Rafelillo cortó una oreja al
gigantesto abreplaza, tras inventarse una faena a base de oficio y tirarse a
matar con la verdad por delante.
SALVADOR FERRER
@salvaferrer78
Diario EL MUNDO de Valencia
La de Julio siempre es feria con acento torista. La corrida
de Cuadri y la santacolomeña novillada de Los Maños apuntalaban un concepto
casi atávico. Una feria escueta y discreta sobre el papel dejaba antes de
comenzar la función dos de las faenas de la temporada de 2017: la hermosa de
Manzanares con «Bobito», de Cuvillo, y la desgarradora de Ureña ante «Rabanillo»,
de Algarra. Y apunten la de Román con «Remiendo», de Cuadri, que puede y debe
suponer un punto de inflexión en el torero valenciano.
Los toros de Cuadri traían las hechuras y la personalidad
que crecen y habitan en la finca de Comeuñas. Imposible no acordarse de
Rafaelillo y «Trastero». Ese torero murciano crecido y que se crece ante la
adversidad con lo que batalla cada tarde. El primer cuadri era el toro de la
carretera pero de carne y hueso. Un vagón con sus 640 kilos y su nobleza a
cuestas. Más fiera el de Murcia que la mole de Trigueros. Oficio, solvencia,
seguridad, autoridad, conocimientos y una estocada muy de verdad de Rafael
Rubio. Oreja por una faena inventada y cimentada desde la inteligencia.
El cuarto fue un cabrón con mala leche. Solo admitía
aquellos pasajes de la lidia ancestral en la que el toreo era burla con gracia.
Rafaelillo hasta le dedicó demasiado tiempo. Emotivo el brindis al cielo con el
sombrero que Adrián se colocó en el festival.
«Veraneante», segundo de la tarde, estaba hecho con el molde
del prototipo de Cuadri. Perfectas las hechuras. El viento molestó lo suyo.
Alberto Gómez no le encontró las teclas a un toro que fue aplomándose. Sin eco
el trasteo. «Vagonero» era un tren de mercancías. Dio un espectáculo en varas.
Imponente el bicho, que tuvo bondad. Gómez trasteó con decoro y con el mérito
de solventar la papeleta. La primera corrida del año. Mérito.
Román lleva una temporada a sangre y fuego. Lo que apuntó en
Fallas lo ha apuntalado en Madrid y Pamplona. Y hoy lo consolidó y perfeccionó
en Valencia. Hoy era Cuadri y en Bilbao será la de Miura. En San Fermín fue la
de Cebada. Los empresarios cuidando a los toreros con posibilidades y tal... Román
cuajó de cabo a rabo al tercero, bravo, con su seriedad y su carácter. Con la
importancia del toro de lidia. Quizá el toro de la feria. O sin el adverbio.
Enhorabuena Fernando, señorío de campo. Sobresaliente el inicio genuflexo,
abriendo los caminos con temple y suavidad. Sutilidad en los toques, hubo
varias series a derechas compactas, macizas, profundas, hondas. Con sus
tiempos. Román pensó en la cara del toro, disfrutó y, sobre todo, toreó a
placer. Derechazos con el desmayo genuino del clasicismo. Una ronda al natural
fue intensa y rotunda con los vuelos. Perdió las orejas con los aceros. Pero
ahí quedó la dimensión de un torero que crece, con la hierba en la boca y el
cuchillo entre los dientes. La clamorosa vuelta al ruedo supo a escaso rédito.
Otra faena para la memoria colectiva.
Román se llevó los dos toros mejor hechos. El sexto se
repuchó en varas. Tardo y geniudo. Imposible. Fin a una gran feria que deja
tres faenas de coleccionista.
CELESTINO CUADRI | Rafaelillo, Alberto Gómez y Román
Toros de Celestino Cuadri,
muy bien presentados y de juego dispar; noble con buen fondo el 1º; deslucido
el aplomado 2º; bravo y ovacionado en el arrastre el 3º; peligroso el 4º;
franco el 5º; y geniudo el manso 6º.
Rafaelillo, de nazareno y oro. Estocada (oreja). En el
cuarto, pinchazo y estocada casi entera atravesada (saludos).
Alberto Gómez, de rosa y oro. Pinchazo, estocada
desprendida (ovación). En el quinto, tres pinchazos, media baja (silencio).
Román, de sangre de toro y oro. Pinchazo y estocada que asoma y dos
descabellos (vuelta al ruedo tras petición). En el sexto, dos pinchazos, media
y descabello (silencio).
Plaza de Toros de Valencia. Domingo, 23 de julio de 2017. Última de
feria. Media plaza.
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