"...Tomando
como ejemplo lo que ha ocurrido con Andrés Roca Rey, la suerte ha sido su gran
compañera hasta que dejó de serlo. En la mayoría de las tardes que le hemos
visto durante la presente temporada, ya he dicho en anteriores artículos y
crónicas, que se ha salvado de milagro. Una especie de prodigios le han venido
acompañando tarde tras tarde y pienso que el torero ha llegado a creerse
inmune..."
JOSE
ANTONIO DEL MORAL
@dtorosnlibertad
Los percances consecutivos que acaba de sufrir
Andrés Roca Rey me han obligado a meditar muy seriamente sobre su caso que,
hasta ahora, es – o era – el más espectacular y prometedor entre los toreros
que están surgiendo con posibilidades de llegar a figurar en la primera fila
que, si consiguieran instalarse arriba, también serían capaces de desplazar
hacia abajo a los que no puedan aguantar sus empujes.
Lo que ocurre, por el momento, es que estos
empujes están llegando más por la vía del arrojo que del valor consciente. Y de
ahí los gravísimos riesgos que corren quienes basan su manera de torear –
frecuentemente – mediante suertes inverosímiles con las que no pueden controlar
ni mandar en las embestidas de las reses. Al contrario que con las del toreo
propiamente dicho mediante lo que venimos llamando “pases”.
Se llaman así, “pases·, porque el toro pasa.
Cuando pasan controlados y sometidos al mando del torero, y por ende,
convenientemente templados, es cuando el toreo se manifiesta en su esplendor
que goza de mayor o menor brillantez si quienes lo practican lo hacen con arte
o con simple oficio sin los aditamentos que tienen que ver con el estilo de cada
cual.
Estos pases son los que provocan el “olé”.
Mientras que los que parecen milagrosos lo que provocan es el “ay” y el “huy”…
Ambos gritos, son las expresiones de los espectadores que, en vez de gozar, se
asustan. Y esto último es muy llamativo. Siempre lo fue dentro de lo que
algunos tratadistas taurinos han calificado y valorado en sus “elogios del
alarde”.
Es cierto que los avances de la tauromaquia han
ido llegando a medida que el toreo se perfeccionaba en cuanto a quietud, a
cercanía y al temple. Fundamental esto último porque, si no hay temple, no han
mando. Y sin no hay mando, los toros embisten a su aire y no al del mejor
toreo.
En los alardes no se suele templar ni mandar y por
eso es bastante normal que alcancen el cuerpo del torero, lo cojan y, en muchas
ocasiones, hasta lo corneen y hieran. Pero la suerte también juega su papel en
los trances de gran riesgo.
Tomando como ejemplo lo que ha ocurrido con Andrés
Roca Rey, la suerte ha sido su gran compañera hasta que dejó de serlo. En la
mayoría de las tardes que le hemos visto durante la presente temporada, ya he
dicho en anteriores artículos y crónicas, que se ha salvado de milagro. Una
especie de prodigios le han venido acompañando tarde tras tarde y pienso que el
torero ha llegado a creerse inmune. Tanto, que llegó a despreciar totalmente el
riesgo que corría. Claro que cada vez que toreó digamos normalmente, apreciamos
las demás virtudes que le adornan. ¿Por qué insiste tanto en lo “otro”? No
debería seguir haciéndolo cuando regrese a los ruedos. Si a caso, una o dos
veces si viene a cuento. Pero nunca sistemática y abundantemente.
Por desgracia, la terrible realidad del riesgo se
ha consumado en sus dos corridas de regreso tras el primer percance e,
inmediatamente, en el terceo. Que fue totalmente fatal porque no solo afectó
gravemente a la consciencia del torero, también y de qué manera a sus mentores
de acá y de allá en su Lima natal.
Los comentarios que han llegado a mis últimos
artículos, tanto en mi página como a través de mi cuenta en facebook, han ido
pasando de ciertas críticas hacia mí a darme toda la razón. Con Roca Rey ya
estamos todos, próximos y simples partidarios, más que preocupados.
Y con los toreros que le están imitando, también.
Hace días, en Mérida, vimos a José Garrido – que posee un gran concepto del
toreo – queriendo arrollar imitando los alardes de Roca Rey y también se salvó
de purito milagro. Fue después de que Ponce cuajara una de sus muchas
maravillas de esta temporada.
Recomendación. Intenten todos los nuevos aprender
de Ponce, no del tremendismo en boga por muy llamativo y exitoso que esté
resultando. Una cosa es jugarse vida – todos los que se ponen delante se la
juegan – y otra buscar perderla aunque sea a tontas y a locas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario