El
balance de heridos habla de una fractura abierta en un tobillo y otro
traumatismo en un brazo, sin heridos por asta de toro.
JOSÉ LUIS
VADILLO
@jlvadillo
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
Parece que los toros de José Escolar están
perdiendo la extraña costumbre de darse la vuelta pocos metros después de
comenzar la carrera. Ocurrió de forma consecutiva e increíble los tres primeros
años que corrieron en Pamplona, pero ya el año pasado tuvieron un
comportamiento más normal, y este año también.
La carrera de este martes ha sido muy estética,
especialmente por la estampa de los toros cárdenos de Escolar, y también por la
ligera separación de la manada, que ha permitido ver carreras realmente bellas.
Los grandes beneficiados han sido los corredores
del primer tramo de la Estafeta, poco después de la curva con Mercaderes. Aquí,
la manada estaba dirigida un día más por cuatro o cinco bueyes. Abro
paréntesis: ¿insistirá la organización de los sanfermines en apostar por
cabestros atletas que quitan toda posibilidad de correr ante los toros encierro
tras encierro? Cierro paréntesis. Detrás de la manada, un quinto y un sexto
escolar alargaban la zancada para contactar con el grupo, como esos ciclistas
que hacen la goma en el Tour de Francia. Pero los corredores han estado muy
vivos y han conseguido encontrar pequeños huecos en los que hacer carreras muy
intensas, de muchos quilates. No se puede decir que hubiera holguras, pero al
menos el agobio no era excesivo.
Tampoco han faltado aquí los patas. Los mete
patas, los tontos pelados, los que no tienen riego sanguíneo suficiente. Esos
que se agarraban a un pitón como el que se sujeta en la barra del autobús y no
se descolgaban hasta que llegaba su parada.
Un cabestro ha tropezado en la segunda parte de la
Estafeta y ha provocado un caos monumental, en el que los cientos de kilos de
los mansos y de los toros han patinado y volado literalmente sobre los
adoquines mojados de Pamplona. Entre ellos, o debajo de ellos, o sobre ellos,
cuatro o cinco mozos que se han visto dentro de una melé que daría miedo hasta
a los jugadores de rubgy neozelandeses, esos que asustan con la haka a sus
rivales.
En el tramo final ha llegado el grupo algo más
compacto, aunque en hilera, sin lanzar derrotes ni hacer amagos de embestidas a
los laterales. Y todo en un tiempo increíble de nuevo, dos minutos reales desde
los corrales hasta la plaza.
Los sufridos corredores de Santo Domingo,
Ayuntamiento y Mercaderes han vuelto a ser los pagafantas del encierro.
Madrugan, se la juegan poniéndose delante del tren de alta velocidad que es la
manada en Pamplona... y lo mejor que pueden obtener es el recuerdo de una
carrera delante de cinco cabestros. Y eso que por detrás asomaban las testas
impresionantes de los de Escolar. No vuelvo a abrir paréntesis para no
repetirme. Ya lo haré otro día. La cuestión es que el auténtico encierro de San
Fermín ofrecía hace muy pocos años algo diferente, especialmente en días como
este martes, con el suelo mojado y sin grandes aglomeraciones en las calles.
El balance de heridos habla de una fractura
abierta en un tobillo y otro traumatismo en un brazo, sin heridos por asta de
toro.
Los toros de José Escolar serán lidiados por la
tarde, si el tiempo no lo impide, por Fernando Robleño, Javier Castaño y Pape
Moral.
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