miércoles, 8 de marzo de 2017

FERIA DE OLIVENZA – TERCERA CORRIDA: El apabullante valor marmóreo de Roca Rey

El joven peruano sale a hombros con José María Manzanares ante una corrida de pobre fondo y no exenta de complicaciones de Victoriano del Río.
Roca Rey
ZABALA DE LA SERNA
Olivenza (Badajoz)
@zabaladelaserna

Un rumor acompañó el vestido mandarina y azabache de Morante de la Puebla en el paseíllo. Un naranja apagado por una mezcla de ocre que quizá ni fuese mandarina. "¡Qué feo!", dijo alguien. Feo el torito de Victoriano del Río y su flequillo de invierno sobre su cara lavada de niño travieso y sus puntas de alfiler. Feo el modo de cruzarse por dentro con el capote. Y además la supuesta fealdad del vestido anaranjado de Morante se transfiguró en bronce con tres verónicas mecidas, tres lances de fragua, yéndose con el toro, y una asolerada media en la cadera. Ya no era mandarina sino caldero.

Tomó los mandos de la lidia José Antonio Carretero, un espectáculo en sí mismo. No hay otra plata más de ley que su brega. Cuando soltó el capote a una mano para cerrar al toro en el burladero, algunas voces sabias reconocieron su poderío.

Morante se sacó al del flequillo entre las rayas sin demasiada convicción y desmayó una triada de redondos con sabor, que si no siguió fue porque la embestida carecía de celo y se frenaba y había que taparla mucho para cegar las ideitas y las miradas. Cambió de terrenos y en los medios tampoco ayudaba el toro. Un derechazo, un cambio de mano, un molinete zurdo para cerrar la tanda a izquierdas y un ayudado por alto como apuntes de Casero. Y nada más que ese andarle por la cara tan torero. Cazó una estocada habilidosa, atravesada y contraria que necesitó del difícil descabello allá en toriles. Más feo fue el toro que el vestido de José Antonio de la Puebla.

Las verónicas atalonadas de José María Manzanares pararon al chorreado castaño y montado segundo con prestancia. El puyazo de Paco María con todo el palo por delante y en lo alto levantó las ovaciones. El trincherazo de poder y apertura fue demasiado para el poder del toro, que lo acusó con su osamenta en el ruedo. Su pretendida buena condición duró un par de series sobre la derecha de soberbio final en los pases de pecho. Tardeó y se lo pensó mucho desde entonces anunciando un final precipitado. JMM intercaló un circular invertido y unas manoletinas, tan ajenas también a su repertorio, ya en tablas. Los obligados pectorales, que diría Suárez-Guanes, elevaron siempre la categoría de las rondas. La estocada se desprendió de la cruz, lo que no fue óbice para que cayera la oreja.

Roca Rey convulsionó Olivenza desde los cimientos inamovibles de su valor de mármol. Clavado casi en la boca de riego desplegó un quite de chicuelinas, tafalleras y medio farol como interludio para las gaoneras que desembocaron en una revolera airosa. Los estatuarios de obertura de faena se intercalaron con cambiados por la espalda cuando asomaba la muleta en su izquierda. El toro acucharado y bajo respondió a su larga diestra. Pero en la segunda serie ya amagó con un parón que RR encajó sin pestañear un músculo. El terremoto de Perú se lanzó al ataque en cuanto comprobó que allí no había otra que atacar. Redaños contra la guasa sorda. Los muslos ofrecidos, las zapatillas hundidas, el valor desnudo y de frente. El personal se llevaba las manos a la cabeza en la arrucina, y en las luquecinas con el reverso de la muleta, y en las bernadinas sin espacio, y en las salidas de la cara del toro con esa soberbia que desborda el escenario y trepa por las gradas. Se fue detrás de la espada como un cañón hasta toparse con los pitones en la faja: la estocada levemente rinconera reventó al toro. Y reventó la plaza: dos orejas para un tipo que viene, o sigue, como una apisonadora.

El nervio del cuarto le provocaba incómodos movimientos de avispa. Picaba en todos los embroques con electricidad venenosa. El toro anti Morante, que por momentos quiso hacer un esfuerzo en aquellos naturales o en estos derechazos. La división de opiniones no cesó hasta la muerte.

Volvió a estar fácil Manzanares con un quinto que tan sólo "empujaba" la muleta, como dicen ahora, en los pases iniciales de cada tanda. Un camino hueco y cada vez más vacío, como la embestida punteadora, llevaba la faena. Hasta que el matador la arregló con un tremendo espadazo en la suerte de recibir. Como un puñetazo en la mesa que hizo temblar al palco. Sólo por eso se daba antiguamente, como se dio, la medalla de la oreja.

El largo y hondo sexto, el más fuerte de la corrida, derribó el caballo por los pechos, causando un enorme revuelo por la integridad del equino en estos tiempos de sensibilidad animal. Al pobre picador ni caso. Roca Rey se reafirmó por caleserinas de plomo antes de quedarse sin enemigo en la muleta. El bruto se tornó enseguida tan mulo como sus hechuras presagiaban. Parado y a la defensiva. El joven limeño se quedó sin opciones ni para arrimarse. La puerta grande ya estaba conquistada. Así que el bajonazo fue un simple borrón.

VICTORIANO DEL RÍO | Morante de la Puebla, José María Manzanares y Roca Rey
Toros de Victoriano del Río, correctos de presentación y desiguales de hechuras, de pobre fondo y no exentos de complicaciones.
Morante de la Puebla, de mandarina y azabache. Estocada atravesada y un punto contraria y descabello, pinchazo y descabello. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada atravesada delanterilla (saludos con división).
José María Manzanares, de rioja y oro. Estocada caída. Aviso (oreja). En el quinto, estocada algo contraria en la suerte de recibir (oreja).
Roca Rey, de malva y oro. Estocada rinconera (dos orejas). En el sexto, bajonazo (palmas de despedida). Salió a hombros con Manzanares.
Plaza de toros de Olivenza. Domingo, 5 de marzo de 2016. Última de feria. Lleno de "no hay billetes".

No hay comentarios:

Publicar un comentario