La
gran promesa de Albacete se reivindica y sale a hombros; Antonio Grande y
Fernando Plaza pierden el triunfo con la espada ante una buena novillada de
Zacarías Moreno.
Fernando Plaza |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Santander
A José Fernando Molina se lo tragó la tierra y la
temporada después del impacto septembrino en Albacete. Que es su tierra. Dicen
que su preparación ha sido a conciencia, en silencio. De puertas adentro.
Extramuros el panorama es un invierno nuclear para los novilleros. El eco de
aquello perduraba. Y Molina lo amplificó...
Entre Fernando Molina y Fernando Plaza hay un José
de diferencia. Y un concepto distinto. Un nombre corto siempre es más rotundo.
Anduvieron el paseíllo desmonterados. Como debutantes que eran en la bombonera
de Cuatro Caminos. Molina se colgó la montera en un dedo de la mano izquierda
que hacía de percha... Pero lo que verdaderamente llamó la atención fue su
nueva revelación en público, el poderoso aldabonazo de sus virtudes: mando y
oficio, temple y espada. Que marcó la diferencia en la tarde. Y no sólo.
Fernando Plaza, por su parte, imprimió embroque y
una despaciosidad deslumbrante a su toreo. No sólo por el contraste con el
ritmo trepidante de la faena inmediatamente anterior de Antonio Grande. Que
anduvo a la velocidad del bravito Repique. Honor al nombre hacía el becerrote
de Zacarías Moreno y repicaba y repetía incansable a falta de un tranco. Plaza,
también por comparación con el estilo acamperado de Grande, desprendió un halo
elegante, dejándole meter la cara al utrero moldeable y bramador. Coincidieron
en arrebatos novilleriles: el arranque del salmantino con un farol arrollado de
rodillas frente al cierre por manoletinas de hinojos del madrileño. Y se
asemejaron en el naufragio con los aceros. Y también en los quites y lances
vistosos: tafalleras, tijerillas, chicuelinas y otras variadas fruslerías.
Por eso, cuando José Molina salió meciéndose con
el capote y hundiendo el mentón en la verónica la campanada fue superior. Tanto
en el saludo como en el quite, los lances volaron a compás. Pausados,
lentamente dibujados. El utrero zascandileaba con sus flecos mansos y querencias
marcadas. Lo bueno es que se salía mucho del muletazo -de lo contrario pecó la
buena novillada de Zacarías, de no salirse-; lo malo, que a veces arrollaba.
Molina lo quiso enganchar siempre por delante y llevarlo muy largo, acoplándose
con lucidez y contado ajuste a las diferentes marchas del motor enemigo. Menos
cuando lo citó con los toriles a la espalda: el volteretón fue como un
atropello. No pasó nada. Y milagrosamente tampoco al atacar a ley una superior
estocada. Otra vez contempló Santander en espeluznante vuelo. Del trance salió
con la taleguilla rota y una oreja en el esportón.
Subió de trapío la novillada a partir del cuarto.
Que pesó más no sólo en la tablilla sino también en la muleta. Antonio Grande
se atalonó con firmeza y tiró en serio de la definida, clara pero agarrada
embestida. Quebrada la cintura, desencuadernada la figura, todo su enorme
mérito volvió a robárselo la espada: no hace la cruz y ese es su calvario.
Al igual que Grande, Fernando Plaza no perdonó un
quite. Por gaoneras ahora. Se las tragó como todo el fuerte novillo, con más
obediencia que celo. El medido fondo acabó pareciendo más escaso por la
abundancia de la obra, templada y algo desestructurada. FP volvió a dilapidar
los logros con la tizona y un descabello sin fin.
El revoltoso último traía cuerpo de toro. El
puyazo le asentó en parte el espíritu guerrillero. Molina entendió perfectamente
el pitón izquierdo como el de más largo desplazamiento. Los pases de pecho
afloraron otra vez con categoría. Un arrimón final, los circulares para la
galería y un recto espadazo le aseguraron la puerta grande.
Albacete tiene torero a seguir.
ZACARÍAS MORENO - Antonio Grande,
Fernando Plaza y José Fernando Molina
Plaza de Cuatro Caminos. Lunes, 22 de julio
de 2019. Segunda de feria. Más de media entrada.
Novillos de Zacarías Moreno, más fuertes los tres últimos; nobles en sus
diferentes grados de bravura y agarrada entrega.
Antonio
Grande, de blanco y oro. Tres
pinchazos y estocada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada. Aviso
(saludos).
Fernando
Plaza, de nazareno y oro.
Estocada atravesada y varios descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, dos
pinchazos, media y varios descabellos. Dos avisos (silencio) .
José
Fernando Molina, de gris perla y
oro. Gran estocada (oreja). En el sexto, estocada corta (oreja). Salió a
hombros.
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