El torero bogotano ha conquistado
un valioso triunfo cortando tres orejas y saliendo a hombros. *** Perera
recibió una. *** Pablo pasó en blanco. *** Gran encierro de Juan Bernardo
Caicedo.
JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
@jadr45
Fotos: EFE - Jhon Jairo Bonilla
Lámina, nobleza y casta, fueron las insignias del mejor
encierro de lo que va de temporada nacional. No es poca cosa la estética en el
toro. Desde sus finas y simétricas cuernas hasta sus largos rabos, los domecq
del altiplano bogotano, eran de salida un gusto a la vista. Saltaron siete porque
el sexto se partió una mano. Fueron cuatro negros, uno de ellos salpicado, dos
jaboneros, y un castaño aparejado. Astifinos, bajos, rematados, proporcionados,
de siluetas clásicas veragüeñas, buenosmozos en fin.
El quinto, sin excesiva romana, tenía mucha plaza y fue
ovacionado de salida. Del conjunto solo desentonó la lámina del reserva para
rejones, que también se movió. Atacaron codiciosos a los caballos, recibiendo
la mayoría castigo justo en el unipuyazo de rigor. Todos pelearon en los
medios, fueron a los engaños con decisión y tranco acompasado, volviendo
francos y dejando estar. Una corrida de clase, una corrida de orejas, de la
cual se fueron aplaudidos los tres primeros, al cuarto se le dio la vuelta al
ruedo, y el quinto y el sexto fueron silenciados pagando con ello culpas
ajenas. El ganadero que venía de un éxito en Cali, subió su listón y ahora
Bogotá lo aguardan con máxima expectativa.
Dicen que la medida de los triunfos la dan los rivales. En
este orden de ideas el del bogotano Ramsés, hoy se puede calificar de grande.
Alternando en plaza llena con dos figuras de la más alta jerarquía y frente a
dos toros de suma calidad que hubiesen desnudado cualquier falencia (los toros
buenos descubren a los toreros malos). Pero la sobria verticalidad de su toreo,
la seriedad que saltó de lo escueto a lo pomposo, el aplomo, el poso, el
dibujo, el aseo, la hilación y la concatenación le dieron a sus dos faenas
connotaciones conmovedoras. Nada de nacionalismos, ni folclor, era el lenguaje
universal del toreo el que transportaban los dos lógicos discursos, los dos
irrebatibles discursos. El pueblo los entendió.
Con la capa, verónicas y gaoneras embragueteadas, largas,
afaroladas de rodillas, chicuelinas, saltilleras, revoleras, brionesas. Y ya
con la pañosa, hecho mástil, de largo las derechas en redondo y circulares,
pa´un lado y p´al otro, y sobre todo un par entre varias, tandas naturales de
honda vocación manoletista. Los adornos, matizando lo fundamental, fueron
justificados en una tauromaquia sindicada injustamente como seca. Cites de
espaldas arrodillado para redondos. El comienzo de su segunda faena igual pero
de frente. Y las dos estocadas al reverendo volapié, cimeras y letales.
La Monumental pidió con furia unánime las dos orejas del
primero, “Trabajador”, pero a su señoría solo le alcanzó la comprensión y la
sensibilidad para una, y en el cuarto igual, se resistió hasta lo último, pero
ya no puedo soportar la desbordada pasión de los que pagan y exigen. Entonces,
muy a su pesar, la fiesta fue completa.
Miguel Ángel Perera, tuvo dos buenos toros, con uno se
comprendió sin grandilocuencias, pero con algunos destemples en medio de tandas
de aguantado mérito, escuchando música, y recetándole una estocada de oreja. No
le cogió el paso al otro, el aplaudido de salida. No le gustó a él, y le ofició
el unipase con perceptible desdén. El divorcio se hizo largo y soso y la
estocada trasera inocua con dos descabellos terminó por impacientar la
concurrencia. Perera es más, muchísimo más que esto.
Pablo Hermoso de Mendoza, no tuvo tampoco la mejor tarde. A
lomos de su lujosa cuadra entabló dos lidia en la que la doma y la genialidad
ecuestre aplaudida con razón y fervor, no se compaginaron con el mando torero
ni con el acierto en la colocación de la ferretería. Rejones enhebrados y
asímetricos, pasadas en blanco y banderillas al piso no están a la altura del
mejor rejoneador del mundo. Tampoco mató bien. Pero bueno, ya hasta el Papa
reconoció que ni él es infalible. ¿Por qué no podía tener una mala tarde el gran
centauro navarro? Pues la tuvo, con perdón de opiniones contrarias, que las
habrá. Pero aceptemos, el silencio en sus dos turnos con alguno que otro
silbido ni le quita ni le ponen a su glorioso historial.
La tarde fue toda bogotana, el triunfador y el encierro.
Ojalá sea una premonición para la Santamaría, pues hierro y espada estarán en
su próxima temporada de La Libertad.
FICHA DEL FESTEJO
Siete toros de Juan Bernardo
Caicedo, bien y bellamente presentados, parejos, nobles y encastados.
Aplaudidos los tres primeros y vuelta al ruedo para el 4° Marino II, negro
astifino
Ramsés, oreja con fuerte petición de segunda y dos
orejas
Miguel Ángel Perera, oreja y silencio.
Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y silencio.
Incidencias: Saludaron Curro
Javier y Emerson Pineda tras
parear al segundo y “El Popis” al
cuarto. *** Al terminar la corrida Ramsés salió a hombros.
Sábado 7 de enero 2017. Monumental de Manizales. 6ª de feria. Nubes.
Lleno picadores.
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