Ha
sido la rebelión de cabestros récord convertidos en estrellas tras años de
servidumbre campera relegados al más estricto servilismo, siglos sometidos a la
testosterona del bravo por decisión de los humanos. Ahora, la gloria, les llegó
en Pamplona.
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
Mucha tela informativa que cortar, muchos y
variados puntos calientes en la última semana. En lo artístico el interés
estaba en el ruedo y en la calle, entiéndase en la corrida y en los encierros o
en la corrida frente a los encierros o eso quieren plantear como si en los
sanfermines fuese posible lo uno sin lo otro. Ha sido el año de Messi y de
Ronaldo, hasta ahí llega la influencia futbolera, se trataba/se trata de
cabestros récord convertidos en estrellas, lo impensable tras años y años de
servidumbre campera de los bueyes relegados al más estricto servilismo, siglos
sometidos a la testosterona del bravo por decisión de los humanos. Ahora, la
gloria, especie de liberación social bovina, les llegó en Pamplona. Se trata de
dos gigantones cuya fama se derramó por toda España y más allá con una rapidez
que ni los maestros del marketing serían capaces de lograr. Fue tal el impacto
de los dos berrendos en colorado, que todas las mañanas a partir de las siete
la preocupación para aficionados, curiosos, guiris y militares sin graduación
si los hubiese, era saber si salían de titulares para encabezar la manada o si
los pastores los relegaban al banquillo. Si El Fary siguiese entre nosotros les
dedicaría una de sus coplas: Esos torazos que encabezan la manada… Tiempo habrá
de pulir una letrilla sobre quienes han sido los más admirados y a la vez más
criticados sanfermineros. Que les pongan un pañuelico rojo en los cencerros en
señal de jerarquía, seguros de que han marcado una época hasta Messi y Ronaldo
y desde Messi y Ronaldo hasta no se sabe qué va a pasar.
La que ha acabado ha sido la edición en la que
felizmente no hubo percances graves, en la que se manejaron estadísticas como
nunca, algunas inverosímiles para que nos enterásemos de lo que no nos habíamos
enterado hasta ahora por mucho que pensásemos saberlo todo; la semana en que
subieron de tono las quejas y reivindicaciones, para mí justificadas, porque un
encierro no puede ser nada previsible por muy buena que sea la intención que
inspire tantas precauciones, a riesgo de que deje de ser un encierro y se
convierta en algo propio de un parque temático, pero a ver quién es el valiente
que inicia una vuelta atrás con la posibilidad de que sobrevenga alguno de esos
accidentes de los que nunca estaremos a salvo por mucho antideslizante o mucho
Ronaldo que utilicen. Y no quiero acabar las referencias a los encierros del
diecinueve sin valorar las aportaciones de Elena Sánchez durante los encierros.
Si no fuese por ella se podría pensar que no hay toros por la tarde. Es la
única, un Robinson Crusoe en la transmisión, que rescata la corrida, da voz y
presencia a los toreros, y apunta los valores y cualidades de los toros para
hacerles el toreo que es exactamente para lo que han sido criados y están allí.
Y además lo hace con buen tino y oportunidad, para que quienes quieran y sepan
escuchar escuchen y aprendan.
El triunfador de la feria ha sido Cayetano, joda o no joda.
En otra orilla estilística figura la creciente torería de Ferrera, que no cesa,
como tampoco lo hace Juli, el hombre que navega por encima de las olas de
quienes no quieren aceptar su hegemonía
A propósito de la tarde. El triunfador de la feria
ha sido Cayetano, joda o no joda, cosa diferente es si lo que hizo merecía tan
abundante cosecha orejil, cuatro nada menos, como sucedía en otro tiempo,
pedidas fervientemente y de forma masiva por la plaza. Tampoco sería justo que
le hiciésemos pagar un exceso presidencial o la efervescencia de un público que
decidió que Cayetano era su torero y nos olvidásemos de sus estocadas o de su
entrega o de su capacidad para conquistar a los públicos tan dados a la
indiferencia. Por cierto, no es la primera vez que pasa.
En otra orilla estilística hay que poner en valor
la creciente torería, torería que no cesa, de Ferrera. Da gusto verle con sus
nuevos registros, abrazado a la magia de sus muñecas, que mandan, recogen,
sueltan, miman y someten de manera prácticamente imperceptible. La levedad de
un giro que siempre acaba dándole lustre de arte a cada momento es su arma
personalísima. El que no cesa tampoco es Juli, otro grande, un dechado de técnica
y poder, el hombre que navega por encima de las olas de quienes no quieren
aceptar su hegemonía. Es uno de los pocos, tres, cuatro... que comen aparte. Lo
de Perera con la espada no tiene nombre ni explicación. Con su valor, su talla,
su capacidad para resolver delante del toro, que no sea capaz de asegurar los
triunfos es cosa de brujas. Yo no he dicho matar bien, solo hablo de asegurar
los triunfos. Inexplicable. Además de ellos hubo demasiadas actuaciones grises,
tristonas incluso. Conformismos que me ponen difícil negar a Cayetano.
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