El
hierro de Tarifa debuta con una corrida de enorme movilidad y costosa entrega;
faena sin asiento de Garrido con el toro de mejor nota; Luis David se lleva la
única oreja.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Pamplona
Ya el debut de La Palmosilla en el encierro fue
meteórico. Los toros tarifeños fueron fieles hijos del viento. El hijo del
viento le llamaban a Carl Lewis. Corrieron sin las estrellas de los polémicos
cabestros, Cristiano, Messi y Sevillano. Que hacen un trabajo tan perfecto que
blindan al toro como si fueran los guardaespaldas de Kim Kardashian (Madueño
dixit). Pero esto ya se lo ha contado Vadillo con puntualidad británica. Aunque
lo que vino después también anduvo ligado al atletismo. Que fue lo que marcó la
corrida de Javier Núñez. Un dinamismo superior, una movilidad muy currada para
superar el miedo a las caídas y la dura prueba de Pamplona. Tanta preparación
sirvió: probablemente La Palmosilla vuelva a la Feria del Toro por kilometraje
recorrido, movilidad desarrollada y espectacularidad para el público más que
por las embestidas de categoría, el ritmo y la entrega que siempre han marcado
su estilo.
Partió plaza el primero de los cuatro cinqueños.
Astifinísimo y tocado arriba, de musculada fibra y enjuta culata, Brujito no
paró. Incansable en sus repeticiones, siempre encima, sin salirse de los
vuelos, a José Garrido le sacaba el aire su casta pegajosa, esa forma de hacer
hilo. De tal modo que Garrido, avanzada la faena y en horas bajas, buscó el
cuerpo a cuerpo por los costillares. Como los boxeadores se agarran en la
búsqueda de un respiro. Fue una batalla de costoso querer, una polvareda
grande, una tolvanera importante. El fondo del toro se hacía maratoniano,
marcando a veces querencias y siempre con paso trepidante. De keniata. JG no
conseguía hacerse con los mandos. Por el izquierdo, Brujito soltó más la cara
de lo habitual en sus finales de viaje. Fue solo una intentona. Hubo por ahí un
molinete de rodillas, que no fue el único, y una cadena de ellos en pie. Tanto
esfuerzo en tan diferentes terrenos para nada: la espada anuló todo.
También se movió mucho el castaño siguiente con su
anatomía de toro corridísimo en el campo. El poder en las manos, no en los
riñones. Punteaba con un constante tic. Luis David Adame, sustituto de Román,
tiró de todo su oficio. Que es enormemente meritorio. Más allá del amplísimo
repertorio. Desde las largas cambiadas de rodillas y las chicuelinas pasando
por el quite por zapopinas hasta la facilidad para muletear con limpieza. Que
no fue fácil. Las banderillas ramplonas alegraron al personal. Como la estocada
al encuentro: el puñetazo contundente en el rincón tumbó al atleta. La muerte
casi súbita trajo la oreja de rigor.
El afiladísimo tercero se partió de salida un
pitón contra un burladero. Javier Marín libró cuatro faroles de rodillas. Antes
de encender el último, ya había asomado el pañuelo verde. Su toma de contacto
por saltilleras en el toro de Adame había asustado a la gente sensata. El
sobrero, también de La Palmosilla, era un tanque. Y acrecentó el miedo. Se
soltó del caballo, pero le dieron lo suyo. Afortunadamente pasaba sin maldad.
Sin descolgar pero pasaba. Marín, apenas placeado en dos años de alternativa,
resolvió como pudo o supo. Menos a la hora de matar.
Ese fatídico momento se le volvió a encasquillar a
José Garrido. Y no sólo: Tinajón respondió a su belleza. Por su modo de colocar
la cara. Mejor cuando Garrido jugó con las distancias y por tanto con las
inercias. Que le permitieron cortar el hilo que de principio hacía el toro.
Después JG estuvo sin asiento. O sea, que no está. Y, de momento, tampoco se le
espera. A Tinajón lo ovacionaron con fuerza en el arrastre. Aunque sin inercias
le costó salir de la suerte, su nota superó con mucho al resto.
La hondura y el perfil del quinto recordaron al
sobrero. Sólo en eso. Humillaba más pero se venía sin irse. Luis David volvió a
no perdonar un quite -las navarras se sumaron a las chicuelinas, tafalleras y
medios faroles...- pero a cambio nos perdonó las banderillas. El toro se le quedaba
siempre por debajo y no hubo motivos de nada.
Marín salió por su propio pie después de naufragar
con la espada ante el feo y defensivo sexto, un mostrenco. Y eso, la integridad
física del chico, debe contentar a tantos demagogos. Que hubieran sido responsables
de cualquier tragedia por la impericia del chavalote de Cintruénigo. San Fermín
echó su capote en cada cite toda la tarde. Así que bromas de estas las justas.
LA PALMOSILLA - José Garrido, Luis David
y Javier Marín
Monumental de Pamplona. Sábado, 13 de julio
de 2019. Novena de feria. Lleno.
Toros de La Palmosilla, cinco cinqueños (1º, 3º y 3º bis, 5º y 6º),
astifinos en sus diferentes hechuras; con muchísima movilidad más que entrega y
ritmo; destacó el 4º.
José
Garrido, de verde botella y oro.
Pinchazo y media estocada. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y
descabello. Aviso (saludos).
Luis
David, de blanco y plata.
Estocada rinconera al encuentro (oreja). En el quinto, pinchazo y estocada
rinconera (silencio).
Javier
Marín, de azul marino y oro.
Pinchazo, pinchazo hondo y seis descabellos. Aviso (silencio). En el sexto,
pinchazo hondo contrario, ocho pinchazos y tres descabellos. Aviso (silencio).
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