El
extremeño cuaja una faena sensacional sin espada y corta una única oreja en una
actuación de Puerta del Príncipe; Rafa Serna, herido grave en la axila por el
toro de su doctorado; seria tarde de Roca Rey con el peor lote de la deslucida
corrida de Matilla.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Sevilla
Sonó la hora de la alternativa de Rafael Serna en
Sevilla. Enfundado en un vestido crema y oro diseñado por el pintor Ricardo
Suárez e inspirado en la Iglesia de El Salvador, Serna se postró a portagayola.
Como si estuviese ante el altar. Con la rectitud y la velocidad de un obús se
abalanzó el toro sin pretensión de obedecer. Rafa Serna se incorporó como un
resorte.
Del trance escapó de puro milagro. Recuperado el
resuello, las verónicas volaron gráciles y coreadas hasta la media mirando al
tendido. "Almendrito" -de Olga Jiménez- contaba con una seriedad
concentrada. Engatillado, astracanado, enmorrillado y apretado de cuello en su
negritud. El sonido del estribo en los encuentros con el caballo anunció el
continuo punteo defensivo que sostendría en su embestida. El mismo movimiento
doliente en banderillas. Como queriéndose quitar los palos. Serna, ya
convertido en matador, apenas pudo más que mostrar su concepto y tratar de
evitar los enganchones. Tan apoyado el toro en las manos además. Uno de
aquellos tornillazos cazó al novel torero a la hora de matar. Con una certera
puñalada a la axila hirió al sentir la muerte. La suerte ya estaba echada camino
de la enfermería.
Quedó la corrida en una especie de mano a mano
descompensado entre Alejandro Talavante y Roca Rey. Talavante creó la más
bella, expresiva y despaciosa obra de su temporada. Desencorsetado del aire de
fría suficiencia, AT vio cómo lo había hecho el toro de García Jiménez por el
izquierdo en un capotazo superior de Trujillo. Y sobre esa muñeca tocada por la
varita de Dios dibujó el toreo al natural. Más roto, acompasado y despacio que
en todo 2017. Revivía el recuerdo del sobrero del Conde de Mayalde en Madrid.
Como cuando el alma talavantista sentía. El breve paso por la derecha fue como
un paréntesis leve. Y el recital, enfrontilado ahora, siguió al son de la
embestida de seda, que desembocaba detrás de la cadera. Cuando la Maestraza volcada
presentía el triunfo cantado, Talavante se puso a pinchar como si no hubiera
mañana...
La estocada que hubiera necesitado tan magna obra
llegó con el grandón cuarto. Alejandro Talavante atacó el volapié con la rabia
mordida por la conquista perdida. "Esta vez no se me va", debió
decirse. Y entre los pitones empujó con el corazón. El volteretón terrorífico,
la espada enterrada. Talavante vio latierra y la vida al revés. Un boquete en
la taleguilla. Nada más. La pañolada se desató. No sólo por la perfección de la
dramática estocada. Al toro de sus apoderados le había puesto la sal y la
pimienta que no tenía. Aquella embestida noblota de contada humillación había
sido la arcilla moldeable del alfarero en su mano derecha esta vez. De nuevo la
expresión y la curvatura en el trazo. El cierre por manoletinas y... La
presidencia frenó la segunda oreja. Aquella paseada a ley contenía el peso de
la verdad.
Como en el toro de la faena de cante grande,
Talavante acudió de nuevo a la puerta de toriles. Último cartucho. Voló la
larga con la parsimonia y la espera del valor auténtico. Cuando se soltó el
toro, no volvió a embestir. Huido, manso y definitivamente parado a últimas. No
hubo opción para un torero reencontrado con su esencia.
Roca Rey no perdonó un quite en toda la tarde. Ya
fuese por caleserinas, saltilleras o gaoneras. La suerte jugó en su contra con
un toro que se paró a plomo. Y no mejoró mucho con el castaño y armado quinto.
El tipo asentó las zapatillas desde el impresionante arranque por cambiados. Y
tiró luego de la remisa embestida ayuna de clase y entrega con la muleta a
rastras. Apuró hasta el final incluso por el pitón menos propicio, ya
desentendido el bruto de su cometido. Si es que no había renunciado antes. Ni
una renuncia en la seria tarde del matador peruano.
GARCÍA JIMÉNEZ | Talavante, Roca Rey y
Rafael Serna
Toros de García Jiménez (2º, 3º y 4º), Olga
Jiménez (1º y 5º) y Peña de Francia
(6º), serios en sus diferentes hechuras.
Alejandro
Talavante, de negro y oro. Seis
pinchazos y estocada. Aviso (saludos). En el cuarto, gran estocada (oreja y
fuerte petición). En el sexto, estocada baja (gran ovación de despedida).
Roca
Rey, de purísima y oro. Pinchazo
y estocada caída (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada (saludos).
Rafael
Serna, de crema y oro. Estocada
(ovación que recoge la cuadrilla).
Plaza de la Maestranza. Domingo, 24 de
septiembre de 2017. Última de feria. Tres cuartos largos de entrada.
PARTE FACULTATIVO DE RAFAEL SERNA
Tras la lidia del toro de su doctorado,
Rafael Serna fue operado en la enfermería de la plaza de una herida por asta de
toro en la axila derecha, con trayectoria de 12 cm, que arranca la rama de vena
axilar contundiendo plexo braquial y arteria braquial. Fue trasladado al
hospital con pronóstico grave.
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