martes, 9 de julio de 2019

SAN FERMÍN –TERCERA CORRIDA: Escolar y la causa palestina

Los albaserradas de Lanzahíta se mueven entre la guerra indomable y la paz simple y manejable; Javier Castaño corta la única oreja de la tarde con oficio y una estocada.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Pamplona
Diario EL MUNDO

Sepúlveda anocheció preñada de tristeza. Por las Hoces del Duratón se oían los ecos fúnebres de Teruel. Ya hace tres años de aquel negro 9 de julio de 2016. Un torico de Los Maños taló la talla de ciprés de Víctor Barrio e inmortalizó su memoria. Que vive en todos y habita en Raquel. Esa infausta tarde también se lidiaba en Pamplona una corrida de José Escolar. Tal que ayer. Los escolares cruzaron la ciudad como centellas plateadas y sin ningún renegado esta vez.

Volvía a San Fermín Fernando Robleño desde su última comparecencia en 2012. Como caramelito de regreso le esperaba un cárdeno de inmensa apertura de cara y veneno en la piel. Le costó pasar incluso con la inercia de salida. Tan frenado. Robleño le cambió los terrenos. El bajo toro mostró pronto su orientación pendenciera, su modo depredador de vencerse por el derecho en el capote de César del Puerto, sus miradas afiladas... Y FR pasó un quinario. Con más opciones de supervivencia por el izquierdo. Sobre todo por la curtida veteranía del hombre ante el escualo. Marrajo, decían los antiguos.

Paliabierto de otra manera, hocicudo y degollado, más simplón, el siguiente albaserrada de Lanzahíta se había dejado la maldad en el Valle del Terror. Y se movía manejable sin terminar nunca de humillar. Lo suficiente para que Javier Castaño anduviese con templado oficio, sacándole bien los brazos con el capote. Joao Ferreira cuajó un tercio de banderillas superior, imponente su segundo par asomado al abismo. Castaño le ofreció la muerte de este Castellano al campeonísimo navarro Miguel Induráin. La ofrenda fue una llamada de atención. La faena contó con la lucidez para hallarle la distancia y la altura, los pasos perdidos y en línea el trazo. La cabal estocada aportó el brillo mayor. Y la muerte pronta trajo la oreja. Como una fórmula infalible en Pamplona.

Las lanzas cornidelanteras del tercero le daban otra expresión y diferente conformación. Sacó un empleo menor en el caballo que sus compañeros. Y, al igual que el anterior, una fácil voluntad de dejarse hacer. También sin descolgar. Pepe Moral pareció recuperado de su preocupante bache. Una seguridad cierta presidió su actuación. Desde las verónicas de salutación. Corrió la mano derecha con largura y aplomo. No había chispa en la embestida, tampoco baile en las zapatillas. Los pases de pecho se hacían espléndidos. Un pinchazo, una estocada y una ovación de aliento para la rehabilitación del sevillano.

Un cuarto de hechuras caballunas fue la cumbre o el techo de la corrida de José Escolar. Al callejón se asomaba con sus 600 kilos a cuestas. Robleño era Tyrion Lannister frente a La Montaña. Una diferencia de escalas abisal. Los cabezazos silbaban por el astracán de la montera. El bruto no quería coger pero tampoco embestir; arrollaba y sólo aspiraba a defenderse. Fernando asaleró incluso los pertinentes recursos técnicos. Todos los abandonaba el gigante con la testa por las nubes, cada vez más desentendido. FR lo mató al encuentro con eficaz aprovechamiento del viaje.

La madre de todas la alimañas fue el feo y agresivo quinto. Vinatero se llamaba el cabrón. De sangre avinagrada. Como un vino malo. Un sónar en sus ojos. Ferreira volvió a hacerse grande con los palos. Como Fernando Sánchez. Repitió organigrama de lidia Javier Castaño en su cuadrilla, con Marco Galán en la brega. Como una reedición de la cuadrilla que dieron en tildar de fantástica pero sin Adalid. A Castaño le esperaba un tigre. Resolvió como supo y pudo con aquellos saltos a las femorales. Obró el milagro de cazarlo a la primera y salir andando.

Después de la guerra volvió la paz -una montaña rusa fue lo de José Escolar- con el astifino y largo sexto en el aire manejable de segundo y tercero. Sin humillar, que era el sello de este encaste, ni otros virtuosismos. Moral dio otra vez señales de que hay agua en Marte. Y vida en su corazón.

De una andanada de sol pendía una pancarta solidaria con la causa palestina. Como metáfora del torismo visto. Una pena pudiendo ser de Israel.

JOSÉ ESCOLAR - Fernando Robleño, Javier Castaño y Pepe Moral

Monumental de Pamplona. Martes, 9 de julio de 2019. Quinta de feria. Lleno.

Toros de José Escolar, serios en sus distintas hechuras; infumables los complicadísimos 1º y 5º; manejables sin más ni terminar de humillar 2º, 3º y 6º; el 4º arrolló y se defendió.

Fernando Robleño, de blanco y plata. Pinchazo y estocada desprendida (silencio). En el cuarto, estocada al encuentro (ovación).

Javier Castaño, de azul marino y oro. Estocada (oreja). En el quinto, estocada casi entera (silencio).

Pepe Moral, de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada corta (saludos). En el sexto, pinchazo hondo y estocada (saludos).

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