Trabajo
bello, abundante, de exquisita disciplina formal, con un gran toro Malaguito,
de estirpe Atanasio, el mejor de una corrida desigual de Puerto de San Lorenzo.
BARQUERITO
Fotos: EFE
EL TORO DE MEJORES son y aire de la corrida de
Puerto de San Lorenzo fue el segundo. Monumental pieza de 620 kilos. Toro
completo: remató de salida y, aunque corto de cuello, descolgó en los lances de
recibo de Ponce –cuatro de asegurar, cinco bien volados y marcados por abajo- y
repitió sin desmayo. En los cuadernos de mayorales de la ganadería de Atanasio
Fernández se decía “volver” por repetir, y se entendía y entiende como nota
favorable porque el toro atanasio es o era de salida abanto y corretón. En el
Puerto sobrevive la línea del atanasio puro, pero mejor rematado y desbastado.
Por ejemplo, este segundo de corrida, de nombre Malaguito.
Bravo en el caballo. De bravo derribó en la
primera vara, y de bravo se enceló con el jaco caído. Lo volvió de un lado y
otro como si fuera el juego del gato con un ovillo de lana. Ponce decidió que
la segunda vara fuera en la puerta y en el otro caballo. Ese segundo puyazo, de
Manolo Quinta, hizo sangrar al toro lo justo, que en un atanasio quiere decir
bastante.
Fue el toro de la devolución de trastos. Acababa
de confirmar alternativa Román Collado “Román” con un toro muy bien hecho que
se lesionó menudillos y tendones de las dos manos tan solo al tercer muletazo
–un cambio por la espalda- tras dos estatuarios de moroso enredo. La desolación
de ver al toro apoyarse no sobre las manos sino sobre dos muñones, la pezuña
casi desprendida.
El toro de Ponce pareció acusar por un momento y en dos pisadas una lesión
por el estilo. Falsa alarma. Daniel Luque, muy activo con el capote, quitó a la
verónica, tres lances caligráficos, y un recorte. Ponce brindó al Rey Juan
Carlos lo que iba a ser un ejemplo perfecto de faena canónica. El canon
clasicista del toreo templado, de esmerada compostura, precisión perfectamente
calibrada en toques y enganches, sutil temple de mano baja, ligazón sin perder
pasos y soluciones solemnes y sencillas, el cambiado por alto, precedido del
molinete, o el cambio de mano y soltar. El viento no dejó salirse de rayas
afuera, y entre rayas y tablas fue la faena toda. Toda entera en un ladrillo,
según frase antigua que se recoge en el canon.
La apertura, con siete muletazos genuflexos por
las dos manos y un cambio de mano en el remate, fue como ponerle al toro la
miel en los labios y dejarlo de seda. No hay nadie en el escalafón que haya
matado más atanasios que Ponce y, aunque ya no, la ciencia precisa no se
olvida. No pudo ser más feliz el reencuentro de un toro del Puerto y Ponce. La
faena, además de canónica, o por serlo, fue de verdad redonda. Mejor y más
abundante por la mano diestra que por la izquierda. El donaire de la
trincherilla de apertura, un final de frente y lo que fueron célebres postres
de Ponce previos a la igualada. No hubo muletazo que no se subrayara con rumor
de asentimiento. Tal es la fuerza del canon. Solo que antes de la igualada
sonó, ay, un aviso. La estocada, trasera, entró al segundo viaje. Dos
descabellos. Ovación sonada para el toro en el arrastre. Y de clamor para
Ponce, que la recogió en el tercio.
Fue festejo tropezado. El tercero, de malos
apoyos, se soltó a querencia y casi huido. El cuarto, corretón, no volvió como
los atanasios de oro, perdió las manos en varas y fue devuelto. El cuarto bis,
primer sobrero, cinqueño de hondura formidable, hizo de salida cosas de
corraleado –oliscar dormido, escarbar-, cobró mucha capa, se derrumbó fue devuelto. El segundo sobrero, cinqueño
colorado, de Valdefresno, la ganadería hermana del Puerto-, muy ofensivo,
veleto y casi paso, no animaba al toreo canónico y, sin embargo, Ponce lo
intentó. Muletazos cautelares de apertura –perdiendo pies y pasos en las tomas
primeras- pero paciencia también para, a pesar de un viento muy traicionero,
empeñarse Ponce en pegarle al toro en tablas no tantas tandas como las del
primer trabajo pero siquiera dos o tres. Y casi. Renegó el toro, que se iba del
tercer viaje o se metía. Exceso de insistencia de Ponce y, al fin, la decisión
lógica: tocarle al toro los costados y un desplante de rodillas, lo cual no
deja de ser canónico. Y ahora cobró Ponce la estocada que antes no.
El sexto de corrida fue todavía más tremendo y
monumental que el de las filigranas de Ponce. Bien picado, pero crudo de varas,
el toro impuso en cada embestida, de potencia formidable, recrecida poco a
poco, porque, como buen atanasio, se vino arriba. De emoción desatada la
entrega del joven Román, que se atrevió con el cite de largo en la apertura,
tragó lo que no está escrito porque, armado de muleta muy pequeña, no cabía en
ella tanto toro. Y este, que no llegó a descolgar, empezó a buscar el brazo que
blandia la muleta. Demasiado toro para torero novel y nuevo, que puso a la
gente, sin embargo, muy nerviosa. Pasa siempre que un torero se pone de verdad
y arriesga. Román lo hizo con memorable ilusión. Volcó de su parte a la gente.
Con la pasión en vilo, no entró la espada entera, y atravesada, hasta el cuarto
intento. Digno empeño.
Daniel Luque |
Luque, fácil, será después de Ponce, Perera,
Castella y El Cid el torero con más horas de vuelo con la ganadería de El
Puerto. Y eso se notó, porque a ratos parecía que el torero de Gerena estaba
como en un tentadero. Una facilidad indiscutible con el capote y a la verónica.
Menos disciplina o sentido de la medida con la muleta en una faena, la del
manejable quinto, armada sin pies ni cabeza. O sea, no armada.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- El cuerno de África. El cuerno del rinoceronte
blanco. Los cuernos de la luna. Los cuernos del conde-de-la-corte.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Puerto de San Lorenzo (Lorenzo Fraile) y un sobrero .4º tris- de Valdefresno (José Enrique y Nicolás
Fraile Mazas).
Enrique
Ponce, saludos tras aviso en los
dos. Daniel Luque, silencio y
silencio tras aviso. Román Collado
“Román”, que confirmó alternativa, silencio y saludos tras aviso.
Picó certero Pedro Iturralde al sexto. Brillantes pares de Abraham Neiro, Raúl Martí y El
Sirio.
Jueves, 19 de mayo de 2016. Madrid. 14ª de
San Isidro. Lleno. 24.000 almas. Primaveral, viento que descubrió mucho a los
toreros. Dos horas y cuarenta minutos de función.
El Rey Juan Carlos, en la meseta de toriles,
recibió brindis muy celebrados de los tres espadas.
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