Hubo toreo. Del bueno. Pero no
hubo espadas. Y así no se puede triunfar. Es el resumen telegráfico de la
primera corrida de la segunda parte de la Temporada Grande de La México, ahí
donde Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti apuntaron cosas muy interesantes, cada
uno con su estilo y determinación, en una tarde en la que Miguel Ángel Perera
no acabo de redondear con sus dos toros. Este tipo de ganado no le va al
extremeño.
JUAN ANTONIO DE LABRA
Bonitos, bajos, bien hechos y criados con esmero. También
nobles… y flojos. Sin duda alguna. Pero al final, a los toros de Montecristo
les faltó raza y fuerza. Y si no se puede triunfar como torero sin rematar las
faenas con la espada, tampoco se puede triunfar como ganadero con toros que no
aguantan una lidia completa, la que se exige en la actualidad.
La faena de mejor acabado la hizo Juan Pablo al segundo, al
que toreó por nota: ceñido en los embroques, colocado con precisión entre los
pases, y con ese temple de oro sobre el que se fundamenta su sentimiento.
Más maduro al torear a la verónica, pero todavía con mucho
por ensayar, el torero de Aguascalientes dio un recital de pulso y suavidad,
además de inteligencia para acabar haciendo ver mejor al toro de lo que era. Y
la afición se lo agradeció entregándose y disfrutando en ese trasteo al primer
toro de su lote.
En el quinto volvió a desplegar Juan Pablo su paciencia, la
que se fraguó delante de los cientos de vacas que tentó en Alcurrucén, la casa
donde se hizo torero en España. Y a fuerza de raza y actitud, le robó pases de
gran relieve, sobre todo con la zurda, acariciando los belfos del toro de
Montecristo en sus sedosos trazos.
Con esas ganas que tenía de alzarse con el triunfo, expuso
de más ante ese exigente ejemplar, que punteaba un poco en la muleta y a veces
embestía de manera muy desigual, y acabó acompasándolo por el lado zurda con
gran tersura. Minutos más tarde, el desastroso uso de la espada corta le
granjeó unos pitos que, ciertamente, no merecía.
Diego no lo vio claro delante del tercero, que transmitió un
poco más que los dos primeros toros, y ya cuando quiso hacer bien las cosas, el
de Montecristo se había agotado. Eso le permitió ejecutar un vistoso toreo por
la cara con aroma antiguo. Luego, venga a pinchar. Ni modo.
El sexto, hondo, de ancha frente y ojos separados, era un
toro que recargó en varas con mayor enjundia que los demás, y luego se movió
con emoción en el último tercio, lo que permitió a Silveti estructurar una
faena interesante que comenzó con un ajustadísimo péndulo en los medios.
Más tarde vinieron series por ambos pitones, con entrega y
conexión, hasta que llegó el primer pinchazo y los golpes de descabello.
Entonces se vio frustrada la
posibilidad de cortar un trofeo.
El saludo capotero de Perera al toro que abrió plaza, quizá
fue lo más torero y trascendente de la gris actuación del extremeño. Fueron una
especia de tijerillas a pies juntos, verticales, muy tersas, porque entendió
que el toro tenía son y mucha calidad en la embestida, pero escasa fuerza.
El quite por tafalleras también lució, y cuando se esperaba
que hiciera gala de sus infinitos recursos, y ese valor tan sereno que tiene,
la invalidez del toro no permitió que las series tuvieran buen acabado, excepto
una en la que toreó con la muleta en la mano derecha y sin ayudado. Ahí sí que
le respondió la gente con fuerza. La espada, con la que anda errático,
emborronó lo hecho.
En el cuarto no lo vio claro. Insistió en colocarse en las
cercanías, no obstante que el toro le pedía perderle un pasito más para no
sentirse ahogado. Encimista y presionado por triunfar, Miguel Ángel acabó
embarullándose en un trasteo que no pudo ser. Una pena. Con la espada, más de
lo mismo.
Al finalizar la lidia del segundo toro brincó a la arena un
espontáneo, pero no un torero en busca de una oportunidad, sino un intruso
disfrazado de animalista, pintada a la espalda una consigna en contra de la
Fiesta, y con un letrerito entre manos que nadie alcanzamos a leer. Además, iba
ataviado con un gorro como de jugador de waterpolo (quizá pensó que le iban a
lanzar alguna botella, el muy iluso) y lo inmovilizaron a los pocos segundos
para remitirlo a la Delegación Benito Juárez.
Ojalá que esa nimia multa administrativa no sólo sea eso,
sino que se proceda jurídicamente en su contra, como ha ocurrido en España con
este tipo de mamarrachos que no les basta con estar molestando arteramente en
las redes sociales, reventándonos con manidas consignas, sino atreverse a venir
a nuestro terreno a dar un ridículo mitin.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Montecristo
bien presentados, en tipo, flojos y nobles en general, de los que destacó el
6o. por su movilidad y transmisión. Pesos: 498, 528, 514, 542, 525 y 546.
Miguel Ángel Perera (sangre de toro y oro): Silencio tras aviso
y silencio.
Juan Pablo Sánchez (lila y oro): Ovación y pitos tras aviso.
Diego Silveti (verde pizarra): Silencio y palmas.
Incidencias: Al final del paseíllo se le tributó un minuto de
aplausos al ganadero Juan Huerta Ortega,
fallecido esta mañana. *** Destacó en varas Ricardo Morales al picar al sexto de la tarde; y con las
banderillas Héctor García. *** Curro Javier lució en la brega al
torear con gran temple al cuarto.
Ciudad de México. Plaza México. Decimoprimera corrida de la Temporada
Grande.
Poco menos de un cuarto de entrada (unas 9 mil personas) en tarde
agradable.
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