JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
Especial para EL
TIEMPO
Extractado de
andresrocarey.com
@jadr45
Son las once de la mañana y sale del ascensor en el hotel de
Manizales, acompañado de su gente. Camina despacio, cojeando. Veinte horas
atrás, en la desasosegada tarde de la Monumental el segundo toro le infirió una
cornada en la pierna izquierda. El dorso nasal muestra una escoriación,
anterior pero también reciente. Va a la enfermería de la plaza para una
revisión del cirujano.
En el torero limeño, salir herido o en hombros de la plaza
es una carta que se juega, apenas a sus 20 años. Por eso tiene tantas cornadas
como trofeos.
Ese muchacho, que viste deportivo, es Andrés Roca Rey, el mismo
que ha puesto de pie a los públicos de Las Ventas y de Sevilla en España; el
mismo que desde niño ha respirado ambiente taurino, pues su familia paterna ha
estado en el mundo de los toros. Su abuelo fue varios años administrador de la
plaza de Lima; su tío José Antonio es rejoneador y su hermano mayor, Fernando,
es torero.
Habrá tardes en blanco, claro, pero tiene unas marcas que
impresionan. En su presentación en Madrid, como novillero, en 2015, se fue por
la puerta grande y lo repitió en Sevilla. Y así se fue a jugarse el pellejo por
las plazas de España, haciendo camino para su alternativa, que tomó en Nimes,
Francia, de manos de Enrique Ponce, y como testigo, Juan Bautista Jalabert, el
19 de septiembre del 2015.
Y no iba entero ese día, pues llevaba puntos frescos en el
muslo izquierdo porque un novillo le había pegado una cornada doce días antes.
Pero él es así. Los buenos toreros son así. Y se graduó con tesis laureada,
pues cortó dos orejas y se fue vestido de gloria por la puerta grande.
Y después, el 13 de mayo pasado, volvió a abrir la de la
consagración en Madrid. Este señor, este torero, sereno, que no se mosquea ante
los toros, que torea quieto y cerca, estará en Bogotá este domingo, para la
reapertura de la plaza, que ajusta cinco años sin toros. Con él, Julián López
‘el Juli’, y Luis Bolívar, de Colombia.
A él, ya figura, revelación, como se dice, hay que
preguntarle por la tarde de la cogida en Manizales.
- ¿Por qué lidiaste
corneado tres toros ayer, sin hacer caso a los médicos?
El toreo es verdad. Es el sacrificio que haces por tu
profesión. Estar ahí, hasta la última gota de sangre si es necesario. Sería una
pena llegar a una plaza y no estar dispuesto a jugarte la vida.
- Los toros te han
cogido mucho en tu corta carrera…
Es el precio. Las cosas me vinieron muy rápido. Quizá sin
esas cogidas no hubiesen existido esos triunfos y sé que todavía me cogerán más
veces los toros. Hay que aceptarlo y tenerlo metido en la cabeza.
- ¿La serenidad
permanente es un rasgo de tu tauromaquia?
Sí, el atolondramiento no lleva sino al error. Acelerarse no
conduce a nada bueno ni en el ruedo ni en la vida.
- Se te considera
torero de todo toro y ante todo público. ¿Lo crees?
Bueno, yo intento dar lo mejor de mí cada vez. Hacer lo que
me nace y no encerrarme dentro de un círculo limitado. Creo que cada público y
cada toro se merecen que tú estés dispuesto. Pero sobre todo, te lo mereces tú
mismo. Es tu profesión. Hay que tratar de acertar siempre.
- ¿Disfrutas
toreando?
Sí.
- ¿Cuándo supiste que
tu destino era el toreo?
Desde siempre. Nací en familia taurina, mi hermano es
torero. Al principio era como un juego. Pero a los catorce años me fui a
España, durante un verano en vacaciones del colegio, y allá tomé la decisión
definitiva.
- Tienes veinte años.
En tres has pasado de novillero debutante a figura del toreo, ¿cómo te lo
explicas?
He tenido tardes bonitas, definitivas y he tenido maestros.
