PACO AGUADO
El generoso y festivo público de Pamplona vibró y
se entregó este viernes como no había podido hacerlo en todo lo que va de feria
con la actuación de Cayetano, al que concedieron las cuatro orejas de su lote
de una excelente corrida de Núñez del Cuvillo. Aunque no fueron del todo
redondas, las faenas del famoso torero conectaron perfectamente con un público
volcado que aplaudió y premió, con el mismo nivel de exigencia que tuvo para
dar otros trofeos sueltos días atrás, sobre todo su absoluta disposición, tanto
en el toreo más ortodoxo como en los alardes y adornos que también prodigó.
Para lograr esa conexión dispuso el torero
dinástico dos más que nobles toros del excelente sexteto que Núñez del Cuvillo
embarcó desde Cádiz, con las carnes y el trapío justo -aunque con aparatosas
cabezas, como prima en esta plaza- aunque también es cierto que otros que
salieron con similar condición no se aprovecharan en la misma medida.
El tercero de la tarde, tan bajo como cornalón,
comenzó a romper en el compuesto inicio por alto del trasteo de muleta, previo
a una sucesión de series por las dos manos de gran limpieza, y sin excesivo
ajuste, en las que Cayetano dejó aire e iniciativa a un ejemplar que fue yendo
a más hasta que lo mató de una estocada de limpia y contundente ejecución para
cortar las dos primeras orejas.
Ya con el sexto, Cayetano se prodigó con el capote
ante una plaza totalmente entregada. Desde la larga cambiada con que lo saludó
hasta la otra buena estocada con que lo tumbó, el diestro de dinastía volvió a
repetir esquema y concepto de faena, tras brindar al gran Miguel Indurrain.
Solo que esta vez, el inicio y el final de rodillas pusieron calor a una obra
algo más tibia.
Sea como fuere, peñas y público llegaron a pedirle
hasta el rabo, lo que hubiera sido premio demasiado excesivo, mientras que la
presidencia sacaba, además de los dos blancos, el pañuelo azul para que se le
diera al toro una vuelta al ruedo, más como merecimiento del conjunto del
encierro que para ese animal en concreto.
Porque mejor que ese sexto, y que todos los demás,
fue el quinto, un jabonero terciado que embistió con una afinada calidad a la
muleta de Miguel Ángel Perera, desplazándose largo y "haciendo el
avión" con clase superior tras el engaño. Tras abrirle el trasteo con
muletazos de rodillas, uno de ellos cambiado por la espalda, el extremeño se
asentó muy sólidamente sobre la arena, con un mando acusado sobre las
embestidas para ligarle muletazos largos y firmes, aunque sin la sutileza y la
fluidez que pedía el astado para cuajarlo por completo.
Quizá por eso, porque tampoco fue faena redonda -a
pesar de su remate por circulares intermintentes- y porque pinchó antes de una
mala estocada, el torero de Badajoz solo cortó una oreja de un toro de triunfo
grande, teniendo en cuenta el ambiente tan favorable, una vez que también mató
feamente al noble segundo, al que no llegó a cogerle el aire.
Y es que estaba todo tan cuesta abajo en el
tendido que hasta le dieron a Antonio Ferrera una oreja surrealista tras un
trasteo aséptico e insustancial a un cuarto toro que pareció dañarse durante la
lidia y que no pudo apenas desarrollar su clara intención de embestir con
nobleza. Y al que para más inri mató de un bajonazo.
El otro extremeño del cartel, que sustituía a Roca
Rey, también había estado a medio gas con el primero, un fino y enclasado
cinqueño, al que, inexplicablemente, dejó que castigaran muy duro en varas a
tenor de la condición que había mostrado hasta entonces, igual de clara que la
de sus otros cinco hermanos que este viernes levantaron el ambiente taurino de
los Sanfermines. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Núñez del Cuvillo, de justa y medida presentación, aunque con
aparatosas cabezas, y de juego excelente por su nobleza generalizada y la
calidad de varios ejemplares, en especial tercero y quinto. Solo el cuarto no
dijo juego, afectado probablemente de una lesión durante la lidia. Al sexto se
le premió con la vuelta al ruedo en el arrastre, más como premio al conjunto.
Antonio
Ferrera, de tabaco y oro, que
sustituía a Roca Rey: tres pinchazos, estocada delantera desprendida y cuatro
descabellos (silencio); bajonazo trasero (oreja).
Miguel
Ángel Perera, de blanco y plata:
sartenazo (silencio); pinchazo y estocada caída perpendicular (oreja).
Cayetano, de añil y oro: buena estocada (dos
orejas); dos orejas con petición de rabo). Salió a hombros por la Puerta del
Encierro.
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