Mucha libertad, aire puro a
discreción y los antibióticos justos han obrado el milagro de la recuperación
del toro de Domingo Hernández.
José Luis Benlloch
Diario LAS PROVINCIAS
de Valencia
Pasmoso, el toro que se ganó la vida en el ruedo de
Valencia, y López Simón, el torero que lo disfrutó e hizo disfrutar a los
aficionados, se han vuelto a encontrar, ahora en la paz del campo charro. El
momento, lejos de la tensión de la lidia en la que les iba la vida a ambos,
apartados de los focos periodísticos, ha sido de lo más emotivo. “Yo nunca
había tenido la oportunidad de reencontrarme frente a frente con un toro con el
que me había jugado la vida. Sentí una gran emoción y mucho reconocimiento por
lo que me había hecho vivir y por lo que me ha dado”, contó Alberto. “Tiene la
misma expresión de nobleza. Y creo que sí, que me ha reconocido. Yo no lo
olvidaré jamás”, concluyó.
El ganadero, Justo Hernández, que estos días acapara
parabienes y lisonjas, no se siente menos orgulloso. “Por momentos como el que
hemos vivido en Valencia es por lo que vale la pena todos los sacrificios que
conlleva la vida del campo. Es lo que da razón de ser a una pasión por el toro
y el toreo como la que me acompañó siempre y por la que vivo”.
El encuentro entre Pasmoso y López Simón ha tenido lugar en
Traguntía, en la comarca de Tierra de Vitigudino. Una finca de quinientas
hectáreas de las consideradas como típicamente charras. Aquí, fieles al
espíritu castellano, mezclan a partes iguales lujo y sobriedad, las paredes de
los cercados son de piedra, de las que ya no se hacen y todas las dependencias
tienen fundamento. “Hasta lo que no se ve está bien hecho, como hacen las cosas
la gente de Salamanca”, presumen los camperos del lugar. Aquí nació Pasmoso,
hasta que ya de utrero lo llevaron a las dehesas del Vizconde de Garcigrande,
allá en Alaraz, para que cogiese cuerpo y cuajo, y desde donde una vez
cumplidos los cuatro años salió para ser lidiado en Valencia.
Pasmoso ha vuelto a Traguntía convertido en leyenda. Lo
hemos visto en un cercado no muy amplio que comparte con una piara de bueyes
para que se sienta acompañado. Tiene el techo de un robledal imponente y
aparece muy vivo, alerta a los visitantes y atento a la cámara, apenas unas
cicatrices en el morrillo recuerdan su reciente pelea. La recuperación ha sido
espectacular. Mucha libertad, aire puro a discreción y los antibióticos justos,
han obrado el milagro. “La libertad es fundamental para recuperar estos
animales acostumbrados a vivir a campo abierto como no tienen ocasión de
hacerlo los bovinos de otra razas. Son los privilegios del toro de lidia”,
comenta el ganadero.
SU NUEVO DESTINO
Hijo de la vaca Pasmosa, de la que heredó el nombre, y del
toro Ganador, tiene mezcla de sangres del encaste domecq y de los parladé de
Domingo Ortega. Colorado, marcado con el 111, pesó 532 kilos y no parece haber
perdido muchos en todo este trajín. Su destino ahora es de semental de la
ganadería. Superado el calendario campero que marca la hora de la cubrición,
tendrá que esperar a octubre para encontrarse con un lote de vacas que ya le
tiene elegidas el ganadero. Estará un año cubriendo y luego descanso hasta que
se compruebe que todas las virtudes que mostró en Valencia, como la bravura, la
alegría y prontitud en acudir a los retos y la nobleza, la transmite a sus
descendientes. Si es así, volverá a disponer de un harén y entrará a formar
parte de los sementales de la casa, la joya de la corona en todas las
ganaderías.
En casa de Justo Hernández han indultado más de veinte toros
a lo largo de su historia y todos ellos, recuerda, han sido excelentes
raceadores. Quizá por eso se muestra por encima de las críticas que siempre
acompañan estos hitos: “Que lo regulen de otra forma pero a día de hoy, por sus
cualidades y porque el público así lo decidió, Pasmoso está merecidamente
vivo”. Para López Simón es el cuarto indulto, los logró con anterioridad en
Istres, Cieza y Jerez. Tras permanecer largo rato frente a Pasmoso concluyó:
“Este ha sido el más importante de todos”.
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