Cada año por estas primeras
fechas, el toreo empieza a removerse. Unos para conservar sus privilegiados
lugares, otros para intentar superar contratiempos o los relegos que han
sufrido, cuando no para sacar la cabeza del ostracismo que tanto duele. Es ley de vida.
JOSÉ ANTONIO DEL
MORAL
@dtorosnlibertad
Los toreros de la cúpula continuarán en sus puestos porque
ninguno de los novísimos valores que llegaron con muchos humos a la pasada
temporada han logrado desplazarlos. Ni siquiera Andrés Roca Rey pese a su
enorme impacto porque sus habituales cogidas y percances le han debilitado
inevitablemente. El caso es que las empresas se han visto obligadas a
sustituirle demasiadas veces. Cuestión que, quiérase o no, altera el contenido
y el devenir de las ferias. Ya no hay un solo empresario que, cada vez que
contrata a Roca Rey, no tema que sea cogido y haya que buscarle sustituto. Ello
sin contar el no confesado temor de las figuras que alternan por delante del
peruano que empiezan a pensar aunque no lo digan lo que para ellos suponen sus
incesantes cogidas, lo que les obliga a tener que matar los toros que deja sin
torear. No digamos cuando se atreven en los mano a mano pues se puede dar el
caso de tener que tragarse la corrida casi entera… Muchos empiezan a tentarse
la ropa antes de que pueda darse el caso. Arduo problema…
El otro nuevo valor que ocupaba infinidad de puestos en los
grandes carteles, Alberto López Simón, no acabó de cuajar como algunos creyeron
pese a sus incesantes triunfos por su poco convincente estilo y su ya
inaguantable dependencia del señor que le apodera, acompaña y “apunta” cual
poseso durante todas sus faenas sin parar de decirle a voz en grito lo que
tiene que hacer en un continuo pasear por los callejones mientras el torero va
de un lado a otro del ruedo escuchando los consejos de su mentor y nunca mejor
empleada la palabra “mentor”…
Quizá y sin quizá, muchos estarán ahora mismo arrepentidos
de no haber apostado lo suficiente por Gines Marín que, dicho sea de paso, es
bastante mejor, más completo y más redondo en todos los tercios que los dos
anteriores. ¿O no?
De tal modo – yo no lo dudaría -, será más seguro apostar
más por Gines Marín que por los Roca Rey y López Simón. Ello contando además
con los nuevos no tan vistos como son José Garrido, Javier Jiménez y Álvaro
Lorenzo, increíblemente relegado a puestos cuasi invisibles.
En la mitad de los caminos que recorren los consagrados y
los nuevos por consagrar, ya con un pie pisando los lugares más preeminentes,
está Paco Ureña aunque no termina de saber venderse mejor a sí mismo.
De los toreros que siguen ocupando la primera fila, los tres
menos afectados por las novedades son Enrique Ponce, Morante de la Puebla y
José María Manzanares. Claro que a
Morante hay que seguir considerándole caso aparte por la infrecuencia de sus
triunfos y porque él tampoco es ni será nunca torero de batalla. Pero los otros
dos sí. Ponce, aunque parezca increíble, será más necesario que nunca cuando
comience su 28 temporada en la cumbre. Y Manzanares también porque la pasada
temporada no solo recobró su mejor ser, sino su mejor estar y continuará en
ello.
Del resto de los que resisten en lo más alto, quien ha
progresado más nítidamente tanto en formas como en fondo es Alejandro
Talavante. Mientras que El Juli parece inamovible en su magisterio y seguridad
triunfal aunque ya sin el brillo que tuvo porque, artísticamente, no tiene ni
se le adivina remedio aunque, a veces, hace notorios esfuerzos por torear más
relajado de lo que que acostumbra. Les siguen los siempre valientes aunque sin
mayores mensajes futuristas, Miguel Ángel Perera y Sebastián Castella. Por
cierto que, si de toreros franceses se trata, este año tendremos que poner
mucha atención a lo que haga Juan Baurista Jalabert porque el pasado dio pasos
de gigante superando en frescura y en estilo a su ilustre compatriota.
No olvidemos a los todo terreno más singulares que continúan
sosteniendo su sitio en medio del conglomerado de las ferias sin hacer daño a
nadie y animando el cotarro sin desmayo: Juan José Padilla y el inagotable El
Fandi. Ambos, muy cómodos en donde se hallan y los públicos encantados de que
sigan en el machito. El caso es que siempre ayudan a llenar y siempre
divierten.
Los aficionados – y las empresas – deberemos estar muy
pendientes de lo que haga Manuel Escribano en cuanto reaparezca de la mano de
su nuevo apoderado, El Tato. Seguro que le vendrá bien el cambio de mentores
por estrenar tratamiento exclusivo. A
este torero hay cuidarlo mucho porque se lo ha ganado y lo merece.
Pero ya que hablamos de cambios de apoderamiento, hacerlo
también solo que en este caso ciertamente preocupante para el interesado. El
del riojano Diego Urdiales, otra vez en manos de su hombre de siempre, Luís
Miguel Villapando, una vez abandonado por los mexicanos de la FIT. Mal asunto.
Del que apenas se habla y mira que se ha hablado hasta la
saciedad durante los pasados años es de Iván Fandiño. El de Orduña es quien
parece haber perdido más comba entre los eternos aspirantes a figura. Era y es
imposible que llegue a serlo por querer ser lo que no es a cualquier costa. En
cambio, quien se ha ganado a pulso figurar en mejores carteles y en mayor
número es David Mora. Ya está anunciado en el estreno invernal de la madrileña
plaza cubierta de Vistalegre y es de suponer que en la inminente temporada este
presente en todas las ferias. No ha cansado a nadie y se le va a ver con
ilusión.
Un torero que tiene sus partidarios y que está luchando por
mejorar es Curro Díaz dentro del grupo de los “artistas”, aunque debería estar
más atento a progresar técnicamente que en “regustarse” sin antes resolver los
problemas que presentan los toros. Defecto muy común en los toreros de su
corte.
A caballo entre la élite del populismo mediático y el toreo en sí mismo, de los hermanos Rivera
Ordoñez, sube Cayetano y baja Francisco con su carrera hecha y ya sin necesidad
de rehacerla. No debería tentar más a la suerte…
Siempre fue importante saber ubicarse en los lugares que
corresponden a cada cual, aceptarlo y sacarle el mayor partido posible.
Conocerse a sí mismos y no mear nunca fuera del
tiesto…
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