Con cuatro festejos picados, el joven de
Talavera corta una oreja al mejor lote de una complicada y desigual novillada
de José Cruz tras sufrir una luxación de hombro.
Entre
los tímidos ecos de su presentación y aquellas buenas sensaciones, trenzó
Alfonso Ortiz su segundo paseíllo en Las Ventas. Esa bellísima parte del rito
que en Madrid extraña el España Cañí la completaron, neófitos y desmonterados,
Emilio Silvera y Tomás Rufo. Que despertó y explotó la tarde.
El
tercero de la novillada de José Cruz apuntó su fondo de casta en el capote del
joven. Que voló con prestancia a la verónica. Someter a Travieso requería de un mando difícil de exigir, quizá, a quien toreaba
su quinto festejo picado. Y de ahí que la faena discurriera, de los albores al
ecuador, con cierto barullo y ligera intermitencia. Hasta que la garra de Rufo
se impuso, bajó la mano y ganó la partida al novillo en dos rondas diestras de
alta tensión. Que se terminó de disparar lícitamente cuando TR hundió el
mentón, clavó los talones en la arena, y pegó un pase de pecho de hondura y
rectitud en grado superlativo. Abrochó aquello con las infalibles manoletinas y
se catapultó tras el estoque fulminante. Tanta fuerza llevó el volapié que
salió de él con el hombro luxado. Retorciéndose de dolor mientras, bajo la
negrísima noche de Madrid, el blanco de los pañuelos cumplía su sueño fresco y debutante:
la oreja cayó con el peso de la ley.
Para
la pelea a cara de perro que sería el sexto, salió TR de la enfermería con el
hombro recolocado. Y la Monumental entregada desde esa suerte de verónicas del
desdén sobre las que levantó el bello recibo al de José Cruz, que derribó con
violencia el caballo. Sin dejarse descabalgar, Manuel Sayago se aferró a la
silla con monta de alta escuela, levantó el jaco y cobró un buen puyazo. ¡Qué
honda sonó la ovación tributada! Como la que arropó el brindis de Rufo en los
medios. Antesala de su lucha cuerpo a cuerpo con aquel tigre cornúpeta que le
avisaba y le saltaba al pecho. Había que dejársela muy puesta y estar tan firme
que, cuando el joven lo lograba, se desprendía una emoción inmensa. Burló de
milagro el pitón sagaz de Rebujino
cuando lo lanzó por los aires como un muñeco de trapo. Entre las tablas y el
viento, una última y emocionada serie a derechas hacía ya saborear la oreja que
abría el portón de la gloria. Su hombro remendado, sin fuerza para empujar el
estoque, lo cerró de un golpe seco.
De
aquella liturgia inicial del paseíllo y u magia nos sacó pronto el primero de
José Cruz. La misma rapidez que se gastaron los cabestros de Florito en
devolverlo al corral tras perder las manos en la capa de Emilio Silvera. Que
optó por echar al cuarto. Juboso tenía
de toro serio el nombre y también el trapío. "Hostiaaaa", se exclamó
el tendido al verlo. Y hasta aquí el #MicroCuento. Acostada la mole entre las
rayas, Florito volvió a escena. El primero tris, de Casa de los Toreros, tuvo
gas y fijeza en su media altura sin ser un alarde de clase. Silvera firmó tres
series diestras compactas. Con la zurda bajaron la intensidad y el ajuste para
no volver. Y la espada no ayudó a la remontada. Ni luego el cuarto de la noche.
Otro sobrero de Casa de los Toreros manso y parado que se movía a brinquitos.
Alfonso
Ortiz brindó al público el primer novillo del hierro titular que permaneció en
el ruedo. Que fue el cuarto en salir por toriles. E igual de feo por dentro que
fuera. Regordío, yermo de clase, algo protestón y soldado al piso. Ortiz
desplazó su masa de 517 kilos en una faena avezada y de toques fuertes, que
coronó con una estocada franca y en el hoyo. Flautero, mansote y muy mirón, no mejoró su suerte. Tampoco la
espada, dubitativa esta vez.
Tomás
Rufo abandonó Madrid a pie. Bajo la gran ovación que reconoció el mérito de tan
contundente debut.
JOSÉ CRUZ - Emilio
Silvera, Alfonso Ortiz y Tomás Rufo
Jueves, 18 de
julio de 2019. Monumental de las Ventas. Un tercio de entrada.
Novillos de José Cruz y dos sobreros de Casa de los toreros (1 tris y 4);
pasados de peso y de diferentes remates; devueltos tras perder las manos 1 y 1
bis; protestón y pegado al piso el 2; encastado el 3; muy parado el 4; manso y
mirón el 5; peligroso el 6.
Emilio Silvera, de celeste y oro. Bajonazo y estocada perpendicular (división de
opiniones). En el cuarto, un pinchazo, media estocada y cuatro descabellos.
Luxación de
hombro reducida manualmente en la enfermería de la plaza. Sale a matar el sexto
novillo bajo su responsabilidad.
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