El primero, el matador peruano Luis Miguel Rubio, quien me enseñó los
elementos, a coger el capote. También mi hermano. El maestro José Antonio
Campuzano, quien ha sido importante en mi carrera. Leo libros de historia del
toreo, veo documentales, videos, fotografías. Me inspira la vida de toreros que
no conocí: Joselito ‘el Gallo’, Belmonte, Luis Miguel Dominguín, Rovira, la
figura histórica de mi país. Ahora alterno con los que hace unos años eran los
ídolos de mi niñez.
- ¿Crees que tu éxito
ha opacado la carrera de tu hermano Fernando?
No. Al contrario, mi éxito se debe mucho a él, pues me abrió
el camino.
- ¿Han alternado?
Como matadores, nunca. Pero sí, yo como novillero y él como
matador. Me siento muy seguro en el ruedo cuando he toreado con él, aunque
siempre he querido superarlo.
- Una plaza...
Acho es mi plaza, donde nació mi afición, pero también
Madrid, que me ha dado mucho, es donde más miedo paso y, al tiempo, donde más
disfruto el triunfo. Mi carrera no sería lo que es sin Madrid. También me
gustan mucho Sevilla, Bilbao, Nimes, donde tomé alternativa. En Bogotá no he
toreado, pero deseo hacerlo.
- A propósito, ¿qué
significa que La Santamaría de Bogotá te haya elegido para la corrida de su
reapertura?
Es muy bonito, muy importante. Colombia es un país muy
cercano al mío y nos ha dolido el cierre de su primera plaza. Así que la
reapertura nos alegra y es un éxito de los que lucharon por eso.
- ¿Cómo es tu vida
fuera del ruedo?
Normal, como todos. Me gusta mucho la música, las rancheras,
el flamenco, la peruana, el vallenato, el reguetón; pero sobre todo, las
letras. Mi profesión absorbe y trato de vivir con intensidad los momentos que
me deja libre.
- ¿Chicas?
¿Chicas, chicas…? Mejor grandes –ríe con picardía–.
Mentiras, es bromeando. No, es bonito sentir que la gente te agradece lo que
haces en el ruedo, pero sobre todo cuando te conocen y te admiran como persona
más que como torero.
- ¿Dónde vives?
Viajo todo el año toreando, pero vivo en España, en Sevilla.
- Eres el torero
latinoamericano que más impacta en este momento...
Soy peruano. No puedo perder mis raíces, pero todos los países
taurinos somos uno, una familia. Es emocionante torear en todos ellos sintiendo
como si fueras de donde toreas y sintiéndolos tuyos.
Sin darnos cuenta, llegamos hasta la enfermería de la plaza.
Tiene un boquete en ‘ye’ que abre la piel de la pantorrilla izquierda. El
cuerno hizo un túnel bajo ella y contundió el músculo. Le prohíben torear el
festival en que estaba anunciado con las otras figuras aquella noche
manizaleña.
Era imposible así él lo quisiera. Pero está listo para este
domingo en Bogotá, en un cartel de postín que marca la historia taurina de
Colombia, porque su primera plaza abre sus puertas al toreo y simbólicamente
actúan diestros de tres países. Otro cartel trinacional, como el de Nimes. Pero
esta vez, según se sabe, acompañado por paisanaje que viene a verlo a La
Santamaría.
Una trayectoria vertiginosa
Nació el 21 de octubre de 1996 en Lima (Perú). Toreó su
primera becerra en su séptimo cumpleaños. Su hermano Fernando es matador de
toros, su tío José Antonio fue rejoneador, su abuelo fue administrador de la
plaza de toros de Lima.
Roca Rey hizo su primer paseíllo en México en 2008. En 2012
vino por primera vez a Colombia. En 2013 dio el salto definitivo a España,
donde debutó de luces en Arnedo (La Rioja). Ese año actuó un total de 24 tardes
y salió a hombros en 20. En enero del 2015 triunfó en Manizales, Cali y
Medellín.
En 2016 tuvo una actuación muy sólida en la Feria de Abril de
Sevilla, Puerta Grande en Las Ventas de Madrid el día de su confirmación de
alternativa (13 de mayo del 2016).
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