Amigos y aficionados ensalzarán
este 25 de julio la figura del veterano torero de Zamora, consagrado en Madrid
tras diez Puertas Grandes y una dura peregrinación por las capeas.
GONZALO I. BIENVENIDA
@GonIzdoBienve
Diario EL MUNDO de
Madrid
Villalpando acogerá este martes un homenaje a su vecino más
ilustre: Andrés Vázquez. El maestro zamorano cumple 85 años y lo celebrará
rodeado de partidarios que recordarán una carrera compleja marcada por una
afición incombustible.
Una trayectoria en la que la amargura de los inicios se
prologó más de la cuenta. Las talanqueras, la polvareda, la dureza de los
torazos sin picar en aquellas capeas marcó un camino en el que, por encima de
las calamidades, se encontraba la torería. Su rostro aguileño todavía refleja
la pesadumbre por los compañeros caídos en esa severa época como recoge
magistralmente la película de José María Forqué «Yo he visto la muerte» (1967).
Andrés Vázquez además de interpretar su propio personaje, el 'Nono' como le
conocían por las capeas, aparece practicando su otra gran pasión: el flamenco.
Hace algunos veranos decidió despedirse del toreo
estoqueando un novillo de Victorino Martín en Zamora para celebrar su 80 cumpleaños.
El ganadero Felipe Garrigues, íntimo amigo de Andrés Vázquez, nos llamó para
que le enseñásemos al maestro los recuerdos que guardamos en casa de Antonio
Bienvenida, con quien tantas tardes compartió. Tras una emocionante visita por
el pequeño museo dedicado a uno de sus ídolos, mi madre, Paloma, decidió
dejarle para aquel festival el último sombrero de ala ancha que utilizó Antonio
Bienvenida.
Entre aquellos durísimos comienzos y aquel exitoso festival
se dibujó en el tiempo una cordillera con puntos álgidos en los que conquistó
el anhelado puesto de torero de Madrid, que sus diez Puertas Grandes apuntalan.
En la extensa historia de Andrés Vázquez también hubo momentos de flaqueza en
los que la angustia económica condicionó su día a día.
Tomó la alternativa mayor, después de todo ese intervalo
luchando por las capeas y tras el clavario de una cornada que casi le deja cojo
de por vida. El doctorado se dio en Las Ventas de manos del añorado maestro
Gregorio Sánchez en 1962.
Sus referentes taurinos son Juan Belmonte, Domingo Ortega y
Antonio Bienvenida. El de Zamora llegó a interpretar la media verónica como lo
hiciera el de Triana: enfrontilado, un punto encorvado y completamente
entregado. El temple lo conoció de la mano del maestro de Borox que le decía:
"Zamorano, que el toro te huela la muleta pero que no te la toque".
La naturalidad la entendió como el summum de la torería por lo que compartió
muchas vivencias con Antonio Bienvenida. El sentido de la lidia, el respeto al
toro, la importancia al aficionado y tantos valores que no sólo supo heredar
Andrés Vázquez, sino que se convirtió en el bastión de los mismos.
Los años más relevantes de su vida taurina estuvieron
ligados al nacimiento de la ganadería de Victorino Martín, además de las dos
orejas del famoso toro «Baratero». Andrés Vázquez llegó a estoquear con gran
éxito una corrida en solitario de Victorino -el primero de la historia-
marcando un hito que le situó entre los toreros de mayor interés para el
aficionado.
La hostilidad de sus comienzos en las capeas no le impidió
tornarse un torero caro. Un exponente de la sobriedad con destellos de gracia.
Además de la mencionada media verónica, fue portador de una izquierda poderosa,
de una derecha templada y de una espada ortodoxa.
Jamás ha dejado de torear de salón. Afición y raza. Así lo
rememoran quienes conocieron sus lecciones como Antoñares, que recuerda que:
"Nos decía que teníamos que torear con las palmas de las manos, que de
salón entrenásemos a poner una cajetilla de tabaco en la palma y que no se
cayese mientras dábamos el muletazo". Enseñanzas de un toreo que hoy ha
desaparecido, pero que en esencia todavía encarna Andrés Vázquez.
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