jueves, 5 de enero de 2017

Arar hacia un mismo destino

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz

No es fácil la situación para el toreo en general. Lo decimos por lo costoso que resulta, lo complicado de sus elementos que la componen y sobre todo el entramado que la integra, llamase toreros, ganaderos, empresarios, subalternos, palcos presidenciales, prensa y aficionados. Cada uno vela por sus interés, y ninguno en sí por lo más importante que es el propio espectáculo.

Lo que ocurre en el marco de la Feria de San Sebastián 2017 no es más que la degeneración a la que ha llegado la fiesta brava en el país. Comentarios, rumores, chismes, dimes y diretes, suposiciones, especulaciones, bulos, y en fin, todo un rosario nocivo de artilugios que lo único que hacen es socavar el señorío que debe de tener un rito donde los protagonistas deberían ser toros y toreros.

Hemos llegado a este punto tras un paulatino declive del respeto que se tenía y se tiene así mismo, tanto para empresarios, toreros, ganaderos y todos quienes se benefician económicamente de la fiesta brava. Ello ha generado que a hoy día muchos aficionados y taurinos de solera se alejen poco a poco su interés por lo que era el principal tema de discusión y conversación.

Para esto hay mucha culpa por lo que implica la fiesta brava venezolana de cara al futuro. En vez de sumar, muchos aficionados estamos restando al servir de voceros de esta nueva ola de ataques internos al toreo mismo, bombardeando de forma sistemática la organización y promoción de lo poco que nos queda de ferias de relevancia, caso es las citas de San Cristóbal y Mérida respectivamente.

Es un hecho que el estado actual del toreo no es nada halagüeño. Se puede decir que vergonzoso, ejemplo lo sucedido en las pasadas ferias de El Sol y Tovar. El cerco monetario de divisas que vive el país afecta al toreo desde el punto de vista de estar señalados en el orbe taurino como una nación donde los toreros de interés vienen por “lastima” o bajo condiciones singularmente inusuales al resto del planeta del toro, lo que ha derivado en una fiesta brava hipotecada a emolumentos atrasados desde hace 4 años para acá. Y vaya usted a saber si para ello ha tenido culpa el aficionado, quien ha hecho el esfuerzo de hacerse presente en la plaza, y ve como a nivel internacional toreros vistos en nuestros ruedos reclaman sus honorarios. De pena.

Es dura la situación, y menos fácil lo es que aun haya personas que se atrevan bajo estas circunstancias meterse en un lio tan complicado como organizar una feria taurina. Para ello se debe sortear circunstancias políticas, sociales y de intereses económicos para luego enfrentarse “en la soledad de los medios del redondel” a quienes van a dar protagonismo a esto que nos apasiona: las corridas de toros.

Negociar con toreros, ganaderos, subalternos, patrocinantes publicitarios, autoridades municipales, y un largo etcétera, por parte de los regentes de los cosos mencionados anteriormente, con el anhelo que se recuperen otras plazas como Caracas, Valencia, Maracaibo, Maracay, es tarea que hay que apoyar, y más en estos momentos, pero haciéndolo desde la trinchera de la objetividad, de la información precisa y puntual, no de rumores o chismes infundados, que están socavando el poco interés o ánimos de invertir un dinero en ver lo poco que tenemos de fiesta brava por nuestra geografía.

Queda visto el hecho que muchos de esos bulos son maquinados por quienes, sorprendentemente serían los primeros que estarían buscando el “carnet de callejón” o el “pase” para luego largar lo que ven en el ruedo, que bien o mal, es lo poco que tenemos. Bien o mal, esa es nuestra fiesta brava, a la que objetivamente hay que denunciar, pero con objetividad.

Vivimos momentos muy difíciles, tan serios que dudo que en otro país estarían preparados para llevarlos como los venezolanos y taurinos de esta vereda hemos hecho. Es momento de buscar la compostura y con sano juicio, ecuánime, constructivamente y con la crítica firmeza que requiera el momento, echar adelante esto que nos apasiona, nos une como familia, pero que desgraciadamente estamos acabando. Cada quien que asuma sus culpas y responsabilidades a tiempo.

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