martes, 10 de mayo de 2016

Suenan de nuevo los clarines de San Isidro

En un año que viene siendo distinto para todos
En un año marcado por diferencias apreciables con los usos y costumbres pasadas, fruto de la eclosión de los nuevo toreros, se ha puesto en marcha la larga feria de San Isidro, 31 tardes de toros sin descanso alguno. Ha llegado un momento que para más de un torero acabará siendo decisivo de cara a su presente y su futuro. Pero, además, viene este abono cuando los políticos de la Comunidad de Madrid andan preparando el pliego de condiciones para una nueva adjudicación de la explotación de Las Ventas --la última que existe como "plaza de temporada"-- a partir de 2017. Muchas novedades para año que quiere ser nuevo y distinto.

ANTONIO PETIT CARO
www.taurologia.com         

Suenan de nuevo los clarines bajo el patrocinio de San Isidro. Para tantos y tantos toreros, figuras y aspirantes, se pone fin a muchos días de espera, a muchas noches de sueños, pensando en qué sería de sus vidas si, ahora sí, consiguen abrir la Puerta Grande de Madrid con una tarde incontestable. Probablemente en esa dulce espera --en ocasiones también preocupada--, se habrán imaginado de mil formas distintas las caras del triunfo. Pero ahora ya la ruleta rueda de verdad. Una vez que se abre el portón de cuadrillas, nada resulta una simple palabrería.

La realidad histórica nos dice que desde mucho antes de que, hace ya 70 años, se inventara el serial isidril como más o menos lo conocemos hoy, acudir a Madrid por la primavera ha sido siempre un plato fuerte para la temporada de cuantos visten de luces. En nuestros días, además, se ha convertido en una cita decisiva para fijar el norte y las esperanzas de todo el escalafón y de la propia Fiesta en su globalidad. Nada es lo mismo con un triunfo que sin él.

De hecho, resulta mucho más que una figura literaria afirmar que se ha abierto la feria más importante del orbe taurina, la que da y quita, la que pone o no en dinero y en contratos, aunque hoy en día desgraciadamente sean menos valorados los triunfos como razón suprema para las contrataciones futuras. Pero Madrid, de una u otra forma, acaba pesando mucho.

Por eso, de ir o no ir bien colocado en los carteles dependen muchas cosas. Sin embargo, en el siempre sorprendente mundo del toro, las liebres saltan cuando menos se esperan. Cuántos triunfos rotundos se han alcanzado con un sobrero ya corraleado, pero que luego metió la cara en los engaños con buen son. Quizá esa es la razón última para no desfallecer  en la espera de los meses anteriores. Con las llamadas “corridas de garantías” o sin ellas, el triunfo parece como si dependiera de una invisible hada madrina, cuya varita mágica de cuando en vez toca en unos alamares y los convierte en los sueños de una vida.
Pero no se puede fiar todo a esa varita mágica. Es lo que explica que casi desde que concluyera la campaña del 2015, la torería anduviera ya trabajándose su preparación. Mala cosa --más bien pésima-- sería que el hada se apareciera y a uno lo pillara sin el equipaje hecho.

Si en algún sitio se cumple esa máxima de que “el toro pone a cada cual en su sitio”, por más controvertida que sea en ocasiones, ese lugar se encuentra  en la calle de Alcalá. Más bien a medio que a corto plazo, convencer a los graderío de Las Ventas tiene sus réditos.

Los nuevos tiempos
En el caso del serial de este 2016, a los componentes habituales que han conformado el “espíritu isidril”, se une la novedad que marca el año: la incorporación de los nuevos toreros a carteles hasta ahora sólo reservados para drid o siete nombres más rutilantes que los demás. De hecho, por lo que ha contado la Empresa, justamente esos carteles más abiertos han sido hasta ahora los de mayor aceptación en la taquilla.

Tras Valencia y Sevilla, resulta de toda evidencia que los toreros nuevos vienen marcados por la decisión de pisar el acelerador a tope. Pero las figuras no se han parado a verlos pasar; por algo hasta “El Juli” se fue a la puerta de toriles en la Maestranza sevillana. Los triunfos se han puesto más caros y las preferencias del público andan más repartidas que en otras ocasiones. De ahí el interés especial que tiene esta feria de San Isidro. Luego, bien se puede parafrasear el viejo refrán: “a quien San Isidro se la de, la afición y las empresas se lo reconozcan”.

Y un dato más que anecdótico: por un quítame allá esa cuestecilla --¡qué ya son ganas!--, se ha autoexcluido de los carteles Morante, el consentido en tantas plazas. Si después de 31 tardes de toros en Madrid nadie lo acaba echando en falta, mala cosa sería para el de la Puebla del Río.

Con todo, en esto del toreo no resulta de aplicación lo de “el último tren que pasa por la puerta”; siempre viene otro detrás, aunque sea tan sólo un mercancías, o aquel casi mítico Rápido de Algeciras, que te llevaba desde Gibraltar a Barcelona en casi 24 horas.

Y Taurodelta, en capilla
Pero ésta es, además, la última feria que organiza en la actual etapa Taurodelta. Llevan ya más de diez años gestionando el coso de la calle de Alcalá y por lo que dicen tienen el propósito de volver a presentarse al concurso de adjudicación. Se encuentran, pues, lo que se dice “en capilla” como aspirantes a continuar.

Con todas sus luces y sus sombras, de la etapa de Taurodelta, como antes ocurrió con Manolo Chopera o con la Casa Lozano, se puede hacer hoy un balance positivo, por más que a unos guste más o menos su modelo de gestión. Pero no por eso hay que cerrarle las puertas a gente nueva. Eso sí, con la condición ineludible de su solvencia, económica y taurina:  como se pudo comprobar hace unas décadas, Las Ventas no permite improvisaciones, ni ocurrencias. Basta pensar que el hecho de garantizar de antemano más de medio centenar de corridas de toros,  y de las de Madrid, nunca fue un empeño fácil.

Con todo, aun siendo tan especiales como acostumbra el empresariado taurino, más preocupación levanta qué harán los políticos a la hora de fijar las condiciones para la nueva adjudicación de la gestión de esta plaza. Madrid constituye hoy el último vestigio histórico que nos queda de una plaza de temporada, una condición completamente singular y compleja.

No tener muy presente en todas sus facetas --desde las organizativas a las económicas, con todas sus etapas intermedias--  semejante condición a la hora de redactar el pliego, nos puede dejar en el borde del abismo. Cuando, además, ni la crisis económica se ha terminado de resolver, ni siquiera se dan unos mínimos de certezas para la reforma de la fiscalidad de la Fiesta --completamente desproporcionada y gravosa-- , cualquier error saldrá bastante caro. 

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