domingo, 25 de septiembre de 2016

TEMPORADA EN LAS VENTAS - La segunda vida de Rubén Pinar

Con un lote muy complicado del Conde de la Maza, y herido por un cuarto predador muy peligroso, el torero de Tobarra se confirma como torero renovado, poderoso y de hondura.
BARQUERITO

SOLO CUATRO toros del Conde de la Maza pasaron reconocimiento. Completaron corrida dos aldeanuevas de El Risco, fueron devueltos los dos –uno, por renco, y otro, por derrumbarse- y entraron en juego dos sobreros, uno de El Cortijillo, que se enteró y se puso por delante, y otro del Conde de Cabral, de la línea Juan Pedro, muy bien hecho, glorioso morrillo, pero de los de venir andando sin humillar ni una sola vez, sin segundas intenciones tampoco.

Cada uno de los cuatro toros del Conde de la Maza fue de una manera. Muy sacudido de carnes y con cara, pero protestado por falta de trapío un primero tardo, que galopó al caballo de pica, justo de poder y algo brusco, salidas distraídas, violentado tras enganchar engaño y desarmar y, pese a todo, relativamente tratable. Con ese toro confirmó la alternativa siete años después de haberla tomado Sergio Serrano, que arrastró consigo una nutrida y fiel parroquia de Albacete. No se acopló con el toro Sergio ni se entendió con él salvo en algún largo muletazo con la diestra. Hasta tres desarmes, más decisión que claridad de ideas.

Largo y hondo, casi 600 kilos, lomillano, muy en Villamarta, el segundo pareció derrengado de cuartos traseros, fue protestado por trastabillarse y rebrincarse y acabó cabeceando. Fue el toro de la devolución de trastos.

Anduvo más que bien entonces Rubén Pinar. La tanda de siete doblones con que abrió faena ganando terreno fue, al cabo, la tanda más lograda de toda la tarde. No fue sencillo gobernar la embestida entre frágil y protestona del toro, la cara arriba, sin golpe de riñón, pero pudo con la empresa el torero de Tobarra, que le acabó pegando al toro hasta una tanda de cuatro naturales y el de pecho de hermoso asiento, ligazón clásica y segura autoridad. Dos pinchazos y media.

Negros los dos primeros del Conde, castaño ojalado y fosco el tercero, de línea y hechuras muy distintas a las de los otros. Estuvo a punto de saltar al callejón, se dejó una mano en el listón cimero. Después del intento, se espabiló, se picó corrido, punteó, se revolvió, escarbó y se movió sin fijeza, cortando viaje, metiéndose o quedándose.

Complicaciones. Una versión del llamado toreo popular –me quito y me pongo-, me pongo y me quito-  a cargo de Alberto Lamelas, todo afán, esforzado, habilidoso para librar viajes en muletazos movidos marcados por una sensación de peligro constante. Una estocada desprendida.

El cuarto de los cuatro mazas, el más hondo de todos, imponente seriedad en cara y expresión, salió muy peligroso. Las manos por delante en el capote y metiéndose bajo los vuelos ya entonces, una pelea muy desigual en dos puyazos y una listeza defensiva y agresiva en la muleta. Probón y predador, el dedo en el gatillo, estuvo mirando y midiendo a Pinar desde el primer asalto. Gañafones terribles, dinamita pura, un saco de bombas. Artero de verdad.

Antes de entrar en jurisdicción ya estaba viniéndose encima de Pinar. Fue de admirar la entereza de Rubén para resolver y aguantar sin volver la cara ni arrugarse. Y más de admirar la reacción tras una cogida que se venía mascando pero fue a traición y casi alevosa. Por la pantorrilla lo prendió el toro. Dos cornadas, una en cada pierna. Pinar se levantó sin dolerse, perfectos al quite sus banderilleros –Moya, Candelas, Zayas-, y volvió al toro para, antes de cuadrarlo, echarle todavía un pulso. Media estocada, un descabello. De los triunfos de Pinar en la reciente feria de Albacete se han contado maravillas. Aquí confirmó que ha empezado una segunda vida de matador. Seriedad extraordinaria.

El final fue mucho peor que la parte condesa. Lamelas volvió a hacer un alarde de toreo popular, salió ileso de una cogida, buscó el cuerpo a cuerpo, se asustó la mayoría. Serrano, en versión serena, estuvo firme con el deslucido sobrero de Cabral. Faena animosa, tozuda, más firme que templada. La jaleó su gente. En el recibo del toro, cinco lances de mano baja, limpios, ajustados y desgarrados.

FICHA DE LA CORRIDA
Cuatro toros del Conde de la Maza, uno -5º bis- de El Cortijillo y uno -6º bis- de los Herederos del Conde de Cabral.
Rubén Pinar, silencio y gran ovación al pasar por su propio pie a la enfermería. Herido de gravedad por el cuarto. Dos cornadas. Una en el muslo derecho, tercio inferior, de 15 cms. y otra en la pierna izquierda de 10 cms. Fue operado en la enfermería de la plaza.
Alberto Lamelas, saludos tras aviso y saludos.
Sergio Serrano, que confirmó la alternativa, silencio tras aviso y palmas.
Bien en brega y banderillas Juan Navazo. Paco María picó muy bien al toro de El Risco, sexto, devuelto en banderillas, y al sobrero de Cabral.
Última del ciclo de verano. 5.000 almas. Templado. Dos horas y treinta y cinco minutos de función. Un minuto de silencio en memoria de Antonio Pérez-Tabernero.

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