El torero salmantino cuaja al
primer toro indultado de la historia de La Glorieta. *** El toro reunió
profundidad, emoción, humillación y transmisión consiguiendo enloquecer a los
tendidos salmantinos.
GONZALO I. BIENVENIDA
@GonIzdoBienve
Diario ELMUNDO de
Madrid
Enloquecieron los tendidos de La Glorieta con la embestida
del sexto. Un gran toro de Garcigrande. El más fuerte de presentación que tuvo
una profundidad extraordinaria. Juan del Álamo se acopló a la incansable
embestida de «Higuero». Hubo tandas de siete y ocho muletazos con la muleta por
abajo. Del Álamo le dio distancia entre las tandas. «Higuero» correspondió
galopando con tranco. Clase, humillación y emotividad cada vez que buscó la
muleta del salmantino especialmente por el pitón derecho.
Cuando Juan del Álamo fue a cambiar la espada los
asisitentes se pusieron en pie como un resorte pidiendo el indulto que el
presidente concedió sin pensárselo mucho. «Higuero» entra en la historia de la
Tauromaquia como el primer toro indultado en La Glorieta de Salamanca.
Antes del acontecimiento Juan del Álamo había mostrado la
imagen más centrada de su temporada. El que hizo tercero fue un buen toro que
siempre fue a más. El torero charro rayó a un buen nivel, aunque dos
inoportunos desarmes afearon la faena. Gran lote el del salmantino que abandonó
La Glorieta con la emoción de la multitud al grito de "torero, torero".
La Glorieta se debería haberse llenado con el cartelazo de
este miércoles, los tendidos registraron tres cuartos de entrada en una tarde
fría y ventosa. Los precios tampoco invitaban -la más barata: casi 30 euros en
el copete de sol-.
La corrida de Garcigrande fue desigual en hechuras -tres
justitos de presentación, la segunda mitad mejor presentada, especialmente el
sexto- e igual de irregular en sus embestidas.
Morante embarcó arqueando sus brazos al cuarto de la tarde
transformando al vendaval helador en templada brisa marismeña. El bravucón
Garcigrande siempre humilló embistiendo con emoción al caballo de Aurelio Cruz.
Volvió el viento para impedir que la obra se materializara en los medios, donde
pedía el toro. Aún así el regusto de Morante quedó para el recuerdo con un
sinfín de detalles tras tres tandas de finó temple (oreja). No se entendió con
el probón primero (silencio).
El Juli mostró la claridad de siempre. El primero no terminó
de romper. El de Velilla se justificó logrando momentos de interés (ovación).
Hizo embestir al noble quinto a base de la ambición de figura que le
caracteriza. Por abajo y con ritmo logró tandas reseñables (oreja).
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