Garbo y gobierno del torero de
Linares en una faena casi redonda. Reaparición interesante de Manuel Escribano.
Padilla, volteado aparatosamente y herido peor no de gravedad. Público
dominical de fácil contento.
BARQUERITO
APENAS picado pero bien sangrado, el primero de Fuente
Ymbro, burraco y armado por delante, estuvo a punto de galopar. No tanto.
Padilla se había hecho en plaza con una larga cambiada de rodillas en tablas.
No fue la única de la tarde. Otras dos le pegó el propio Padilla al cuarto en
el recibo, y ese toro sí galopó. Al toro de su reaparición, el tercero de
corrida, también lo saludó Escribano con larga de rodillas en tablas, y al
sexto lo esperó de salida en el tercio –ni a porta gayola ni entre rayas ni en
los medios- para intentar una nueva versión en distancia de la suerte. Acto
fallido. Tal vez deslumbrado, el toro no atendió a reclamo, parece que sí a la
voz, y pasó de costado sin dejar a Escribano echar siquiera la capa a volar. Un
raro desaire.
En tablas, y en un viaje de ida a escape, al fin pudo
Escribano largar de rodillas al toro, el único castaño dentro de una corrida de
mayoría de mulatos o retintos. Fue el toro loco de la tarde. Belicoso de
partida, cazado a lazo en varas, de esperar y arrear en banderillas y, en fin,
loco por irse tras mucho correr de acá para allá. Tanto Padilla como Escribano
banderillearon sin hacerse de rogar. En tercer y cuarto toros compartieron
tercios de invitación. Doce pares de banderillas, digamos, de autor. Padilla se
prodigó en violines muy celebrados. Las dos reuniones más ajustadas fueron
suyas. Escribano ensayó con el tercero la suerte que le dio fama mayor: el
quiebro en tablas. Suerte que le costó en su año de revelación una muy grave
cornada pero que todavía aparece en su repertorio. El toro de la reaparición,
en el par de cierre de tercio, no llegó ni a entrar en suerte, tan solo a
cabalgar a su aire.
Fue, por lo demás, tarde de brindis particulares. Estaba en
un tendido de sombra un cuarteto del equipo médico de la plaza de Alicante que
le salvó literalmente la vida hace casi nueve meses y Escribano los hizo
levantar de su asiento para brindarles el toro del regreso se supone que con un
emotivo parlamento. Mucha gente estaba en el secreto. Sacaron al torero de
Gerena a saludar al tercio después del paseo, la ovación fue de gala. Todavía
más sonora la ovación en el momento del brindis. Los médicos de Alicante la
agradecieron.
Curro Díaz había brindado el segundo de corrida al propio
Escribano y a Padilla, a los dos a la vez y juntos, en un gesto de
reconocimiento a lo que representan por su valor de toreros supervivientes.
Hubo, además, un par de brindis al público, y música, muchísima música: en los
cuatro tercios de banderillas de matador, en los intermedios y sin demora en
las seis faenas de muleta, que fueron de muy distinto cariz. Público dominical,
receptivo, asustadizo. Y una corrida de Fuente Ymbro con dos toros de sencillo
trato: el primero de Padilla, de buen son por la mano derecha y no por la otra,
y el segundo de Curro Díaz, que, un punto distraído, quiso bien y fue el más
elástico de los seis.
Con ese quinto, la faena de la tarde, que llevó la firma tan
particular de Curro Díaz, el sello de su particular pinturería natural, la marca
de la golosa pincelada en los muletazos de apertura y cierre de tandas, la
gracia de la ligazón no siempre a suerte cargada pero siempre a ritmo y en
muletazos templados. Gracia sin empacho. Ligera y liviana pero acompasada la
muleta. El muletazo mágico de la corrida se lo había pegado Curro al segundo
casi al final de faena, con la zurda firmada y enroscada, pero a este quinto le
pegó unos cuantos de aquí me quedo y me encajo y me suelto. Cosas del garbo.
Escribano también cobró por abajo muletazos de profundo
sentido con un tercero que desparramó la mirada demasiadas veces. Un molinete
sevillano –el engaño casi por las rodillas, raudo el giro a pies juntos- contó
en el capítulo de muletazos sabrosos. Padilla se peleó sin ahorrar emociones a
sus devotos. Faenas como montañas rusas, ni redondas ni cuadradas, más
interminable que indescriptible la del toro burraco, y bastante dramática la
del cuarto, que lo cogió en un descuido y le pegó una voltereta brutal y una
cornada en el muslo. A ese toro cuarto le había hecho un heterodoxo quite por
faroles.
FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Fuente Ymbro
(Ricardo Gallardo)
Juan José Padilla, vuelta tras un aviso y una oreja. Herido
por el cuarto en el muslo derecho.
Curro Díaz, saludos y una oreja.
Manuel Escribano, ovación tras aviso en los dos.
2ª de Fallas. 4.000 almas. Soleado, fresco. Dos horas y media de
función. Luz artificial en los dos últimos toros.
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