FRANCISCO
RACINES
El Municipio de Quito ha decidido dar la estocada
final a su centenaria tradición taurina con la transformación en un centro
cultural de una de sus más antiguas plazas de toros, La Belmonte, un relicario
de faenas de postín.
El nuevo alcalde de Quito, Jorge Yunda, que entró
en funciones en mayo, ya ha anunciado que pretende transformar esa plaza en un
centro cultural y de espectáculos, aprovechando que el 5 de agosto termina el
contrato de arrendamiento con la empresa Triana.
"La Plaza Belmonte se va a dedicar a
actividades culturales, artísticas, eventos de moda, eventos de diferentes
actividades y posiblemente algunas actividades deportivas también", dijo a
Efe el alcalde.
"Ese es nuestro proyecto. Al menos mientras
yo esté en la Administración, nunca más haremos eventos de crueldad
animal", aseguró Yunda. Y aunque ha causado una gran decepción entre los
aficionados taurinos locales, lo cierto es que la decisión no ha sorprendido a
nadie.
La transformación tiene su origen en mayo de 2011,
cuando en una consulta popular venció la opción que impedía matar animales en
espectáculos públicos, una resolución que acabó echando el candado a la
Monumental de Iñaquito, la principal plaza de la capital ecuatoriana desde 1960
con un aforo de unos 15.000 espectadores.
Desde entonces, varios intentos por recuperar la
fiesta no prosperaron y dejaron a la más pequeña Belmonte, de tan sólo 3.000
espectadores, como el único escenario adecuado para la fiesta brava, aunque con
espectáculos a la usanza "portuguesa". Espectáculos que, a pesar de
no contar con el tercio de espadas, en los últimos años han sido una suerte de
grito reivindicativo frente a lo que era ya una tendencia irreversible.
Para los entendidos, La Belmonte era el símbolo
puro de la fiesta, porque la afición quiteña aún guarda gratos recuerdos de las
faenas de antología vividas en el coso patrimonial del barrio de San Blas, una
coqueta edificación colonial enclavada en el corazón mismo de la ciudad y
rodeada de viviendas tradicionales de grandes balcones que florecían con la
llegada de las temporadas taurinas.
Y es que la fiesta brava en Quito tiene sus
orígenes en 1534, cuando varios festejos se escenificaron en la Plaza Grande,
la plaza mayor de la ciudad, en pleno casco colonial. Posteriormente, una cantidad
de plazas fueron apareciendo y en 1917 nació la Belmonte, remodelada en la década
de los años cincuenta.
La prestigiosa periodista y experta taurina Carmen
Toledo –corresponsal habitual del programa taurino VUELTA AL RUEDO- contó a EFE
que esta plaza fue impulsada por una de las familias tradicionales de la
ciudad, de apellido Guarderas, y construida en madera y piedra. Muy pronto
-prosiguió- se convirtió en el principal escenario de la cultura taurina de
Quito, con una afición muy pura y latente que amaba la fiesta brava.
En la pasada década de los sesenta se construyó,
en el sector norte de la ciudad, la Monumental "Iñaquito" y desplazó
momentáneamente a La Belmonte hasta ya entrada esta centuria, cuando el coso de
San Blas fue reinagurado.
En 2004, asumió su administración la empresa
Triana, del matador y ganadero José Luis Cobo, quien creó el festival
"Virgen Esperanza de Triana", un acontecimiento esperado por toda la
afición y que, con sus carteles, alentó el comercio del centro de la capital. El
festival acompañaba en las noches a la feria "Jesús del Gran Poder",
que tenía lugar en las mañanas en la plaza de toros "Quito".
Carmen Toledo puso como ejemplo del poder del
cartel de La Belmonte, la terna que actuó en la corrida inaugural del festival,
con toreros como los españoles José María Manzanares, padre e hijo, y los
ecuatorianos José Luis Cobo y Leandro Marcos.
Tras suspenderse los festejos en la Monumental, en
2012 La Belmonte recobró fuerza con las últimas corridas a la usanza
portuguesa. Su historial incluye una corrida de antología en 2016 con Enrique
Ponce, David Fandila "El Fandi", José María Manzanares y el peruano
Andrés Roca Rey, con una encerrona de cuatro toros.
Faenas muy especiales salen del baúl de los
recuerdos de los quiteños, entre ellas la del 2 de diciembre de 2017 en la que
alternaron "El Fandi", el francés Sebastián Castella y el venezolano
Jesús Enrique Colombo.
Opinó que, decisiones como las del actual alcalde,
suponen un recorte a las libertades, pero espera que aquella romántica plaza
del centro de Quito no sea destruida en su esencia taurina.
Por su parte el periodista Roberto Omar Machado,
de su lado, parafraseó a Gabriel García Márquez y dijo que "si los toros
deben acabar no debe ser bajo prohibiciones, sino cuando el último aficionado
deje de ir a la plaza". / EFE
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