PACO AGUADO
Ha pasado ya casi una semana, pero conviene volver la vista
a la presentación de los carteles de la primera feria de San Isidro que ha
organizado Plaza 1, la UTE formada por Simón Casas y Nautalia que debuta al
frente de Las Ventas. Porque, no en
vano, el acto se salió, por fin, de la triste y cutre norma habitual.
Para bien del propio toreo, por su difusión masiva por otros
cauces mediáticos, la nueva empresa prefirió hacerlo a lo grande, con una
lujosa cena de gala sobre el mismo ruedo de la plaza y bajo la cubierta de una
carpa que convertía el escenario en un salón de grandes eventos. Es decir, como
merece, ni más ni menos, la presentación de la cita más determinante de la
temporada taurina mundial.
Hacía mucho tiempo que se echaba en falta algo así, un acto
que arrinconara de una vez la rutina y la desidia de esas presentaciones
rancias en la Sala Bienvenida, a las que ya no acudía casi ni la prensa
especializada porque nada aportaban, una vez que las combinaciones, a base de
"investigaciones", se conocían al completo desde varios días atrás.
Éramos muchos los que llevábamos años reclamando este cambio
radical de imagen, un acto como el que se encargó de organizar Plaza 1, en el
que la categoría del evento estuviera acorde con la importancia de lo que anuncia.
Claro que, para ser sinceros, las brillantes formas de lo del miércoles pasado
puede que hayan superado incluso el fondo de la cuestión: la elaboración de
unos carteles no muy distintos en esencia a los de los últimos años de
Taurodelta.
Se esperaba más, en ese sentido. Sobre todo porque, desde
que ha alcanzado su sueño de ser empresario de Madrid, el vehemente y expansivo
Casas se ha dejado llevar más por la ilusión y el entusiasmo en sus
declaraciones que por el pragmatismo y la prudencia que aconseja la cruda
realidad: sin conseguir la más que improbable vuelta de José Tomás al escenario
de sus grandes hazañas, en el actual panorama torero no hay más cera que la que
arde…
Reconozcamos, eso sí, que condicionados por un escalafón muy
gastado y tenazmente repetido –al margen, claro, de las últimas novedades–
Simón y Curro Vázquez –éste en el papel de excelente amparador en las
negociaciones– han conseguido, al menos, ponerle algo de imaginación y
coherencia al juego de las combinaciones, hasta lograr envolver de cierta
frescura la monotonía dominante e inevitable.
Pero no por ello la que se nos avecina deja de ser más de lo
mismo, una feria mediana, sin grandes sobresaltos ni sorpresas, y que, más allá
de las buenas intenciones de la empresa, refleja con inapelable exactitud el
delicado momento por el que atraviesa la fiesta de los toros en España, y no
decimos que también en México, una vez que, lamentablemente, la presencia de
los toreros aztecas en los carteles es la menor de las últimas seis o siete
ediciones del abono.
Así las cosas, probablemente haya llegado el momento de
asumir la realidad y reducir el ciclo isidril a no más de una docena de tardes
de gran nivel, con los toreros y ganaderías de más fuerza, y extender, como era
hasta que Livinio Stuyck ideara la feria, un abono de primavera, bien
promocionado desde abril hasta junio, en el que sábados y domingos y a precios
más populares pasara por Madrid el resto de diestros interesantes del
escalafón.
Evidentemente, este otro planteamiento no deja de ser una
utopía irrealizable en el panorama actual, pues ninguna empresa se atreverá a
desdeñar el tirón y los réditos económicos que el abono tiene por sí solo, a
pesar de exigir la presencia del aficionado en treinta tardes continuadas y
agotadoras. Como tampoco, visto lo visto, se encontrarían figuras capaces de
sumar más de dos paseíllos en este duro escenario que llevan varios años
acostumbrados a rehuir en todo lo posible.
Por eso mismo, la gran noticia de esta feria es la
presencia, dentro o fuera de las corridas del abono, de Alejandro Talavante
hasta en cuatro ocasiones, una de ellas con los "victorinos". Todo un
gesto de figura y un apoyo enorme a la nueva empresa, que no ha encontrado la
misma receptividad en otros diestros de la primera fila.
Lo curioso del caso es que no parece que la decisión del
extremeño se haya cantado lo suficiente, o al menos en la medida que se merece,
quién sabe si por el hecho, para muchos detestable, de que este torero haya
decidido no aparecer en los numerosos actos y entregas de premios que se han
celebrado también días atrás en la capital de España.
No ha actuado Talavante como otros compañeros tan
políticamente correctos que acuden hasta a los bautizos… pero al final sólo
firman un paseíllo en Las Ventas.
Claro que, para dejarse ver en Madrid, cuesta menos ponerse
el smoking o la corbata de seda que el vestido de torear.
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