sábado, 25 de marzo de 2017

El quid de los indultos es la durabilidad

JOSE ANTONIO DEL MORAL

Cada año que pasa se indultan más toros. Cuando esta triunfal singularidad sucede en plazas importantes tiene amplísima difusión y a la vez suele despertar recelos cuando no enfados de los aficionados que presumen de exigentes y entendidos aunque no lo son tanto como creen. No admiten el indultó de esos toros que llaman “comerciales” y tanto desprecian aunque den buen juego, ni valoran lo que hagan los toreros con ellos.

Sean de las ganaderías que sean, lo cierto y verdad es que para que un toro merezca ser indultado, de cuantas virtudes tenga, la que más influye en la práctica es la “durabilidad” siempre y cuando mantenga la nobleza que también es imprescindible. Por tanto, cuanto más tiempo transcurra en su noble embestir en la muleta, más cerca estará de ser indultado.

No es nada fácil conseguir que un toro dure embistiendo con nobleza y con repetición quince, veinte o incluso más minutos en la faena de muleta. Por eso hay que celebrar y no lamentar que en cada temporada sean indultadas muchas reses de lidia.

El indulto es el mayor premio que se concede en el toreo porque implica a los contendientes. Para los que han criado al toro premiado y para el torero que lo ha conseguido.

Consciente de que lo que acabo de decir no será del gusto de muchos, insisto en lo muy difícil que es criar toros que duren suficientemente para que les sea perdonada la vida.  Seguro que no faltarán los que digan que es fácil de conseguir. Pues no señores, que un toro embista noblemente durante tantos minutos, ha sido una de las conquistas más grandes que han logrado los mejores criadores de toros de lidia, privilegiados taumaturgos de la bravura según el concepto que de la misma tenemos actualmente. Cual privilegiados alquimistas, estos privilegiados ganaderos han ido mejorando las condiciones de los toros a lo largo del tiempo hasta llegar a criar esos ejemplares que por su magnífico juego consiguen que se les perdone la vida.

Hay quienes creen y se niegan a aceptar que la durabilidad no es bravura. Y yo les digo que sí, que eso es precisamente la bravura. Desde luego que no todos los toros indultados dan juego brillantísimo en el tercio de varas. Como también los hay que hacen cosas de bravos en el caballo y luego no son como queremos que sean en la muleta.

Pues bien, soy de los que creen que un toro que dura mucho en la faena de muleta aunque no haya cumplido idealmente en el caballo, es más bravo que un toro que resulta todo lo brillante que se quiera en el caballo y luego se viene abajo o desarrolla genio.

Un toro que embista con prontitud, con fijeza y con nobleza en la faena de muleta, demuestra que es encastado. Un toro que llegue al último tercio agotado antes de la cuenta o sacando genio, no lo es por muy bravo que haya sido en el primero.

Todavía quedan algunos ganaderos que en los tentaderos seleccionan por el buen comportamiento de las vacas en el caballo y aprueban futuras madres sin importarles que en la muleta no sean buenas. Y además presumen de ello. Así les va… porque la mayoría de sus ganaderías decaen sin remedio hasta desaparecer.

Claro que los indultos también dependen de que los toreros les hagan bien las cosas. Todos sabemos que hay toreros capaces de dar la lidia adecuada a cada toro y que incluso consiguen que mejoren su comportamiento inicial por capaces de descubrir lo que no parecían llevar dentro en los primeros tercios.

He visto indultar muchos toros. Este año, el más importante y famoso fue el de «Cobradiezmos» de Victorino Martín en Sevilla. Obra del criador Victorino hijo quien, hace poco, dijo en una conferencia y en algunas entrevistas que no concibe un toro bravo sin que sea noble. Que los que no son nobles no son bravos en el sentido más estricto de la palabra.

De todos los toreros de la historia, el que más toros ha logrado que se les perdone la vida ha sido y sigue siendo Enrique Ponce. Le nombro por eso y porque he sido testigo de muchos indultos conseguidos por él.  Claro que Ponce lo ha conseguido con toros que lo merecían con creces y también con toros que no lo merecían tanto. Pero todos, absolutamente todos tuvieron la virtud de la durabilidad.

El indulto de los toros no solo es un premio. Es la apoteosis de la bravura y del toreo. Y también el mejor tentadero para descubrir buenos sementales. Hace pocos días, Justo Hernández, que es quien ahora dirige las vacadas de Garcigrande y de Domingo Hernández ha dicho a raíz del polémico indulto de su toro en la última corrida de las Fallas que en su casa utilizan como sementales a todos sus toros indultados. Y que el indultado en Valencia también lo será. Algo tendrá que ver esto con el ya larguísimo éxito de su ganadería.

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