Leonardo Hernández y el jinete
navarro salen a hombros tras cortar dos y cuatro orejas, respectivamente, con
una notable corrida de El Capea y San Pelayo; el gran tótem del toreo a caballo
falla con reiteración con el rejón de muerte.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Hermoso de Mendoza y el chupinazo forman una collera
histórica. Desde 1990, Pablo I de Navarra no ha faltado a la cita del 6 de
julio con Pamplona más que en 1993. Sus deslumbrantes estadísticas se
incrementaron el año pasado con un pleno de cuatro orejas que rompía una racha de
vacíos por culpa de la espada. El acero mortal volvió de nuevo a dejar en
blanco la casilla de los trofeos con la calidad melosa del toro de El Capea.
Tan humillado de salida y tan encelado en el toreo de Brindis, un tordo en fase
blanca valiente de frente y templado de costado. Sobre Dalí se impuso la
potencia de las piruetas desde los cites en corto con los posteriores. Y con
Nevado elevó la temperatura con las cortas cuando el murube salmatino ya se
derretía.
La determinación del espadazo de Leonardo Hernández fue todo
lo contrario. Sólo que vino en el segundo envite. Lo que no fue óbice para que
se premiara su vibrante faena con una oreja. La vibración que nacía de las
suertes comprometidas más que de la dulzura tibia del toro. Entre Sol, albino y
certero caballo que torea con los pechos, y Xarope, viejo guerrero a los
violines, llevaron el peso de la faena.
Armendáriz pegó un cañonazo a la puerta grande volcándose en
la hora final. Cristalizaban en las dos orejas los alardes últimos sobre
Cristal -un desplante con el caballo casi tumbado, como si fuera La Maja de
Goya- y sobre todo a lomos de Ranchero, veterano campeón sin gloria en la lucha
amarga de su dueño. Hasta que este jueves las saladas lágrimas de la alegría
saltaron en el rostro de Roberto al sentir la recompensa.
De nuevo, Hermoso pinchó en el toro de la merienda.
Encastado el ejemplar de San Pelayo y con las cosas incómodas de la casta a
veces. Pablo, por tanto, no se encontró cómodo pese a los momentos brillantes
conquistados sobre Disparate. El maestro vería con disgusto cómo los discípulos
asaltaban su gran día y le adelantaban por la derecha en la tierra donde es
dios, tótem y mito. Como lo ha sido, y es, en la historia del toreo a caballo.
Pero el tiempo también pasa y pesa en el Olimpo.
Leonardo atacó con toda la artillería ante el quinto. No
paró, embistiese más o menos, mejor o peor, el toro de Capea, que no fue el
mejor de la notable y completa corrida. Hernández debutó la última temporada en
San Fermín tocando el cielo navarro y se entregó a tumba abierta para repetir.
Despacio fue ahora el caballo clave para no despegarse del rebufo del triunfo,
atado en un soberbio par a dos manos y en su prodigiosa cintura con las cortas
al violín.
La llave de la oreja le aupó con Armendáriz al doblar el
último toro, cuando el caballero navarro cerró el pleno de cuatro trofeos en la
montura de Cristal. A hombros se los llevaron en alegre y rara procesión: sin
Pablo no es lo mismo.
EL CAPEA | Hermoso de Mendoza, Leonardo Hernández y Roberto
Armendáriz
Toros de El Capea (1º, 2º y
5º) y San Pelayo, bien presentados y
buenos en conjunto.
Pablo Hermoso de Mendoza, pinchazo, rejonazo caído y rejonazo
(saludos). En el cuarto, dos pinchazos y rejonazo (saludos).
Leonardo Hernández, pinchazo y rejonazo (oreja). En el quinto,
rejonazo pasado y descabello. Aviso (oreja).
Roberto Armendáriz, rejonazo trasero (dos orejas). En el
sexto, rejonazo fulminante (dos orejas). Salió a hombros con Leonardo.
Monumental de Pamplona. Jueves, 6 de julio de 2017. Segunda de feria.
Lleno.
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