El matador extremeño sale a
hombros con la figura madrileña tras repartirse cinco orejas de una notable
corrida de Garcigrande; Talavante sólo se lleva un trofeo con el peor lote.
Antonio Ferrera |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Olivenza (Badajoz)
Cuando se descerrajó el portón de cuadrillas, al sonido de
los clarines, Antonio Ferrera apretó la mandíbula con la sonrisa interior del
vencedor bajo el rictus de la responsabilidad. Una luz de victoria alumbraba
como el sol de la tarde el final de un túnel oscuro. Casi dos años fuera de
combate por una mala lesión de huesos, dos temporadas de amarga espera, placas
y clavos.
La ovación sentida de Olivenza arropó a Ferrera. Como Juli y
Talavante en las palmas generosamente compartidas. Vestido de sangre y oro, el
matador reaparecido volvió a calarse la montera. Y saltó a la plaza
"Descorchado", el toro del regreso.
AF se hizo presente pronto con el capote, y pronto se
intuyeron algunas de las virtudes de "Descorchado": el galope y el
tranco alegres, la humillación entregada, la repetición continua. Una
concatenación de excelentes verónicas a compás desembocó en los medios. El
garcigrande nunca pararía, "in crescendo" en su comportamiento. La
fijeza y el empuje en el caballo, el reprís bravo en banderillas. Antonio
Ferrera cuadró un par al cuarteo, falló otro por el pitón contrario y se expuso
con arrojo por los adentros.
La faena fue al ritmo que marcó el toro desde los inicios.
Ferrera acusó el parón, tan extenso, por momentos. No pocas veces sorprendido
por el ímpetu de "Descorchado". Como si hubiera faltado una vara. Un
cambio de mano resultó excelso. Ya más gastada la embestida una tanda de
redondos desprendió la templanza pretendida. Antes de un puñado de circulares
invertidos, un ocho ligado con la misma suerte al natural y un broche muy
torero. Un pinchazo, una estocada arriba y una oreja. La plaza donde Antonio
tomó la alternativa hace 20 años y treinta y tantas cornadas incluso pidió un
trofeo más con cariño.
Juli tiró de suavidad con un toro que la exigía. No admitía
ni un tirón, como anunció aquel volatín en los lances de saludo de manos bajas.
Y sólo hubo uno en una faena de mucho tacto para su pacífica nobleza. Llamó la
atención el principio cordobesista, muy Benítez, al paso y por alto,
despreciando la embestida con la mirada clavada en el ruedo. Julián puso lo que
al toro le faltaba de emoción. Hasta la media docena de circulares invertidos,
que ayer debía de ser el día. Otro trofeo tras agarrar hueso. La estocada
pasada fue eficaz.
Alejandro Talavante siguió la senda de sus compañeros y se
abonó al pinchazo previo a la muerte. Y a la oreja. El impactante arranque de
faena con una arrucina de rodillas, un pase cambiado y el toro saltando
prácticamente por las hombreras desde su galope tendido convulsionó los
tendidos. Amagó con rajarse en chiqueros, pero, como sucede tantas veces con
Garcigrande, no fue así. En los terrenos cercanos a la querencia, Talavante y
el toro compitieron en ligereza. Mejor los dos también por la mano izquierda
(una tanda de naturales fue la cota y la cima). Iguales ambos en la
informalidad. Como faltos de reposo. La repetición de la embestida era a
pistón. Como la escasa entrega hasta el final. El adiós por manoletinas en
tablas puso la guinda.
Antonio Ferrera volvió a interpretrar con el cuarto el quite
como en las viejas tauromaquias, para quitar el toro del caballo. El par al
quiebro por los adentros, partiendo desde el cite de rodillas, elevó el tercio
de banderillas con verdadera emotividad. Después entendió la distancia en la
muleta. Porque el garcigrande solo ponía la inercia. Y con las inercias jugó a
falta de sincero viaje. El garbanzo negro (con permiso del sexto) dentro de la
buena corrida de Justo Hernández se echó dos veces. AF anduvo inteligente y por
encima. Cuando lo mató de una estocada caída, la pasión se desató. El
presidente puso freno al doble premio. La oreja ya significaba la puerta grande
como la felicidad consumada del regreso.
Sorteó El Juli el otro gran toro de la tarde:
"Boxeador" no falló como quinto que era. Descolgó con temple, todo
hecho siempre por abajo, con una nobleza sostenida. Juli lo cuajó con las
mismas armas y con su toreo largo, clonando todas las series, ya fuesen en
redondo o al natural. La automatización de una máquina perfectamente engrasada
de tiempos y registros imperceptibles. Todo concebido para el toro. Respiró la
faena una tranquilidad sin crispación ni resortes antiguos, y se transmitió a
los tendidos. El soberbio espadazo rindió al palco, que asomó los dos pañuelos.
Julián se sumó a la salida a hombros de Ferrera.
Talavante sin embargo tuvo la desgracia de salir a pie al
completar el peor lote con el basto sexto, que topaba sin clase alguna. No
mereció la notable corrida de Garcigrande tal postre.
GARCIGRANDE | Antonio Ferrera, El Juli y Alejandro Talavante
Toros de Garcigrande, de
correcta presentación; destacaron el extraordinario y bravo el 1º y el muy
notable 5º; el 4º y el 6º bajaron la nota de un buen conjunto.
Antonio Ferrera, de sangre de toro y oro. Pinchazo y
estocada (oreja y petición). En el cuarto, estocada caída (oreja y fuerte
petición).
El Juli, de tabaco y oro. Pinchazo y estocada
pasada (oreja). En el quinto, gran estocada (dos orejas).
Alejandro Talavante, de malva y oro. Pinchazo y estocada. Aviso
(oreja). En el sexto, dos pinchazos, estocada honda atravesada y descabello
(silencio).
Plaza de toros de Olivenza. Sábado, 4 de marzo de 2017. Tercera de
feria. Lleno.
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