Con éxito pasó de nuevo el examen
de la afición venteña en San Isidro. El torero habla sin rodeos sobre los
antitaurinos, la tragedia en el ruedo, los políticos, las nuevas tecnologías...
JESÚS RUBIO
@jesusrubio_04
Diario LA RAZON de
Madrid
Vuelve a vestirse de luces en Pamplona. Será su única tarde
en San Fermín. ¿Y después? «Lo más seguro es que prepare una escapada de cuatro
días con la familia», dice. «Ellos viven en cierto modo sacrificados por mí,
así que hay que darles todo el valor que se merecen». Aún no ha elegido el
destino, «lo más seguro es que vayamos a la playa». Un descanso. Un chute de
energía en plena temporada. Su decimotercera. Con la afición de Madrid volvió a
reencontrarse en San Isidro. Una oreja que le supo a gloria. «No tengo margen
para relajarme. Debido al hecho de no estar amparado por una casa empresarial,
mi carrera depende de esos triunfos día a día». Ahora lo buscará de nuevo en la
Feria del Toro. Irá a por su tercera Puerta Grande del Encierro.
–¿Cómo se encuentra?
Es un tópico decir que uno está en el mejor momento, pero
muy contento, estoy a gusto.
–Tiene una cita con
la afición de Pamplona. ¿Es la fiesta un hándicap para los toreros?
Para mí no. La idiosincrasia de Pamplona es muy singular. Me
gusta torear allí, incluso sabiendo que hay una zona de sol donde la gente está
completamente a su bola y de fiesta. Pero aparte de ellos, en la sombra hay muy
buenos aficionados. Es una plaza de gran responsabilidad y compromiso.
–¿Correría el
encierro?
No me gustaría el día de mañana, cuando me retire, pensar
que nunca lo corrí. Pero pienso en el barullo y la cantidad de gente que hay en
el recorrido y se me van las ganas. Me da más miedo la gente que el hecho de
correr delante de los toros.
–¿Qué es el toro para
un torero?
Como animal, es el más bello que existe. No te lo definiría
ni como un amigo ni como un enemigo. El toreo es una forma de vida, y gracias
al toro me he podido sentir como artista y desarrollarme como hombre. Pero por
delante de él está la familia. No soy de los que dice que su vida es el toro.
–¿Qué hubiese sido de
Miguel Ángel sin ruedos?
Habría estudiado. O a lo mejor me hubiese dedicado al
fútbol, que también me gustaba mucho. De pequeño jugaba de portero en el equipo
del colegio.
–Ahora que saca el
tema del fútbol, ¿debería ganar más un torero que un futbolista?
Si lo medimos según lo que se expone, probablemente sí. No
hay nada que valga más que la vida y la vida es lo que los toreros exponemos
cada tarde que salimos a ejercer nuestra profesión.
–¿Cree que se les
están infravalorando a ustedes y al toro?
Actualmente estamos siendo atacados y nos sentimos
desamparados. Y el toro como animal, si no fuera por las corridas, no
existiría. ¿Para qué? ¿Para consumo? Para eso hay otras razas más rentables. Yo
crío ganado de carne y nada tiene que ver con el valor genético del bravo. Los
que pretenden defenderlo pensando en no matarlo en la plaza están equivocados.
Viven en un desconocimiento brutal.
–¿Está de moda ser
antitaurino?
Sí. Me han llegado a enseñar fotografías de gente con
camisetas que ponía: «Soy antitaurino». Yo no pretendo cambiar a nadie ni que
le guste a todo el mundo. Solo pido que se respete a quienes nos dedicamos a
ello. Si tienen que desaparecer, que desaparezcan, pero de manera natural. El
problema viene principalmente de partidos que se abanderan como progresistas y
lo único que abanderan son las prohibiciones. La pregunta es: ¿para que tú seas
feliz me tienes que hacer a mí un infeliz?
–¿Teme a los políticos?
Son los peores. El mundo del toro se ha politizado y ha sido
lo peor que le ha podido pasar. Esto no es ni de derechas ni de izquierdas. Es
del pueblo. Los toros se han empezado a utilizar como arma política para ganar
votos. Y hoy hay problemas muchísimo más importantes: la corrupción, el paro,
el abuso de menores, el yihadismo...
–¿Cómo le explicaría
los toros a Puigdemont?
Más que explicárselo, le enseñaría cómo es de verdad el
mundo de los toros por dentro. Cómo vive el animal y cómo nos entregamos a él
los toreros. Estoy convencido de que su información al respecto es cero. Pero
no fue por nada de esto por lo que los toros se prohibieron en Cataluña, sino
por una mera cuestión política y de imposición de una determinada identidad.
Está pasando con otros ámbitos también.
–Y respecto al Rey,
¿debería Felipe VI ir más a los toros?
Sí. Para nosotros es siempre un honor recibirle y su
atención para con nosotros es exquisita y del máximo respeto. En cualquier
caso, también nos sentimos muy bien representados por diversos miembros de la
Familia Real que, no solo vienen a los toros, sino que presumen de ser
aficionados.
–¿Le parece correcto
que baje el IVA en los toros y no en el cine?
No me parece normal que ninguna expresión cultural y
artística como son el cine y los toros soporten una carga impositiva tan alta.
