El torero alicantino se hace con
cuatro orejas con un gran lote de Núñez del Cuvillo, premiado el encastado
segundo con la vuelta al ruedo en el arrastre.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
Viernes de feria, Albacete desbordado, comidas intensas,
abundantemente regadas, fiesta. Y así como para coronarla el festín de los
toros. Como continuación de todo. La celebración de la cosecha y la exaltación
de la vendimia. Y José María Manzanares vino a sumarse. Con su látigo, su seda
y su espada. Y dos toros de cuvillo diametralmente opuestos. De la casta
encendida a la delicatessen glacé. De la potencia al buqué. Un pleno para el
torero de Alicante que nació con un empujoncito presidencial -como la vuelta al
ruedo en el arrastre para el tal «Currillo» de Álvaro Núñez- y murió por
derecho propio por la puerta grande.
Don Luis Natalio también quiso celebrar la cosecha, la
vendimia, la fiesta y la feria y concedió ipso facto las dos orejas para
Manzanares en los albores de la tarde. Y de propina la vuelta al ruedo en el
arrastre que nadie pidió para el encastado y ensabanado toro de Núñez del
Cuvillo.
No sé. A riesgo de asumir el alias de Pdr Snchz,
"Míster No", ni la firme faena de Manzanares se hacía para tanto ni
la fuerte embestida del cuvillo para el pañuelo azul. Como tampoco consiste en
negar la mayor para hacerse con los mandos de la razón, si hay que decir que «Currillo»
embistió con riñones y José María Manzanares toreó con sobrada capacidad
técnica para que el agua no le alcanzase el cuello de la camisa donde otros se
ahogarían, se dice y no pasa nada. Pero también que al cuvillo le faltaba la
clase, el ritmo y la excelencia de la humillación superior. Y a Manzanares el
extra ball de la determinación de someterlo en lugar de ponerse a su velocidad
con el látigo de su muleta. Dicho lo cual la estrategia de desgaste, avanzada
la faena, dio su fruto en una serie al natural más atemperada y reunida. Como
si todo lo anterior, que fue mucho y abundante desde un prólogo de más fino
dibujo, se encaminase a pulir por cansancio la violencia cierta del toro de
gran fijeza.
La cosa es que la gente vibró y se entregó. Y, cuando la
espada manzanarista cruzó como un rayo el volapié, la plaza estalló de júbilo
obviando la colocación de la estocada... Y don Luis Natalio, también.
Por las antípodas de «Currillo» y la anterior faena
navegaron «Tramposo» y Manzanares. Por la clase y la seda. Como para compensar.
O tapar bocas. Un cuvillo de calidad excelsa y una faena temple dormido. Como
una trompeta anunciadora fue un monumental cambio de mano. Y después surgió
todo lo demás (y alguna pausa de más). Mecido el natural y cadencioso el
derechazo, los pases de pecho sellaban las rondas al alza. Como el espadazo en
la suerte de recibir que revienta toros al encuentro. ¡Boom! Un espadazo
incontestable y otras dos orejas. Ahora inapelables.
Enrique Ponce se enzarzó en una trifulca de amor propio con
un gachó que le gritó que se arrimase. Y le respondió con hechos con aquel
cuarto castaño cuvillo que punteaba los engaños. Así que Ponce se encorajinó y
la faena pasó de la solvencia poncista a una zaragata importante. Unos
vociferaban a favor, otros en contra y el maestro gesticulaba entre los pitones
con las ya media arrancadas de final de obra. Un aviso como recado presidencial
en plan "dejadlo ya". Cuando EP se cobró la estocada en el segundo
viaje, los partidarios ondearon sus mosqueros y los detractores silbidos. En
medio de aquello, el veterano torero se decidió a dar una vuelta al ruedo ante
la que el mismísimo Barquero exclamaría "¡no me mates!".
Ese fue el premio total ya que con un inválido jabonero de
Juan Pedro se había quedado compuesto y sin consolación.
Álvaro Lorenzo, que tan bien torea a la verónica, lanceó al
viento cuando el juampedro pasaba a su bola por los exteriores del capote. Como
si no viese. No fue el caso. Pero sí el de los malos apoyos delanteros. Lorenzo
consiguió por el secreto del temple sostenerlo de mitad de faena en adelante. Y
desde allí se creció hasta matar con más fe que tino y hacerse con una
orejilla.
Misión imposible fue incrementar la bolsa con un sexto
permanentemente a la defensiva. La tarde había tenido un solo amo, dueño y
señor: José María Manzanares.
CUVILLO | J. P. DOMECQ | Enrique Ponce, José María Manzanares y
Álvaro Lorenzo
Toros de Núñez del Cuvillo;
el encastado 2º premiado con la vuelta en el arrastre; de enorme calidad el 5º;
4º y 6º se defendieron; y dos de Juan
Pedro Domecq (1º y 3º) de poca fuerza; de diferentes hechuras y remate en
conjunto.
Enrique Ponce, de grana y oro. Cuatro pinchazos y
descabello. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada. Aviso
(petición y vuelta).
José María Manzanares, de azul marino y oro. Estocada desprendida
(dos orejas). En el quinto, estocada en la suerte de recibir (dos orejas).
Salió a hombros.
Álvaro Lorenzo, de azul pavo y oro. Media estocada
atravesada. Aviso (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada pasada (silencio).
Plaza de toros de Albacete. Viernes, 16 de septiembre de 2016. Novena
de feria. Casi lleno.
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