En Tovar, no es fácil que las
cosas cambien, pues poco ha cambiado la recién ratificada dirigencia taurina,
la cual ahora, para complemento, acentúa desequilibrios en su seno.
Hay un pueblo en el Valle del Mocotíes que, a lo largo de
más de siglo y medio, fue consolidándose como taurino y su feria había llegado
a ser la más antiguas del país. Su afición era proverbial, pues generaciones
enteras se fueron formando por sus progenitores, quienes se ocupaban de
iniciarlas desde la infancia en el aprecio y respeto que merece la Fiesta
Brava, lo cual era religiosamente puesto a prueba en los festejos de septiembre
y formaba parte importante del cúmulo de vivencias de los muchachos del
terruño.
Esta singular tradición taurina, timbre de orgullo de la
población local, se mantuvo por muchas décadas; los aficionados se esmeraban en
aprender lo más posible y de estos conocimientos se beneficiaban otros pueblos
de la zona e, incluso, llegaron hasta la capital del estado, donde estuvieron a
la base del entusiasmo que hoy tiene por las corridas de toros.
Pero pasaron las épocas de bonanza y se inició un período en
que toda esperanza se fue malogrando, al compás de una prédica engañosa,
plagada de malsano populismo e irreflexivos arranques despóticos, que
condujeron al país al despeñadero más funesto e insensato que haya conocido su
historia republicana.
Por supuesto, que a esta catástrofe nacional no podía
escapar aquel pueblo bendito de larga tradición taurina, cuyo magnífico Coliseo
y su afición de solera, sufrieron los embates de una decadencia, originada y
orquestada desde cenáculos del poder.
Es lastimoso observar cómo se utilizan toda clase de
artimañas para carcomer la esencia de la Fiesta Brava, la cual se va degradando
hasta convertirse en espectáculo ramplón y populachero, haciendo mofa de la
tradición y pretendiendo distorsionar la estimativa de las nuevas generaciones
de aficionados, para que legitimen como meritorios, espectáculos de marcado
carácter grotesco.
De esta manera, se ha ido atropellando la afición taurina de
mayor raigambre que la patria ha conocido y socavando la centenaria tradición
de un pueblo que lo ha tenido todo, pero sus autoridades le han dificultado,
por acción, omisión, politiquería o simple ignorancia, llegar a consolidarse
como un verdadero Norte taurino en el país.
No es fácil que las cosas cambien, pues poco ha cambiado la
recién ratificada dirigencia taurina, la cual ahora, para complemento, acentúa
desequilibrios en su seno, que pueden terminar de dar al traste con todo
vestigio de pluralismo en la toma de decisiones.
No obstante, nunca es tarde para rectificar y hacemos votos
para que el Cristo de La Galera, que con sus brazos abiertos ampara nuestro
pueblo y cuyo nombre debiera ostentar la Puerta Grande de su Coliseo, haga
prevalecer la sindéresis en todos los estamentos taurinos tovareños y evite que
situaciones de esta índole puedan repetirse en parte alguna.
En todo caso, habría que añadir que, por definición, un
eclipse es transitorio y puede durar mientras Venezuela se libera de la causa
de sus terribles males, brille de nuevo la democracia y se pueda rescatar el
genuino sentido de la Tauromaquia en el Valle del Mocotíes.
Eduardo Soto,
Aficionado Taurino Tovareño
03012017
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