viernes, 20 de mayo de 2016

FERIA DE SAN ISIDRO – DECIMOTERCERA CORRIDA: Una espléndida y canónica faena de Ponce

Trabajo bello, abundante, de exquisita disciplina formal, con un gran toro Malaguito, de estirpe Atanasio, el mejor de una corrida desigual de Puerto de San Lorenzo.
Enrique Ponce
BARQUERITO
Fotos: EFE

EL TORO DE MEJORES son y aire de la corrida de Puerto de San Lorenzo fue el segundo. Monumental pieza de 620 kilos. Toro completo: remató de salida y, aunque corto de cuello, descolgó en los lances de recibo de Ponce –cuatro de asegurar, cinco bien volados y marcados por abajo- y repitió sin desmayo. En los cuadernos de mayorales de la ganadería de Atanasio Fernández se decía “volver” por repetir, y se entendía y entiende como nota favorable porque el toro atanasio es o era de salida abanto y corretón. En el Puerto sobrevive la línea del atanasio puro, pero mejor rematado y desbastado. Por ejemplo, este segundo de corrida, de nombre Malaguito.

Bravo en el caballo. De bravo derribó en la primera vara, y de bravo se enceló con el jaco caído. Lo volvió de un lado y otro como si fuera el juego del gato con un ovillo de lana. Ponce decidió que la segunda vara fuera en la puerta y en el otro caballo. Ese segundo puyazo, de Manolo Quinta, hizo sangrar al toro lo justo, que en un atanasio quiere decir bastante.

Fue el toro de la devolución de trastos. Acababa de confirmar alternativa Román Collado “Román” con un toro muy bien hecho que se lesionó menudillos y tendones de las dos manos tan solo al tercer muletazo –un cambio por la espalda- tras dos estatuarios de moroso enredo. La desolación de ver al toro apoyarse no sobre las manos sino sobre dos muñones, la pezuña casi desprendida.

El toro de Ponce pareció acusar  por un momento y en dos pisadas una lesión por el estilo. Falsa alarma. Daniel Luque, muy activo con el capote, quitó a la verónica, tres lances caligráficos, y un recorte. Ponce brindó al Rey Juan Carlos lo que iba a ser un ejemplo perfecto de faena canónica. El canon clasicista del toreo templado, de esmerada compostura, precisión perfectamente calibrada en toques y enganches, sutil temple de mano baja, ligazón sin perder pasos y soluciones solemnes y sencillas, el cambiado por alto, precedido del molinete, o el cambio de mano y soltar. El viento no dejó salirse de rayas afuera, y entre rayas y tablas fue la faena toda. Toda entera en un ladrillo, según frase antigua que se recoge en el canon.

La apertura, con siete muletazos genuflexos por las dos manos y un cambio de mano en el remate, fue como ponerle al toro la miel en los labios y dejarlo de seda. No hay nadie en el escalafón que haya matado más atanasios que Ponce y, aunque ya no, la ciencia precisa no se olvida. No pudo ser más feliz el reencuentro de un toro del Puerto y Ponce. La faena, además de canónica, o por serlo, fue de verdad redonda. Mejor y más abundante por la mano diestra que por la izquierda. El donaire de la trincherilla de apertura, un final de frente y lo que fueron célebres postres de Ponce previos a la igualada. No hubo muletazo que no se subrayara con rumor de asentimiento. Tal es la fuerza del canon. Solo que antes de la igualada sonó, ay, un aviso. La estocada, trasera, entró al segundo viaje. Dos descabellos. Ovación sonada para el toro en el arrastre. Y de clamor para Ponce, que la recogió en el tercio.

Fue festejo tropezado. El tercero, de malos apoyos, se soltó a querencia y casi huido. El cuarto, corretón, no volvió como los atanasios de oro, perdió las manos en varas y fue devuelto. El cuarto bis, primer sobrero, cinqueño de hondura formidable, hizo de salida cosas de corraleado –oliscar dormido, escarbar-, cobró mucha capa, se derrumbó  fue devuelto. El segundo sobrero, cinqueño colorado, de Valdefresno, la ganadería hermana del Puerto-, muy ofensivo, veleto y casi paso, no animaba al toreo canónico y, sin embargo, Ponce lo intentó. Muletazos cautelares de apertura –perdiendo pies y pasos en las tomas primeras- pero paciencia también para, a pesar de un viento muy traicionero, empeñarse Ponce en pegarle al toro en tablas no tantas tandas como las del primer trabajo pero siquiera dos o tres. Y casi. Renegó el toro, que se iba del tercer viaje o se metía. Exceso de insistencia de Ponce y, al fin, la decisión lógica: tocarle al toro los costados y un desplante de rodillas, lo cual no deja de ser canónico. Y ahora cobró Ponce la estocada que antes no.

El sexto de corrida fue todavía más tremendo y monumental que el de las filigranas de Ponce. Bien picado, pero crudo de varas, el toro impuso en cada embestida, de potencia formidable, recrecida poco a poco, porque, como buen atanasio, se vino arriba. De emoción desatada la entrega del joven Román, que se atrevió con el cite de largo en la apertura, tragó lo que no está escrito porque, armado de muleta muy pequeña, no cabía en ella tanto toro. Y este, que no llegó a descolgar, empezó a buscar el brazo que blandia la muleta. Demasiado toro para torero novel y nuevo, que puso a la gente, sin embargo, muy nerviosa. Pasa siempre que un torero se pone de verdad y arriesga. Román lo hizo con memorable ilusión. Volcó de su parte a la gente. Con la pasión en vilo, no entró la espada entera, y atravesada, hasta el cuarto intento. Digno empeño.
Daniel Luque
Luque, fácil, será después de Ponce, Perera, Castella y El Cid el torero con más horas de vuelo con la ganadería de El Puerto. Y eso se notó, porque a ratos parecía que el torero de Gerena estaba como en un tentadero. Una facilidad indiscutible con el capote y a la verónica. Menos disciplina o sentido de la medida con la muleta en una faena, la del manejable quinto, armada sin pies ni cabeza. O sea, no armada.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El cuerno de África. El cuerno del rinoceronte blanco. Los cuernos de la luna. Los cuernos del conde-de-la-corte.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Puerto de San Lorenzo (Lorenzo Fraile) y un sobrero .4º tris- de Valdefresno (José Enrique y Nicolás Fraile Mazas).
Enrique Ponce, saludos tras aviso en los dos. Daniel Luque, silencio y silencio tras aviso. Román Collado “Román”, que confirmó alternativa, silencio y saludos tras aviso.
Picó certero Pedro Iturralde al sexto. Brillantes pares de Abraham Neiro, Raúl Martí y El Sirio.
Jueves, 19 de mayo de 2016. Madrid. 14ª de San Isidro. Lleno. 24.000 almas. Primaveral, viento que descubrió mucho a los toreros. Dos horas y cuarenta minutos de función.
El Rey Juan Carlos, en la meseta de toriles, recibió brindis muy celebrados de los tres espadas.

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