FERNANDO FERNÁNDEZ
ROMÁN
@FFernandezRoman
No le den muchas vueltas: en este maravilloso país llamado
España (digo yo que se seguirá llamando así, a no ser que el polisémico Sánchez
esté maquinando apelativos varios, por si cae la breva de que lo federalice y
se invente un nuevo puzle plurinacional, con fruncidos de su cosetodo
particular que maneja como material principal el hilo del cordón sanitario
antipepé), estamos abocados –y acostumbrados– a desayunarnos cada mañana con
una rebanada de política chusquera o un bollo de esparavanes, tipo delírium
tremens, de algunas de las muy
peculiares gentes que nos gobiernan, que son condimentos ideales para mojar en
el tazón de café con leche del esperpento.
El último desatino –por el momento—llega procedente de las
principales islas del Levante español –también por el momento– que tuestan los
soles y las sales del Mediterráneo, esa templada bañera que según Germán
Arciniegas todo lo toca con manos azules, el mar a quien nadie puede discutir
su condición universal de vehículo de la Cultura: ha nacido un nuevo concepto
de Tauromaquia, bautizado con el nombre de Toros a la Balear.
Los padres principales de esta ocurrencia fantástica –es
decir, presuntuosa y quimérica– se han
valido de su condición de miembros del Parlamento (si escribo Parlament, el
corrector automático me lo subraya en rojo) para impulsar un proyecto de ley
que pretende regular las corridas de toros en Baleares. Y ahora, aunque
seguramente ya estén al tanto de la cuestión, les cuento cómo es el cuento de
Toros a la balear:
En síntesis, la novedosa corrida será de tres toros,
comprados en fincas ganaderas de su demarcación territorial, su lidia no durará
más de diez minutos por toro, no se utilizarán caballos, ni picas, ni
banderillas, ni estoques, y tanto toros como toreros serán sometidos a un
férreo control antidoping, antes y después del espectáculo, los toros que pasen
con bien este control habrán de ser devueltos a la finca de procedencia (no se
especifica si para ser lidiados de nuevo o para que se mueran de asco en la
dehesa) y, entre otras cosas, se prohíbe la venta de alcohol en el recinto
taurino y la entrada a menores de 18 años. ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo?
A ver: con este delirante planteamiento, lo único que se
garantiza es la ruina total y absoluta de una tradición ancestral, sólidamente
arraigada en este país todavía llamado España. Una burla burda. Una pantomima
obscena. Una payasada sin el mínimo futuro, que es lo que se pretende, máxime
cuando se exigen fianzas a los empresarios taurinos de ¡300.000 euros! y unas
tasas absolutamente prohibitivas, por desmesuradas. Eso sí, se garantiza
también, que el animal no sufra y, por supuesto, que no muera. Podría ocurrir,
en cambio, que muriera el torero, lo cual sería motivo de gozo para esta
pléyade de descerebrados, capaces, en tal acaso, de sacar al toro en hombros
por la Puerta Grande.
Pongámonos serios, por favor. A uno no le extraña que el
partido político Podemos o sus confluencias
de afinidad ideológica quieran cargarse la fiesta de los toros. Ya lo llevaban
explícitamente en su primer programa electoral, aunque luego lo suprimieron,
porque alguien les advirtió que perderían votos. En cambio, le extraña y le
preocupa que el PSOE se ayunte con ellos y tire de este carro, por si acaso el
fervor secesionista les procura algún beneficio entre los votantes isleños. El
polisémico Sánchez ya dijo que a él jamás le verán en una plaza de toros, pero
muy pronto se desmarcó, por si las moscas; esas moscas que se arriman a la miel de la urna son muy golosas, pero como en
la moraleja de la fábula pueden quedarse presas en ella, y no salen a la luz
jamás.
A nadie se le oculta que este rifirrafe se genera por el
afán antiespañol que se respira en los territorios afines al catalanismo más
furibundo. Los animalistas se apuntan a esta broma de mal gusto porque son como
algunos políticos: se apuntan a un bombardeo. Pero el PSOE siempre fue un
partido serio y fuerte. Sin embargo ahora uno no sabe dónde se halla. ¿Cuántos
pesoes hay? ¿Cuál es el bueno? ¿Cuál es el serio? ¿A cuál o a quién hay que
votar? Desde luego, este de Baleares se ha cuidado muy mucho de identificarse
como Partit Socialista de les Illes Balears, pero alguien desde Ferraz se apresuró
a ponerle en seguida un guión y añadir PSOE, con la E de España, probablemente
porque jugando a dos bandas –es decir, dando bandazos—se puede obtener alguna
rentabilidad electoral. Yo, por el voto, ¡mato! Como Belén Esteban por
Andreíta.
Naturalmente, tanto PP como Ciudadanos votaron en contra,
pero como se abstuvieron los de Proposta per les illes (PI) –espero haberlo
escrito bien—la propuesta de ley de Toros a la Balear salió adelante. Ahora,
vamos a ver qué hace el Gobierno de Rajoy, que en cuestiones taurinas está
metido en el burladero de la inacción desde que se aprobó la Ley Suprema que
obliga a proteger y potenciar la Tauromaquia en todo el territorio español. Es
evidente que aquí nadie potencia ni protege. Todo lo más, como dice Marcello en
esta misma página, el baranda que preside el Consejo de Ministros hace de don
Tancredo, subido en su pedestal.
Es de suponer que ante este despropósito, el Gobierno de la
nación tome la iniciativa y ponga en su sitio a los insumisos de Baleares,
porque doy por supuesto que la ley del Govern recién aprobada en pleno
extraordinario y urgente la van a poner en marcha, cueste lo que cueste y diga
lo que diga el más Alto Tribunal del
estado español. Esta gente es así de chula, y se pasa a la Justicia, con mayúsculas,
por el arco del triunfo. O, por decirlo en la jerga que tanto odian, se la
saltan a la torera.
Ahora caigo en que el título de esta ley esperpéntica no
debe haberse improvisado. Lo que
pretenden los de la izquierda radical de las bellas islas mediterráneas no es
modificar la corrida de toros, sino hacerla balear, como dirían en Colombia;
esto es, tirotearla desde todos los flancos posibles, hasta que desaparezca. O,
al menos, por el momento, que no se vuelvan a anunciar corridas de toros en preciosos
escenarios taurinos, como el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Balear la
corrida, eso es lo que quieren. Espero que no lo vean sus ojos.
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