miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los gravísimos riesgos de la neotauromaquia

"...Tomando como ejemplo lo que ha ocurrido con Andrés Roca Rey, la suerte ha sido su gran compañera hasta que dejó de serlo. En la mayoría de las tardes que le hemos visto durante la presente temporada, ya he dicho en anteriores artículos y crónicas, que se ha salvado de milagro. Una especie de prodigios le han venido acompañando tarde tras tarde y pienso que el torero ha llegado a creerse inmune..."

JOSE ANTONIO DEL MORAL
@dtorosnlibertad

Los percances consecutivos que acaba de sufrir Andrés Roca Rey me han obligado a meditar muy seriamente sobre su caso que, hasta ahora, es – o era – el más espectacular y prometedor entre los toreros que están surgiendo con posibilidades de llegar a figurar en la primera fila que, si consiguieran instalarse arriba, también serían capaces de desplazar hacia abajo a los que no puedan aguantar sus empujes.

Lo que ocurre, por el momento, es que estos empujes están llegando más por la vía del arrojo que del valor consciente. Y de ahí los gravísimos riesgos que corren quienes basan su manera de torear – frecuentemente – mediante suertes inverosímiles con las que no pueden controlar ni mandar en las embestidas de las reses. Al contrario que con las del toreo propiamente dicho mediante lo que venimos llamando “pases”.

Se llaman así, “pases·, porque el toro pasa. Cuando pasan controlados y sometidos al mando del torero, y por ende, convenientemente templados, es cuando el toreo se manifiesta en su esplendor que goza de mayor o menor brillantez si quienes lo practican lo hacen con arte o con simple oficio sin los aditamentos que tienen que ver con el estilo de cada cual.

Estos pases son los que provocan el “olé”. Mientras que los que parecen milagrosos lo que provocan es el “ay” y el “huy”… Ambos gritos, son las expresiones de los espectadores que, en vez de gozar, se asustan. Y esto último es muy llamativo. Siempre lo fue dentro de lo que algunos tratadistas taurinos han calificado y valorado en sus “elogios del alarde”.

Es cierto que los avances de la tauromaquia han ido llegando a medida que el toreo se perfeccionaba en cuanto a quietud, a cercanía y al temple. Fundamental esto último porque, si no hay temple, no han mando. Y sin no hay mando, los toros embisten a su aire y no al del mejor toreo.

En los alardes no se suele templar ni mandar y por eso es bastante normal que alcancen el cuerpo del torero, lo cojan y, en muchas ocasiones, hasta lo corneen y hieran. Pero la suerte también juega su papel en los trances de gran riesgo.

Tomando como ejemplo lo que ha ocurrido con Andrés Roca Rey, la suerte ha sido su gran compañera hasta que dejó de serlo. En la mayoría de las tardes que le hemos visto durante la presente temporada, ya he dicho en anteriores artículos y crónicas, que se ha salvado de milagro. Una especie de prodigios le han venido acompañando tarde tras tarde y pienso que el torero ha llegado a creerse inmune. Tanto, que llegó a despreciar totalmente el riesgo que corría. Claro que cada vez que toreó digamos normalmente, apreciamos las demás virtudes que le adornan. ¿Por qué insiste tanto en lo “otro”? No debería seguir haciéndolo cuando regrese a los ruedos. Si a caso, una o dos veces si viene a cuento. Pero nunca sistemática y abundantemente.

Por desgracia, la terrible realidad del riesgo se ha consumado en sus dos corridas de regreso tras el primer percance e, inmediatamente, en el terceo. Que fue totalmente fatal porque no solo afectó gravemente a la consciencia del torero, también y de qué manera a sus mentores de acá y de allá en su Lima natal.

Los comentarios que han llegado a mis últimos artículos, tanto en mi página como a través de mi cuenta en facebook, han ido pasando de ciertas críticas hacia mí a darme toda la razón. Con Roca Rey ya estamos todos, próximos y simples partidarios, más que preocupados.

Y con los toreros que le están imitando, también. Hace días, en Mérida, vimos a José Garrido – que posee un gran concepto del toreo – queriendo arrollar imitando los alardes de Roca Rey y también se salvó de purito milagro. Fue después de que Ponce cuajara una de sus muchas maravillas de esta temporada.

Recomendación. Intenten todos los nuevos aprender de Ponce, no del tremendismo en boga por muy llamativo y exitoso que esté resultando. Una cosa es jugarse vida – todos los que se ponen delante se la juegan – y otra buscar perderla aunque sea a tontas y a locas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario