En un
año que viene siendo distinto para todos
En un
año marcado por diferencias apreciables con los usos y costumbres pasadas,
fruto de la eclosión de los nuevo toreros, se ha puesto en marcha la larga
feria de San Isidro, 31 tardes de toros sin descanso alguno. Ha llegado un
momento que para más de un torero acabará siendo decisivo de cara a su presente
y su futuro. Pero, además, viene este abono cuando los políticos de la
Comunidad de Madrid andan preparando el pliego de condiciones para una nueva
adjudicación de la explotación de Las Ventas --la última que existe como
"plaza de temporada"-- a partir de 2017. Muchas novedades para año
que quiere ser nuevo y distinto.
ANTONIO
PETIT CARO
www.taurologia.com
Suenan de nuevo los clarines bajo el patrocinio de
San Isidro. Para tantos y tantos toreros, figuras y aspirantes, se pone fin a
muchos días de espera, a muchas noches de sueños, pensando en qué sería de sus
vidas si, ahora sí, consiguen abrir la Puerta Grande de Madrid con una tarde
incontestable. Probablemente en esa dulce espera --en ocasiones también
preocupada--, se habrán imaginado de mil formas distintas las caras del
triunfo. Pero ahora ya la ruleta rueda de verdad. Una vez que se abre el portón
de cuadrillas, nada resulta una simple palabrería.
La realidad histórica nos dice que desde mucho
antes de que, hace ya 70 años, se inventara el serial isidril como más o menos
lo conocemos hoy, acudir a Madrid por la primavera ha sido siempre un plato
fuerte para la temporada de cuantos visten de luces. En nuestros días, además,
se ha convertido en una cita decisiva para fijar el norte y las esperanzas de todo
el escalafón y de la propia Fiesta en su globalidad. Nada es lo mismo con un
triunfo que sin él.
De hecho, resulta mucho más que una figura
literaria afirmar que se ha abierto la feria más importante del orbe taurina,
la que da y quita, la que pone o no en dinero y en contratos, aunque hoy en día
desgraciadamente sean menos valorados los triunfos como razón suprema para las
contrataciones futuras. Pero Madrid, de una u otra forma, acaba pesando mucho.
Por eso, de ir o no ir bien colocado en los
carteles dependen muchas cosas. Sin embargo, en el siempre sorprendente mundo
del toro, las liebres saltan cuando menos se esperan. Cuántos triunfos rotundos
se han alcanzado con un sobrero ya corraleado, pero que luego metió la cara en
los engaños con buen son. Quizá esa es la razón última para no desfallecer en la espera de los meses anteriores. Con las
llamadas “corridas de garantías” o sin ellas, el triunfo parece como si
dependiera de una invisible hada madrina, cuya varita mágica de cuando en vez
toca en unos alamares y los convierte en los sueños de una vida.
Pero no se puede fiar todo a esa varita mágica. Es
lo que explica que casi desde que concluyera la campaña del 2015, la torería
anduviera ya trabajándose su preparación. Mala cosa --más bien pésima-- sería
que el hada se apareciera y a uno lo pillara sin el equipaje hecho.
Si en algún sitio se cumple esa máxima de que “el
toro pone a cada cual en su sitio”, por más controvertida que sea en ocasiones,
ese lugar se encuentra en la calle de
Alcalá. Más bien a medio que a corto plazo, convencer a los graderío de Las
Ventas tiene sus réditos.
Los nuevos tiempos
En el caso del serial de este 2016, a los
componentes habituales que han conformado el “espíritu isidril”, se une la novedad
que marca el año: la incorporación de los nuevos toreros a carteles hasta ahora
sólo reservados para drid o siete nombres más rutilantes que los demás. De
hecho, por lo que ha contado la Empresa, justamente esos carteles más abiertos
han sido hasta ahora los de mayor aceptación en la taquilla.
Tras Valencia y Sevilla, resulta de toda evidencia
que los toreros nuevos vienen marcados por la decisión de pisar el acelerador a
tope. Pero las figuras no se han parado a verlos pasar; por algo hasta “El
Juli” se fue a la puerta de toriles en la Maestranza sevillana. Los triunfos se
han puesto más caros y las preferencias del público andan más repartidas que en
otras ocasiones. De ahí el interés especial que tiene esta feria de San Isidro.
Luego, bien se puede parafrasear el viejo refrán: “a quien San Isidro se la de,
la afición y las empresas se lo reconozcan”.
Y un dato más que anecdótico: por un quítame allá
esa cuestecilla --¡qué ya son ganas!--, se ha autoexcluido de los carteles
Morante, el consentido en tantas plazas. Si después de 31 tardes de toros en
Madrid nadie lo acaba echando en falta, mala cosa sería para el de la Puebla
del Río.
Con todo, en esto del toreo no resulta de
aplicación lo de “el último tren que pasa por la puerta”; siempre viene otro
detrás, aunque sea tan sólo un mercancías, o aquel casi mítico Rápido de
Algeciras, que te llevaba desde Gibraltar a Barcelona en casi 24 horas.
Y Taurodelta, en capilla
Pero ésta es, además, la última feria que organiza
en la actual etapa Taurodelta. Llevan ya más de diez años gestionando el coso
de la calle de Alcalá y por lo que dicen tienen el propósito de volver a
presentarse al concurso de adjudicación. Se encuentran, pues, lo que se dice
“en capilla” como aspirantes a continuar.
Con todas sus luces y sus sombras, de la etapa de
Taurodelta, como antes ocurrió con Manolo Chopera o con la Casa Lozano, se
puede hacer hoy un balance positivo, por más que a unos guste más o menos su
modelo de gestión. Pero no por eso hay que cerrarle las puertas a gente nueva.
Eso sí, con la condición ineludible de su solvencia, económica y taurina: como se pudo comprobar hace unas décadas, Las
Ventas no permite improvisaciones, ni ocurrencias. Basta pensar que el hecho de
garantizar de antemano más de medio centenar de corridas de toros, y de las de Madrid, nunca fue un empeño
fácil.
Con todo, aun siendo tan especiales como
acostumbra el empresariado taurino, más preocupación levanta qué harán los
políticos a la hora de fijar las condiciones para la nueva adjudicación de la
gestión de esta plaza. Madrid constituye hoy el último vestigio histórico que
nos queda de una plaza de temporada, una condición completamente singular y
compleja.
No tener muy presente en todas sus facetas --desde
las organizativas a las económicas, con todas sus etapas intermedias-- semejante condición a la hora de redactar el
pliego, nos puede dejar en el borde del abismo. Cuando, además, ni la crisis
económica se ha terminado de resolver, ni siquiera se dan unos mínimos de
certezas para la reforma de la fiscalidad de la Fiesta --completamente
desproporcionada y gravosa-- , cualquier error saldrá bastante caro.
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