viernes, 28 de julio de 2017

OBISPO Y ORO: Balear la corrida

FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman 

No le den muchas vueltas: en este maravilloso país llamado España (digo yo que se seguirá llamando así, a no ser que el polisémico Sánchez esté maquinando apelativos varios, por si cae la breva de que lo federalice y se invente un nuevo puzle plurinacional, con fruncidos de su cosetodo particular que maneja como material principal el hilo del cordón sanitario antipepé), estamos abocados –y acostumbrados– a desayunarnos cada mañana con una rebanada de política chusquera o un bollo de esparavanes, tipo delírium tremens,  de algunas de las muy peculiares gentes que nos gobiernan, que son condimentos ideales para mojar en el tazón de café con leche del esperpento.

El último desatino –por el momento—llega procedente de las principales islas del Levante español –también por el momento– que tuestan los soles y las sales del Mediterráneo, esa templada bañera que según Germán Arciniegas todo lo toca con manos azules, el mar a quien nadie puede discutir su condición universal de vehículo de la Cultura: ha nacido un nuevo concepto de Tauromaquia, bautizado con el nombre de Toros a la Balear.

Los padres principales de esta ocurrencia fantástica –es decir, presuntuosa y quimérica–  se han valido de su condición de miembros del Parlamento (si escribo Parlament, el corrector automático me lo subraya en rojo) para impulsar un proyecto de ley que pretende regular las corridas de toros en Baleares. Y ahora, aunque seguramente ya estén al tanto de la cuestión, les cuento cómo es el cuento de Toros a la balear:

En síntesis, la novedosa corrida será de tres toros, comprados en fincas ganaderas de su demarcación territorial, su lidia no durará más de diez minutos por toro, no se utilizarán caballos, ni picas, ni banderillas, ni estoques, y tanto toros como toreros serán sometidos a un férreo control antidoping, antes y después del espectáculo, los toros que pasen con bien este control habrán de ser devueltos a la finca de procedencia (no se especifica si para ser lidiados de nuevo o para que se mueran de asco en la dehesa) y, entre otras cosas, se prohíbe la venta de alcohol en el recinto taurino y la entrada a menores de 18 años. ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?

A ver: con este delirante planteamiento, lo único que se garantiza es la ruina total y absoluta de una tradición ancestral, sólidamente arraigada en este país todavía llamado España. Una burla burda. Una pantomima obscena. Una payasada sin el mínimo futuro, que es lo que se pretende, máxime cuando se exigen fianzas a los empresarios taurinos de ¡300.000 euros! y unas tasas absolutamente prohibitivas, por desmesuradas. Eso sí, se garantiza también, que el animal no sufra y, por supuesto, que no muera. Podría ocurrir, en cambio, que muriera el torero, lo cual sería motivo de gozo para esta pléyade de descerebrados, capaces, en tal acaso, de sacar al toro en hombros por la Puerta Grande.

Pongámonos serios, por favor. A uno no le extraña que el partido político  Podemos o sus confluencias de afinidad ideológica quieran cargarse la fiesta de los toros. Ya lo llevaban explícitamente en su primer programa electoral, aunque luego lo suprimieron, porque alguien les advirtió que perderían votos. En cambio, le extraña y le preocupa que el PSOE se ayunte con ellos y tire de este carro, por si acaso el fervor secesionista les procura algún beneficio entre los votantes isleños. El polisémico Sánchez ya dijo que a él jamás le verán en una plaza de toros, pero muy pronto se desmarcó, por si las moscas; esas moscas que se arriman a la  miel de la urna son muy golosas, pero como en la moraleja de la fábula pueden quedarse presas en ella, y no salen a la luz jamás.

A nadie se le oculta que este rifirrafe se genera por el afán antiespañol que se respira en los territorios afines al catalanismo más furibundo. Los animalistas se apuntan a esta broma de mal gusto porque son como algunos políticos: se apuntan a un bombardeo. Pero el PSOE siempre fue un partido serio y fuerte. Sin embargo ahora uno no sabe dónde se halla. ¿Cuántos pesoes hay? ¿Cuál es el bueno? ¿Cuál es el serio? ¿A cuál o a quién hay que votar? Desde luego, este de Baleares se ha cuidado muy mucho de identificarse como Partit Socialista de les Illes Balears, pero alguien desde Ferraz se apresuró a ponerle en seguida un guión y añadir PSOE, con la E de España, probablemente porque jugando a dos bandas –es decir, dando bandazos—se puede obtener alguna rentabilidad electoral. Yo, por el voto, ¡mato! Como Belén Esteban por Andreíta.

Naturalmente, tanto PP como Ciudadanos votaron en contra, pero como se abstuvieron los de Proposta per les illes (PI) –espero haberlo escrito bien—la propuesta de ley de Toros a la Balear salió adelante. Ahora, vamos a ver qué hace el Gobierno de Rajoy, que en cuestiones taurinas está metido en el burladero de la inacción desde que se aprobó la Ley Suprema que obliga a proteger y potenciar la Tauromaquia en todo el territorio español. Es evidente que aquí nadie potencia ni protege. Todo lo más, como dice Marcello en esta misma página, el baranda que preside el Consejo de Ministros hace de don Tancredo, subido en su pedestal.

Es de suponer que ante este despropósito, el Gobierno de la nación tome la iniciativa y ponga en su sitio a los insumisos de Baleares, porque doy por supuesto que la ley del Govern recién aprobada en pleno extraordinario y urgente la van a poner en marcha, cueste lo que cueste y diga lo que diga el  más Alto Tribunal del estado español. Esta gente es así de chula, y se pasa a la Justicia, con mayúsculas, por el arco del triunfo. O, por decirlo en la jerga que tanto odian, se la saltan a la torera.

Ahora caigo en que el título de esta ley esperpéntica no debe haberse  improvisado. Lo que pretenden los de la izquierda radical de las bellas islas mediterráneas no es modificar la corrida de toros, sino hacerla balear, como dirían en Colombia; esto es, tirotearla desde todos los flancos posibles, hasta que desaparezca. O, al menos, por el momento, que no se vuelvan a anunciar corridas de toros en preciosos escenarios taurinos, como el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Balear la corrida, eso es lo que quieren. Espero que no lo vean sus ojos.

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