Daniel Menés y Pablo Mora,
también debutantes, se van de vacío por el mal manejo de los aceros con los
mejores lotes (2 y 3 novillos extraordinarios).
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Cuando se levantó el intenso telón de lluvia gris, los tres
novilleros debutantes en Cuatro Caminos desfilaron desmonterados. El cielo se
despejó momentáneamente con el huracán del venezolano Jesús Enrique Colombo: saludo,
galleo y quite por chicuelinas sin respiro ni otro palo que tocar. La
intensidad continuó con su poderío rehiletero. El basto y gachito novillo, que
había acudido a todo con su galope, se agotó pronto. Y cabeceaba brutote entre
la impotencia y el desfondamiento. Hasta que se rajó fundido. Del último
testarazo le sacó el chaleco a Colombo. Como en venganza por haberle sacado el
aire.
La finura de hechuras del siguiente utrero de Zacarías
Moreno traía la calidad delineada. Daniel Menés lo recibió de rodillas en los
medios con una caleserina y un farol que se convirtieron en gaoneras en pie. El
quite por crinolinas precedió a una faena cargada de actitud; el novillo aportó
en cada viaje la calidad y un tranco inmenso. La mano izquierda de Menés
comprobó hasta dónde se desplazaba y se abría: un metro o más allá. Las
bernadinas y todo lo demás se vieron enterrados por la espada destemplada y los
avisos.
Pablo Mora desplegó con el capote un lancear antiguo y
codillero. Virginal y nuevo como su currículo. Cero paseíllos en la presente
temporada. Disfrutó de otro novillo entre notable y sobresaliente de Zacarías.
A modo. El ritmo y el son de la buena bravura. Habita en Mora el sentido del
toreo. Desde su fuerte presencia nacieron naturales de caro trazo y engrasada
muñeca. Toda la falta de rodaje se concentró en el acero.
Colombo, que ya había saludado la única ovación, derrochó su
puesta en escena de todoterreno con un cuarto casi cubeto de mejor estilo que
potencia. Pedía tacto. El venezolano le dio oficio y algunas dosis de mayor
serenidad. Una contundente estocada le entregó la oreja.
El paliabierto y paletón quinto rompía la armonía de la
novillada. Su movilidad portaba una nobleza exenta de clase. Simplona y feota
como su tipo. De ir y venir. Un punto gazapona. También se embiste como se es.
Daniel Menés se aplicó en muchos pases. La asignatura pendiente del estoque
sumó otro suspenso y otros dos avisos. No hace la suerte y así se antoja
difícil.
Escurrido como una sabandija apareció el último novillo de
Zacarías Moreno. Como una tabla de planchar. La misma informalidad se
transmitía a sus movimientos. Decían por la plaza que se había colado. O que se
habían colado con las puertas. Y efectivamente no correspondía su número 114
con el 108 anunciado. Ni siquiera era el sobrero titular, sino el segundo. Se
quiso fugar por donde había salido, rajadito y renegado. Sin maldad. Pablo Mora
demostró de nuevo su idea del toreo y su impericia a la hora de matar. Esa que
le trajo otro aviso. Como en el anterior.
ZACARÍAS MORENO | Colombo, Daniel Menés y Pablo Mora
Novillos de Zacarías Moreno,
correctos de presentación -menos el 6º- en sus diferentes hechuras;
extraordinarios 2º y 3º; brutote el rajado y basto el 1º; de calidad y contado
poder el 4º; simplón el paletón 5º; informal y rajadito el escurrido 6º.
Jesús Enrique Colombo, de azul marino y oro. Estocada (saludos).
En el cuarto, estocada (oreja).
Daniel Menés, de verde esmeralda y oro. Estocada
defectuosa, pinchazo y bajonazo. Dos avisos (silencio). En el quinto, dos
pinchazos y estocada. Dos avisos (silencio).
Pablo Mora, de celeste y oro. Tres pinchazos y dos
descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada defectuosa. Aviso
(silencio).
Plaza de Cuatro Caminos. Lunes, 24 de julio de 2017. Segunda de feria.
Media entrada.
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