La gente necesita la cultura y la cultura, a la gente. Por tanto, el camino
debe ser para acercarles, no para alejarles.
–Hábleme de usted.
¿Cómo es su día a día?
Los toreros no somos seres extraños como algunos quieren
hacer pensar. Yo vivo en casa con mi hija y mi mujer, en el campo. Allí entreno
diariamente, estoy con mi grupo de amigos, salgo a dar una vuelta cuando tengo
tiempo, me pego mis borracheras cuando puedo, me voy de vacaciones... Una vida
normal.
–¿Se siente
anacrónico?
Para nada. Creo que visto de forma actual, estudié en un
colegio de jesuitas, tengo un iPhone, viajo muchísimo... No me considero una
persona que no encaje en esta sociedad.
–¿Cómo es su
entrenamiento?
Tengo un entrenador personal para ello. En este aspecto nos
hemos profesionalizado mucho los toreros. También me gusta hacer boxeo y andar
en bicicleta. Y luego, lógicamente, toreo de salón e ir a los tentaderos.
–¿Es el toreo una
profesión de vida al límite?
Vivo al límite cuando estoy delante de la cara del toro, que
ahí es cuando no hay nada seguro. Pero luego, en el día a día, todo se
normaliza. Aunque sí es cierto que mi profesión es muy absorbente y necesita
mucho de tu tiempo.
–¿Se torea por
vocación o también por dinero?
Por vocación. Sólo por dinero sería imposible ponerte el
traje de luces. No hay cosa más ingrata que hacer algo sin sentir la necesidad
de ello.
–¿Cuáles son las
peores cornadas?
Para el titular queda muy bonito decir que las que no se
ven. Pero son muy dolorosas las físicas, las reales. No comparto la opinión de
otros compañeros de que las cornadas sean medallas.
–¿Cuántas tiene?
Dieciséis.
–¿Y le teme a la
tragedia?
Muchísimo. Le mentiría si le dijese lo contrario. Me repatea
cuando escucho algunos compañeros las gilipolleces que llegan a decir a los
medios de que se van a jugar la vida o que salen a morir a la plaza. Me
revuelve el estómago hablar con esa naturalidad y esa frivolidad de la muerte.
Yo me quiero morir en mi casa, en mi finca y rodeado de hijos, de nietos...
–¿Dónde está la meta?
En la ilusión. No te podría decir que está en cinco años, en
quince, en mil corridas... Está en la ilusión. Cuando a un torero se le acaba y
siente que no tiene nada más que decir debería retirarse.
–¿Y ha pensado usted
en eso?
No. Pero sí que es cierto que cuando estás solo te paras a
pensar: ¿cuántas temporadas aguantaré con esa ilusión? Piensas, solo eso.
Aunque lo que sí sé es que el día que no tenga esa ilusión me retiraré.
–¿Es supersticioso?
Soy más maniático. Siempre dejo la luz de la habitación
encendida, empiezo a vestirme por el lado derecho, arranco el paseíllo también
con ese pie, y luego, en la calle, no paso por nada en el mundo debajo de un
andamio.
–¿Y creyente?
Sí. Suelo pasar por la capilla.
–¿Cómo vive su mujer
el que usted sea torero?
Ella apoya mis decisiones al 100%, aunque en algunas tenga
otra visión. Nunca me ha dicho que lo deje. Y nunca me lo dirá. Está conmigo en
todo. Lo vive al pie del cañón y viaja a verme.
–¿Qué aficiones
tiene?
El acoso y derribo principalmente. Luego hubo una época en
la que me dio por el pádel, pero lo dejé.
–¿Los toros son más
de los Beatles o de los Rolling Stone?
El toreo es una concepción artística y el arte, para serlo,
no debe tener límites. Ni encasillamientos. El toreo es tan grande que en él
caben los Beatles y los Rolling Stone, y además, juntos.
–En febrero de 2014
dejó las redes sociales, ¿Por qué?
Por mi desacuerdo con tantas cosas que se vuelcan en ellas
sin control. Son bastantes los aspectos negativos que tienen. El principal, que
cualquiera te puede cuestionar tu profesionalidad y tu dignidad. Y hablo tanto
de antitaurinos como de taurinos. Nadie es quién para cuestionarme nada. Una
sociedad que se dice moderna no puede consentir que se sobrepasen determinados
límites. Y quien desea o celebra la muerte de otra persona solo puede ser un
miserable. Soy una persona que en ese sentido se calienta muy pronto y prefiero
no entrar al trapo. Además, si pudiera cambiar el iPhone por el Nokia también
lo haría. Me da mucho miedo el poder de la información. El mundo está loco. Y
no sé hasta dónde vamos a llegar. Yo me pregunto: ¿qué sociedad se va a
encontrar mi hija? Antes no lo pensaba, pero ahora, que ves a niñas de 13 o 14
años que se quedan embarazadas, las numerosas violaciones, el tema de la
Ballena Azul... Las redes e internet me preocupan. Antes el mundo era mucho más
puro, más salvaje, tenía otra esencia.
–¿Cómo le gustaría
que le recordasen de aquí a unos años?
Como una persona, ante todo, leal y honesta con los
compañeros y la profesión. Y luego por mis triunfos en los ruedos. Hasta ahora
creo que puedo levantar la cabeza y sentir que no me voy defraudado.
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