Rompe
a embestir un excelente novillo domecq de José Antonio Baigorri –hierro de
Pincha- y el novillero queretano prueba su valor, su talento y su capacidad.
BARQUERITO
Foto: Emilio Mendez
EN EL PRIMERO DE los dos preámbulos taurinos de
San Fermín saltó un novillo muy completo. Tercero de corrida. Pronto, fijo,
bravo en el caballo. Alegre y entregado después de picado por Tito Sandoval con
acierto y gran estilo. Descolgado, humillado y repetidor. Bravo, por tanto, de
principio a fin. A todas esas calidades de fondo se sumaron las de forma, que
hicieron bueno el principio de que las hechuras no engañan. O no suelen hacerlo,
Este fue el caso.
Un toro astifino, de afilado hocico, remate
armónico. Aire de plaza de primera. Se llamaba Ofuscado. Sangre y encaste
Domecq –muy visible la línea Juan Pedro vía Gerardo Ortega- y, además, de un
ganadero del país, José Antonio Baigorri, de la fértil Lodosa, en la muy torera
y torista Ribera navarra del Ebro. Baigorri y su hierro de Pincha, que es su
apodo y, de paso, su fama como provisor de vacas y machos de distinta condición
para festejos populares.
Hace un año, y en esta misma fecha prólogo,
Baigorri debutó en la Feria del Toro con un lote de mucha movilidad, sin el
escaparate ni los poderes del de la repetición. No hubo entonces un solo
novillo emparentado con este otro tan de premio. Ni entonces ni ahora, pero el
promedio de la corrida de regreso fue, no sin sus desigualdades, bastante
mejor. Un primero áspero y hasta bronco al descomponerse. Un segundo que barbeó
de salida tablas y pegó muchos tornillazos en prueba de genio. El tercero acabó
siendo un acontecimiento: vuelta en el arrastre muy celebrada.
Puede que el serio y cuajado cuarto fuera de
familia próxima al campeón de la noche, pero no tuvo fortuna en la pelea del
caballo ni se empleó con la franqueza del tercero, Codicioso pero justo de
fuerzas, noble, vino a poner al ganadero y su corrida en el fiel de la balanza.
La gente vivió la novillada a favor de obra, y esos dos toros, tercero y
cuarto, fueron razón de peso. El quinto, de buena condición, pareció lesionarse
de manos, las perdió en frágiles apoyos unas cuantas veces y, de no ser por eso,
habría entrado en el podio del terceto bueno. El sexto salió muy quebrado del
caballo después de meter los riñones en dos severas varas. Una faena de Diego
San Román muy exigente, al ataque y sin tregua resultó nociva: el toro se acabó
frenando y revolviendo, y se puso andarín antes de venirse abajo y pedir la
cuenta.
Para entonces, por lo demás, la fiesta llevaba
impreso el nombre del mexicano Diego San Román, de Querétaro, el secreto a
voces de su escalafón, donde se ha abierto paso a sangre y fuego. Lo llevan muy
castigado los toros desde su aparición hace apenas un año en plazas españolas y
francesas, pero en todas ha dejado huella. No le ha hecho mella ningún
percance, sino todo lo contrario: parecen haberlo forjado, acerado y pulido.
Sin el concurso de Diego cuesta adivinar cuál
habría sido el destino del gran tercer novillo, que se arrastró sin las orejas
y, sobre todo, se llevó puesta una faena de rotunda seguridad, sentido del
temple y del compás, ritmo del bueno, ajuste, dibujo y firmeza raras de ver en
toreros noveles, un poder y querer mucho. Y sentido de la escena para no dejar
invadir la faena de tiempos muertos ni gestos para la galería. Seriedad, por
tanto. Rigor. Lo mismo en el toreo en línea que en el enroscado. Incluso en los
alardes del toreo cambiado por la espalda que Diego tuvo el criterio de coser
con el natural y el de pecho en versión heterodoxa del tres en uno.
Entre esas dos docenas de muletazos bien cobrados,
la guinda fue un molinete floreado, de cartel de Ruano Llopis, engarzado con un
natural traído adentro con carísimo dibujo. Y al momento una estocada hasta las
péndolas. El triunfo, incontestable, fue sonado. Parecido al de la presentación
de Roca Rey en la novillada de los sanfermines de 2015. Trajo, además, la
evocación de un novillero paisano, Octavio García, El Payo, que en su única
comparecencia en Pamplona dejó gratísimo recuerdo. Y todavía se le espera. Por
su calidad.
Diego resolvió con el sexto sin apurarse, hasta
pretendió torear de frente antes de la igualada, pero ya habían dado las diez
de la noche pasadas. La iluminación de la plaza de Pamplona es inmejorable.
Pero pesaba la piedra de los asientos, el bochorno castigaba y no era cosa de
comparar un trabajo con otro.
Sin la frescura ni la fortuna de hace un año,
Francisco de Manuel, que repetía en la novillada de Pamplona –todo un honor-
solo pudo guerrear con el primero, que embistió a golpes, cabeceando y
rebrincado. A última hora se tragó por la mano izquierda algún lindo muletazo
de costado bien tirado.
Con el cuarto pecó de torear por fuera y a veces
muy encima. Un error de colocación, un hueco mal abierto, le costó una fea
voltereta sin consecuencia. Con ninguno de los dos de lote pudo lucir su
notable estilo con el capote. A los dos los tumbó de excelentes estocadas. La
primera de ellas, al tercer intento.
Con el lote menos propicio –el genio distraído y
violento del segundo, que se metía por debajo y por detrás, y la flojera del
quinto, que se iba se manos- cumplió con refinada entrega el salmantino Antonio
Grande, resuelto y hasta crecido, apuntes buenos de capa, seriedad formal, una
primera estocada excelente, una segunda bien cobrada pero caída y una visible
ganas de ser. Por la forma de pisar plaza y de estar.
FICHA DEL FESTEJO
Nocturna. Bochorno. 7.500 almas. Dos horas y
cuarto de función.
Seis novillos de Ganadería de Pincha (José Antonio Baigorri). El tercero, Ofuscado,
440 kilos, premiado con la vuelta al ruedo.
Francisco
de Manuel, ovación y silencio
tras un aviso. Antonio Grande,
ovación en los dos. Diego San Román,
dos orejas y ovación, paseado a hombros.
Tito
Sandoval cobró con el tercero dos
magistrales puyazos. *** Roberto Jarocho
prendió al quinto dos impecables pares. Trabajaron bien Raúl Ruiz, Juan Carlos Rey y Juan
José Trujillo.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- En días de bochorno revuelto se dice en la Pamplona
rural que sopla "el aire redondo". Si el viento llega de Tafalla,
viento solano, que es de castigo y nadie lo quiere. De otros vientos, en días
venideros. Tengo un vecino meteorólogo descendiente de agricultores. Sabe de lo
que habla. Falta menos de un cuarto de hora para el cohete y la tierra tiembla.
Estertor inexplicable. Pasan los años y cada vez lo entiendo menos. Es que soy
parte de él.
Otros vecinos de la grada se iban esta mañana a
una boda en Calahorra. ¡Con este calor casarse en Calahorra...! "¿Y dónde
se celebra?" En Chez Nino, que me recomiendan. Abundantísimo, más vale que
sobre, y no dejan ni que sobre. Los riojanos necesitan saciarse. Será vestigio
de los años da la filoxera… Vi esta mañana cómo se ponían de magras con tomate
y huevos fritos varias cuadrillas. Y rebañando con pan. Y vino.
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