SALVADOR
FERRER
@salvaferrer78
Diario EL
MUNDO de Valencia
Foto: EFE
Hacía tiempo que la afición de Valencia no vivía y
sentía una novillada como un acontecimiento. La presentación y el debut con
caballos de Miguel Polope, la joya de la corona, con Borja Collado, triunfador
en Fallas por marzo, en la Virgen por mayo y en junio en el Corpus de Granada.
Una pareja que confronta conceptos y personalidades. Y no solo estilos. Y ante
esa confrontación conceptual, varias coincidencias: los dos de Torrente, los
dos viven en el mismo barrio y estudiaron en el mismo colegio. En la misma
clase, también. Y casi el mismo vestido ayer: salmón y rosa. Matices.
Más allá de análisis localistas, de los que quien
suscribe suele tratar de huir, Valencia vive el esplendor de su escuela de
tauromaquia. Fernando Cuadri me dijo el otro día que la escuela valenciana es,
junto con la de Madrid, la que marca las diferencias en el campo. Javier Camps
y Joan Marí, por cierto, cortaron dos orejas cada uno en el certamen de
escuelas taurinas que se celebra como aperitivo de la Feria de Julio por San
Jaime. San Jaime, por cierto, siempre lo usaron en sus crónicas el maestro
Vicente Zabala Portolés, ahora Zabala de la Serna y antes Paco Picó, decano de
los periodistas taurinos. Lo que subyace de esta reflexión es que los alumnos
de la escuela taurina lo que necesitan es torear e ir al campo y no tanto
escaparate mediático sin relevancia. Hubo años en la gestión del PP en que los
tentaderos no pasaban de los cuatro por temporada. Ahora se cruza la cifra de
los 50 y 60 por ejercicio. El dato es tan desolador como demoledor. Ay, San
Jaime...
El primer novillo de Zacarías Moreno fue
excelente. La nobleza, la bondad, el ritmo. Perfectas las hechuras, además.
Despertó la tarde Borja Collado con un quite por saltilleras soberbio y una
brionesa cumbre. Pura lentitud. Tras banderillear, El Rafi se puso de rodillas
en el tercio a torear en redondo. Corrió bien la mano. Molestó Eolo, nunca el
utrero. De hermosa factura fueron algunos muletazos sueltos y los pases de
pecho. Como la monumental estocada recibiendo. Oreja para el novillero y
aplausos en el arrastre para el novillo.
El cuarto fue novillo temperamental. Bravo. Con su
violencia y su importancia. Tragó El Rafi los humos del utrero y los vientos
inoportunos que casi le cuestan algo serio. De mitad faena en adelante, cuajó
una serie maciza con la izquierda y otra en redondo de notable factura.
Quebrada la cintura, el compás abierto y la muleta por abajo. La profundidad y
el gobierno. Otra estocada recibiendo puso en bandeja la segunda oreja y la
puerta grande del debutante en esta plaza.
Borja Collado se fue a porta gayola y nada más
levantarse firmó dos verónicas de dibujo superior. Qué facilidad tiene y qué
difícil es. Miguel Polope llenó el escenario con dos tafalleras y una media
cumbre a la cadera, erguido como un ciprés. Collado toreó encajado, con un
aplomo, un asiento y una autoridad impropias de un novillero recental. Da gusto
ver lo cerca y lo despacio que se los pasa. Al natural hubo una serie maciza de
mano muy baja. Si no falla con la espada, le hubieran pedido la oreja.
El quinto embestía dormidito, con lo que eso
mosquea a la torería. Y sin entrega. Para entrega la de Borja, más quieto que
la mar. En una de esas el novillo lo volteó y le pegó una paliza severa. Entró
a la enfermería y salió como si nada. Sin chaquetilla y sin darse coba.
Aptitudes al margen, tiene raza y ambición. Ojo siempre con los que conjugan el
verbo querer. Ganas de volver a verlo. Antes de entrar a matar, la plaza en
silencio, sonaba la sirena de una ambulancia. Metáforas de la vida.
El astifino tercero fue un novillo sin clase. Feo
el estilo. Ni humilló nunca ni quiso nada por arriba. Complejo. Aquerenciado en
banderillas, rajadito en los finales. Polope prologó genuflexo con su magnético
sello. Muy fiel a su personalidad: vertical, erguido, hierático. Mejor tono
tuvo la faena cuando Miguel se rompió con el novillo que cuando quería
abandonarse. Una sensacional estocada propició la oreja en la tarde de su
debut.
El sexto era un toro. Su expresión astifina.
Polope inició con estatuarios que portaban un aroma de fotografías en sepia de
los años 40. Luego hubo una seria con la derecha, con media muleta, con las
hombreras caídas, con el abandono de los artistas embaucadora. Y un trincherazo
sin obligar que tuvo torería para hacer un poema. La faena fue más intensa que
rotunda. De esa intensidad que tiene la tauromaquia profunda y el toreo
clásico. Se le fue la espada y se le fue la puerta grande. Tiene eso que te da
Dios y no se aprende en las escuelas.
ZACARÍAS MORENO - El Rafi, Borja Collado
y Miguel Polope
Plaza de toros de Valencia. Jueves, 25 de
julio de 2019. Primera de abono. Feria de Julio. Novillada con picadores. Un
tercio muy largo de entrada.
Se lidiaron novillos de Zacarías Moreno, de notables hechuras y desigual conducta. Notable
el 1º, aplaudido en el arrastre, manejable el 2º, desclasado el 3º, bravo y
temperamental el 4º, aplaudido en el arrastre, deslucido el 5º, potable el 6º.
El
Rafi, de gris plomo y oro.
Estocada recibiendo. Oreja. En el cuarto, estocada en la suerte de recibir.
Aviso. Oreja. Salió a hombros por la Puerta Grande.
Borja
Collado, de salmón y oro. Dos
pinchazos, estocada y descabello. Aviso. Ovación. En el quinto, estocada
tendida. Oreja.
Miguel
Polope, de rosa y oro, que debutó
con caballos. Estocada. Oreja. En el sexto, estocada baja y trasera (ovación).
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