las figuras hacían su agosto recaudatorio que ahora en pleno averno taquillero se empeñan en mantener. Y lo que digo de esas figuras, que incluso en año de asueto y distracción -alguno con peinado futbolero ni se despeina en la plaza- se empeñan en llevarse lo que no generan, lo mismo podría decir de las Administraciones que, no conformes en ningunear a la Fiesta, persisten en muñirla con alquileres de la época dorada, insostenibles en la actualidad, cifras sonrojantes si las comparamos con las subvenciones y ayudas que dan a otras actividades lúdicas. Eso sin detenernos en esas exhibiciones de demagogia que se permiten habitualmente con los precios de las entradas a costa del bolsillo ajeno.


Y no descarten que la rebelión alcance también al público, si es que no lo ha alcanzado ya y parte, al menos parte de la responsabilidad en la deserción que se sufre en las plazas, sea una rebelión pasiva en respuesta a lo que muchos de los intransigentes les ofrecen feria a feria, toro a toro, que en demasiadas ocasiones no aparece, al toro me refiero. Así que o se rectifica, se ajustan los temas, se redistribuye la riqueza con sentido común -la que haya mientras se busca más-, se revisten todos de realismo, generan atractivos, insuflan calidad o todo se agravará. Pero no quisiera acabar la columna con ese sabor ácido de la realidad y me apetece volver al principio, a los nombres propios de la rebelión esperada porque no hay que olvidar que la solución contra los empecinados está en su relevo, en potenciar a chicos que hagan la Fiesta viable y a la vez puedan crecer hasta ser tan atractivos al menos como los intransigentes. Y los nombres, hay más, están en ese listado del principio de esta columna. Gente capaz de persistir en la rebelión como Pinar, De Justo, Leal, Fortes o Román, cuyo caso ha sido seguramente el más notorio de todos. Su evolución ha sido ejemplar. Había triunfado últimamente como les decía con victorinos, cuadris, cebadas, miuras... cuando le llegó la oportunidad de sustituir nada menos que a Manzanares en Valladolid con una corrida de Daniel Ruiz y el premio, que lo era, tenía su carga de profundidad. Si no triunfaba, escribí en Las Provincias, corría el riesgo de que el sistema, es decir los que mandan, concluyese que su sitio estaba con los victorinos, cuadris, cebadas, miuras... lugar en el que hay dinero, mucho honor y más sufrimiento. Que está bien, muy bien cuando te apetezca, pero menos bien cuando te lo imponen. El compromiso de Valladolid lo resolvió Román con toda naturalidad. Bastaba con ver su sonrisa en la puerta de cuadrillas para entender que eso de la presión no va con él, que estaba feliz, en una especie de declaración inicial de que su sitio estaba allí. El resultado fue magnífico y acompañó a Juli por la puerta grande. Así que la exigencia, una vez más en su carrera, se convirtió en trampolín y el desenlace le carga de argumentos para reivindicar un trato justo acorde a sus méritos y por encima de los muchos que le habían echado la delantera en los despachos sin saberse muy bien por qué. 

El razonamiento vale para todas las plazas, también y especialmente para Valencia y vale para todos los que estos días andan rebelándose, los Pinar, Leal, Fortes y demás. / Redacción APLAUSOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario