viernes, 26 de julio de 2019

FERIA DE SANTANDER – TERCERA CORRIDA: Marchas fúnebres para Pablo Aguado

Discreta presentación del torero sevillano de moda entre tristes músicas de Semana Santa; Perera renueva su eterno idilio con Cuatro Caminos y sale a hombros.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Santander
Foto: EFE

«¡Vamos, Pablo, como en Sevilla!», le gritaron cuando armaba los avíos en su faena de presentación. Pero Aguado no anduvo como en Sevilla. Ni como en Madrid. El carácter encastado del toro de Domingo Hernández exigía gobierno, sentir la muleta en el hocico y por abajo, con su punto de arranque tardo. Y la elegante torería de natural encaje se quedaba tímida y vaporosa del sevillano. Desde el bonito prólogo que alumbró el cambio de mano a muleta girada que es ya sello. Los derechazos etéreos no traspasaban la gruesa piel del toro. Que pedía mando y un paso adelante. La banda tocó una triste marcha sevillana -O Caridad del Guadalquivir- que no invocaba precisamente al espíritu de Millán Astray. Ni a la alegría. Y, cuando Pablo se atrevió muy al final, la tensa embestida ganó en entrega; y el pulso, en fibra e intensidad. O viceversa. Y así el público bramó por todo el silencio contenido por ver al Pablo de Sevilla. Luego el silencio siguió. Habría que esperar...

Un toro muy notable había sido el anterior. De notas de calidad más elevadas. Por tranco, ritmo y entrega. Versión Garcigrande y pronto definido, Terrateniente prometía el nirvana. Miguel Ángel Perera planteó versiones remasterizadas de su repertorio. Como un quite por saltilleras -variación de las gastadas gaoneras- o el principio de cambiados de rodillas -que reduce la verticalidad y aumenta el riesgo-. El toro era para torearlo muy bien. Algo que Perera consiguió en su derecha, la mano excelente del toro. Acinturado y atalonado el extremeño, templado e inacabable el trazo. La embestida de Terrateniente alcanzaba la perfección hasta rebosarse. O precisamente por eso. Tres series frondosas -de cinco y seis redondos ligados- pusieron a hervir Cuatro Caminos. Que aminoró la pasión con la zurda. Desafinaba tanto que generó dudas sobre el toro. A partir de entonces se desdibujó todo mucho. Aunque el garcigrande volvió a darse por la derecha y el torero recuperó el tacto, ya nada fue igual. Y el paraíso prometido por Terrateniente se quedó en una oreja jugosa.

Otra diferente se embolsó Miguel Ángel Perera con el mulote quinto. Lo consintió mucho y lo enredó no menos. Faena trabajosa de constancia, alentada e inflada por el amor de Santander con Perera. Ese idilio sempiterno ya.

A la pintura calcetera y bociblanca que abrió plaza siempre le faltó un punto de celo. Nunca la docilidad y la humillación. Las bases para que El Juli leyese, en la bola de cristal que sabe todo de la casa de Justo, las líneas de su fondo y le diese poco a poco el ritmo. La escasez celosa traía una mirada perdida más cómoda que la baja mar. La música sonó muy avanzada la suavona y sobona faena. Más o menos cuando Juli le dejó la muleta en la cara y no soltó al lindo toro de Domingo Hernández. Que en sus manos se hacía un pasiego. De tan bizcochón. A últimas, cuando le apretó en la coda, le tiró una coz. En plan que me dejes. La estocada fulminante al estilo ya asumido le entregó su el premio al entendimiento.

Los registros de la privilegiada cabeza julista también los pidió de otro modo el negro cuarto de mayor porte. Pero no agradeció nada con su falta de voluntad, su cosa distraída, su mansa desgana. Todo fue pasarlo con más mérito que brillo y voluntad de agrado. Como la estocada -pelín tendida- contenía la muerte, hubo un conato de petición. La ovación recogida por El Juli recompensó justamente su actuación.

...la espera de Aguado se recompensó ante el último, un zapato que en algún momento se dejó por ahí la punta del pitón izquierdo. A contraestilo con una larga cambiada, Pablo quiso arrear. Pero lo suyo es el parón extraño que produce su capote, ese instante de verónica presentida, mezclada con chicuelinas aladas. Aderezo embestía blandito y chochón. Como una pava. Y Pablo sí fue el de Sevilla en un puñado de trazos. De nuevo los músicos interpretaron una marcha (fúnebre): Callejuela de la O. La pava fue pavesa apagada, y las chispas de Aguado no avivaron el tenúe fuego. Se la va a hacer larga la procesión de 2019. Y con estas bandas sonoras...

A Perera lo sacaron a hombros una vez más en esta plaza tan suya.

GARCIGRANDE - El Juli, Miguel Ángel Perera y Pablo Aguado

Plaza de Cuatro Caminos. Jueves, 25 de julio de 2019. Quinta de feria. Lleno.

Toros de Garcigrande y dos de Domingo Hernández (1º y 3º); bien presentados; notable el 2º; encastado el 3º; dócil de escaso celo el 1º; deslucido el 4º; un mulote el 5º; una pava el blandito 6º.

El Juli, de negro y oro. Estocada pasada (oreja). En el cuarto, estocada algo tendida (petición y saludos).

Miguel Ángel Perera, de blanco y plata. Estocada rinconera. Aviso (oreja). En el quinto, estocada rinconera. Aviso (oreja). Salió a hombros.

Pablo Aguado, de nazareno y oro. Estocada rinconera (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada tendida. Aviso (ovación de despedida).

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