El pliego para el alquiler de Las
Ventas no contempla el cambio del sistema de gestión, imprescindible para la
promoción de la fiesta.
ANTONIO LORCA
El próximo martes, día 27, la plaza de Las Ventas tendrá
nuevo empresario. La Comunidad de Madrid elegirá una de las dos empresas que se
han presentado al concurso, —Taurodelta, junto al empresario mexicano Alberto
Bailleres, y Simón Casas, el autoproclamado gestor cultural, unido a Nautalia
Viajes—, que gestionará el coso durante los próximos cuatro años, hasta el 31
de octubre de 2020, con posibilidad de un año más de prórroga.
Sea cual sea la decisión final del gobierno madrileño, se
habrá consumado otra fechoría contra la fiesta de los toros. Y lo peor es que
habrá ocurrido en la plaza de referencia de la tauromaquia actual.
De entrada, la empresa Taurodelta, que lleva diez años al
frente de la plaza, ha perdido 4.500 abonados desde el año 2012, lo que la
incapacita para continuar la gestión. Pero hay más: Taurodelta no se ha
caracterizado por su carácter innovador, ni por adoptar medidas contra la
crisis, ni por la confección de una mayoría de carteles interesantes en ferias
y fuera de ellas. Se ha limitado a hacer lo que hacen hoy la mayoría de las
empresas taurinas, entorpecidas por la falta de imaginación: confeccionar
ciclos al servicio de las figuras y de espaldas al interés de los aficionados;
lo que hacen, en fin, los gestores que están anclados en el pasado,
acostumbrados a vivir de las rentas y de la inercia, y carecen de recursos para
afrontar la nueva situación que atraviesa la fiesta de los toros. Las empresas,
en fin, demuestran cada día su incapacidad para que el público vuelva a llenar
los tendidos. Y así ocurre en Las Ventas todos los domingos y la mayor parte de
las tardes de las ferias de San Isidro y Otoño.
Taurodelta no es que sea mejor ni peor que las demás; es una
más, grande entre las grandes, pero ayuna de soluciones para el momento actual.
Tampoco su contrincante, Simón Casas, sea cual sea el montante de su oferta
económica, goza del prestigio necesario que permita confiar en sus
posibilidades para acometer la regeneración que la fiesta demanda en Madrid.
El problema, pues, no es de la concesionaria de Las Ventas,
sino de la propiedad, la Comunidad de Madrid, que gobierna el Partido Popular,
y la preside Cristina Cifuentes.
Taurodelta no se ha caracterizado por innovar, ni por
adoptar medidas contra la crisis
A tenor de los variados y muy adversos escenarios políticos,
sociales y económicos que rodean la tauromaquia, este era el momento para
cambiar el sistema de gestión de la que llaman primera plaza del mundo. Existen
otros modos ya probados con eficacia para defender la fiesta, promoverla y
engrandecerla.
Si es verdad que el PP apoya la tauromaquia y la considera,
según ley aprobada en el Parlamento nacional con los votos del propio partido,
patrimonio cultural de este país, ha perdido una oportunidad histórica para
demostrar su compromiso en la plaza en la que están puestos los ojos del mundo
taurino.
Las circunstancias excepcionales requieren medidas
excepcionales, y así lo exige la pervivencia de este espectáculo. Por tanto,
confeccionar un pliego de condiciones, que cuenta, además, con el voto en
contra de la mayor parte de los profesionales taurinos, es hacer dejación de
responsabilidad, decepcionar de nuevo a los clientes y hundir la puntilla en el
enfermizo espectáculo taurino.
Carece de importancia si el canon se rebaja en 200.000
euros, si la empresa adjudicataria debe pagar la nueva escuela de tauromaquia,
si aumentan los festejos o si se facilita o no el pago fraccionado del abono.
Lo que está en juego —y esto es lo realmente grave— es el porvenir de la
tauromaquia.
Lo verdaderamente trascendental es constatar que a la
Comunidad de Madrid no le importa la fiesta de los toros. Como ocurre con el
Estado central, solo le sirve como oficina de recaudación (48 millones de euros
ha recibido el gobierno regional de los toros venteños en los últimos doce
años).
Lo preocupante es que todo seguirá igual; y que con
Taurodelta y Bailleres o el autoproclamado gestor cultural y la agencia de
viajes, la fiesta de los toros languidecerá en Madrid.
Que quede claro: el pliego que decidirá el nuevo empresario
es un certero puntillazo a la fiesta de los toros. Y el puntillero es el
Gobierno de Cristina Cifuentes.
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