domingo, 7 de julio de 2019

SAN FERMÍN – PRIMERA CORRIDA: Emilio de Justo, la sorda tarde de un buen torero

La cabal actuación del extremeño pasa silenciada con el toro más duro y el más agradecido de una corrida sin lucimiento, fondo ni maldad de Puerto de San Lorenzo.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Pamplona
Foto: EFE

Quizá por ser el primer toro de San Fermín se hacía Joyito tremebundo, un gigante de piedra, un bloque de hormigón. Como tal embestía. Con una dureza monolítica. Que se clavaba en la arena con pies de plomo, escondiendo balas. Y se asomaba por encima de la esclavina del capote a visitar a Emilio de Justo. La mirada clavada en su corbatín le hacía tragar saliva. González Barrera cargó la mano desde el caballo. Los puyazos, como el toro, de Pamplona. Fue un paquete envenenado la bestia del Puerto de San Lorenzo. De Justo no volvió la cara. Y le propuso la izquierda con una honestidad admirable y serena. Imposible de abordar el buque salmantino. Que no sólo no navegaba, sino que amagaba siempre con embarrancar en mitad de la suerte y hacer explotar la carga de su bodega. Sordo esfuerzo torero entre tanto ruido.

Para compensar y aliviar su lote se emparejó al mastodonte con un toro más fino y ligero, zancudo y agalgado. De otro hierro -La Ventana del Puerto, el segundo de la casa- y otra estirpe -Aldeanueva/Jandilla-. Antes de alocarse en varas y palos, apuntó cierta humillación en el capote a la verónica de Emilio de Justo. La revolera voló alegre. La madura lucidez del veterano extremeño volvió a aparecer desde el principio a media altura para centrar la embestida. Y luego para perderle pasos y darle el sitio necesario: la ausencia de final de muletazo necesitaba esa inercia y la ligazón no ayudaba a aquel noble ser mejorado por las manos. Se encajó De Justo para aprovechar el momento del embroque. Y moldear el más suave pitón derecho. Y bordar inmensos pases de pecho. Y hacer las cosas por su camino. El empaque no calaba entre bocadillos y botas de vino. Las ajustadas manoletinas de despedida precedieron a una estocada contraria y perpendicular. Que careció de muerte y necesitó varias veces del verduguillo. La lenta agonía despertó de su festín la ira etílica de las peñas. No respondió el balance silencioso a la tarde cabal de tan buen y sensato torero.

En las antípodas de la sensatez, López Simón valoró su faena al imponente quinto, también de La Ventana, con una vuelta al ruedo a su libre albedrío. La vara de Alventus vació, entre la defensa de la cabalgadura y la carga de la caballería, la fuerte fachada del colorado y armado toro de los Fraile. Que acusó enormemente el desproporcionado castigo. Tanto como para echarse avanzada la faena que LS inició de rodillas. Como la anterior. Esos momentos fueron la gloria de Simón. Que en pie se desentendía del toreo. Como sus oponentes: uno perdía el celo y la fijeza y el otro, la vida a chorros. A aquel la espada le asomó por el costillar y a éste le certificó la defunción.

Sin maldad pero sin fondo, la corrida de José Juan Fraile se alejaba de Cuba, el toro por el que había recogido por la mañana el premio Carriquiri al más bravo ejemplar de San Fermín 2018. Ni Pitinesco por su buena reata la aproximó después de quedarse descolgado en el encierro. Aunque hubo instantes en los que en la mano izquierda de Ginés Marín pareció agradecer el trato. Esas dos rondas de estimables naturales fue lo que duró su esperanza. Que, una vez perdida, empujó a Ginés a tirarse al monte de los molinetes de rodillas. Como adiós a Pamplona, el sexteto de Puerto de San Lorenzo lo abrochó el único cinqueño, no tan alto como otros, pero con una apertura de palas como el fondo norte del Sadar. Su interior contaba con una amable inocuidad. Ni molestaba, ni decía nada. Simplemente pasaba. Marín volvió a enseñar los brillos caros de su izquierda en una extensísima faena al por mayor. Un muestrario de bisuteria.

PUERTO DE SAN LORENZO - LA VENTANA DEL PUERTO - Emilio de Justo, López Simón y Ginés Marín

Monumental de Pamplona. Domingo, 7 de julio de 2019. Tercera de feria. Lleno.

Toros de Puerto de San Lorenzo y dos de La Ventana del Puerto (4º y 5º), un cinqueño (6º), muy serios y grandes en sus diferentes hechuras; el más complicado fue el 1º en un conjunto sin lucimiento, fondo ni maldad.

Emilio de Justo, de grana y oro. Estocada corta atravesada (silencio). En el cuarto, estocada contraria y perpendicular y varios descabellos. Aviso (silencio).

López Simón, de gris perla y oro. Estocada que hace guardia y descabello. Aviso (silencio). En el quinto, estocada (vuelta al ruedo por su cuenta).

Ginés Marín, de caldero y plata. Pinchazo y estocada (silencio). En el sexto, pinchazo hondo y varios descabellos. Aviso (silencio).

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