MANOLO MOLÉS
Redacción APLAUSOS
Yo,
como todos los chavales de mi tierra, fui y soy aficionado, al menos, habitual
al toro desde la infancia. Todo tipo de espectáculo con toros. El que pasaba
con la cuerda por delante de la casa, el que se exhibía en la plaza del pueblo,
al que le llevaba el padre o el abuelo a la Magdalena de Castellón, o a las
Fallas, o a la Feria de Julio de Valencia (que era mucho más importante que la
feria de marzo). O a Vinaroz, con los mejores langostinos que he comido en toda
mi vida. Una plaza pegada al mar, en la arena de la playa, y a la que me
llevaba mi padre con su amigo Salvador Dalí, que ya muchos años más tarde,
trabajando en la Televisión Española con Mariví Romero en el programa Revista
de Toros, me permitió hacerle, en su genial guarida, una entrevista en la que
yo flipaba en colores y que tuvo mucha repercusión. Me llamaba mucho la
atención lo diferente que era este genio cuando actuaba en público de cuando lo
hacía en privado. A aquel catalán universal sí que le gustaban los toros.
A
aquel genio y a otro paisano suyo que también me impactó por lo listo que era:
don Pedro Balañá, el fundador, el currante, el genial, el que manejaba dos
plazas a la vez y daba más toros en Barcelona y en Mallorca que en Madrid. El
doble. Yo era reportero del diario Pueblo y tampoco era demasiado conocido, y
en el hotel donde estaban los toreros nos cruzamos; fue él quien me saludó:
“¿Tú eres Manolo Molés?”. Asentí y me dijo esto: “Pues ya que es tu primera
visita a mi plaza, y deseo que sean muchas más, a las dos te espero en El
Canari de la Garriga y almorzamos juntos”. Después de conocerlo no era raro que
Barcelona diera más toros que ninguna otra provincia. Toros en la Monumental y
toros en Las Arenas. Y aquel viejo tren, con los asientos de tercera de
listones de madera, se llenaba de toreros de Madrid camino del paraíso taurino
que era Barcelona. Chenel me contaba muchos años después que aparte de que allí
daban más toros que en Madrid, el tal don Pedro “era mucho más generoso que
Jardón a la hora de pagar a los toreros”. Curioso cuando debutó Chenel en La
Monumental recomendado por Pablo Lozano y por su cuñado, que era mayoral de Las
Ventas. Del primer pago ya le sobraron algunas pesetas, pero cada día que
triunfaba le doblaba el dinero.
El toro en la calle de mi tierra es una bendición que hace
aficionados. Pese a la estupidez, la ignorancia o la mala leche de algunos
políticos de ocasión. Mi amor por la Fiesta nace sin remedio en Castellón.
Desde Albocácer hasta Zucaina
Barcelona
era más importante que Madrid. Y más generosa. Cómo cambia la vida. Y no podías
comparar a un payés, catalán listo, comercial y bueno como el viejo don Pedro,
que a un argentino de origen, llamado Jardón, que nunca fue aficionado, solo de
Antonio Ordóñez, que era su debilidad y al que le dio cuarenta corridas con el
precio multiplicado por gusto personal. De aquel derroche el gran rondeño
compró una finca fantástica en las faldas de Carmona. Y naturalmente, la finca
se llamaba “Las Cuarenta”. Las cuarenta corridas que Jardón, tan desigual en
todo, regaló al maestro. Jardón era lo contrario de don Pedro Balañá. Jardón
tuvo Madrid (cincuenta años) porque participó en la construcción de la plaza;
mandó en Valencia, en Gijón, en Castellón, en Dax y su otro “crimen taurino” lo
perpetró en San Sebastián. Con artes dudosas le birló la plaza al viejo Chopera,
que era además de la tierra y que era, este Chopera con boina y personalidad,
el primero de una familia vasca y taurina de primer nivel. Pues de alguna forma
se llevó Jardón la plaza. Y a los pocos años no tuvo valor de estar presente en
la indignación de los aficionados. Vendió para hacer pisos el torerísimo
Chofre. Nadie entendía este disparate. Jardón compró a alguien en el
Ayuntamiento y perpetró el suicidio taurino de San Sebastián. Y sobre la arena
de la plaza crecieron torres, edificios enormes. Y dejó sin toros a la ciudad.
Y yo no le encontré por ninguna parte hasta enterarme de que se había ido a
esconderse a Italia, a Venecia, claro.
MANOLO CHOPERA SE CURRÓ TODAS LAS PLAZAS
IMPORTANTES
Es
curioso: aunque pasó mucho tiempo San Sebastián sin toros, fue Manolo Chopera,
el gran taurino, que se curró todas las plazas importantes de España, Francia y
América, el que devolvió, algo tarde ya, la Fiesta a la bellísima ciudad
norteña. Pero si Balañá elevó Cataluña (y Mallorca), su coetáneo Jardón fue el
primer enemigo que la Fiesta tenía dentro. Lo único que hizo bien (y eso de
quitarle algo al prójimo sí se le daba fácil) fue robarle a don Santiago
Bernabéu, presidente del Real Madrid, a un tipo muy inteligente llamado Livinio
Stuyk, que seguramente sabía poco de toros y de fútbol, pero que era un lince
como gestor. Y él fue el que inventó San Isidro y puso algo de normalidad a la
empresa Jardón, que se lo birló a Bernabéu.
Vuelvo
al inicio. A esa bendición (que hace aficionados) del toro en la calle de mi
tierra valenciana. Pese a la estupidez, la ignorancia o la mala leche de
algunos políticos de ocasión, que lo mismo se meten en la política por no
currar en trabajos más duros. Mi amor a la Fiesta nace sin remedio en
Castellón. Desde Albocácer, el primero por orden alfabético, hasta Zucaina, que
cierra por orden alfabético, 120 pueblos dan toros. El toro es el vecino
natural de Castellón, de Valencia y también de Alicante. Hoy podía haberles
contado lo habitual, cosas de la actualidad. Sin embargo, de cuando en cuando,
no es que sea bueno mirar hacia atrás, es que conviene poner el retrovisor y
ver quién viene en dirección correcta o en dirección prohibida. Y ¿por qué voy
yo a hacer caso a tanto tonto analfabeto si Federico García Lorca dijo sin dudar
y en público: “creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”?
No pienso llevarle la contraria. A los tontos, por supuesto que sí. Pero solo
el día que me apetezca. Me aburren tanto…
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