La tarde que César Rincón habló
con dios en el libro Memoria de Arena
EL VITO
Desde Madrid
El martes 24 de abril presentaremos el libro Memoria de
Arena en la Sala Cossío de la Monumental Plaza de Toros de Las Ventas. Son
muchos los recuerdos con los que hemos tropezado en esta nuestra estada en
Madrid, y dado que estamos en plena
temporada de San Isidro, que hemos saludado al Maestro César Rincón y a Luis
Álvarez, protagonistas de los eventos que llevaron al colombiano a la cima del toreo,
hemos querido traer lo que relatan las páginas del libro al respecto…
… Pero llegó la ocasión: 21 de mayo en San Isidro. Curro
Vázquez y Miguel Espinosa “Armillita Chico” en el cartel. Toros de Baltasar
Ibán. El sexto toro de la corrida, que atendía por Santanerito de Baltasar Ibán
fue el segundo toro del lote del bogotano César Rincón. Faena cumbre la
realizada por Rincón a Santanerito, que fue la llave con la que abrió la Puerta
Grande de Las Ventas tras cortarle dos orejas a este bravo y emocionante toro
de Ibán, sorprendiendo al público de Madrid que, gracias a la bravura del toro
y a la entrega del torero, descubrió la dimensión de la expresión con la que
Pepe Dominguín le describiría el acontecimiento a José Carlos Arévalo más
adelante, en el camino de sucesos triunfales en el sendero de César Rincón:
–Es como hablar con Dios, y que te responda.
Cuando Rincón comenzaba a saborear su apoteosis personal en
su habitación del Hotel Foxá, cuando salía de la ducha de la habitación del
Hotel Foxá que “Antoñete” convirtió en Cuartel General en la esplendorosa época
de su vuelta a los ruedos, Luis Álvarez irrumpió en aquel recinto disminuido en
su espacio por haberse convertido en continente de los paisanos colombianos que
celebraban el triunfo del torero.
Luis Álvarez empujó a César y lo reingresó en la sala de
baño: “¿Te atreves volver a torear mañana?”.
La empresa de los hermanos Lozano, por diligencias de
Gerardo Roa, apoderado de Emilio Oliva, iba a anunciar al chiclanero en
sustitución de su sobrino Fernando. Al enterarse Luis Álvarez de lo que
sucedía, le propuso a José Luis Lozano sustituirlo por César Rincón. Luego de
un pulso entre los Lozano y Álvarez, pues se resistía creer que el primer
colombiano que había abierto la Puerta Grande de Las Ventas se atrevería volver
a la Plaza de Las Ventas antes de pasar 24 horas de su triunfo a Madrid. Antes
de proponérselo a Rincón, Luis Álvarez se reunió con Manolo Chopera y su hijo
Pablo, en Kuliska, un restaurante vasco de Madrid. Quería conversar y sobre toro
comentar con su amigo los acontecimientos. Chopera le dijo: “Cuando juegas y
triunfas, hay que jugar”.
El cartel había quedado con la corrida de Murteira, a la que
le habían rechazado tres toros que, a su vez fueron sustituidos por tres de la
misma ganadería portuguesa procedentes de un semental indultado en Málaga y que
escogió en el campo Rafael Moreno, apoderado de Espartaco. Luis Álvarez,
conocedor de todo esto, y consciente que Moreno lucharía por lograr la
reivindicación de su torero, Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, reconocido en
Sevilla pero que no acababa de entrar en el gusto de los tendidos de Madrid,
sabía que por lo menos en buenas intenciones había garantía en la corrida
portuguesa. El otro compañero de cartel era Francisco Ruiz Miguel, el torero de
la Isla de San Fernando que aquella temporada hacía campaña de despedida por
toda la geografía española.
–¿Te atreves volver a torear mañana?
–¿Dónde? –preguntó Rincón.
–En Madrid –respondió el apoderado.
–Ni hablar, ¡A Madrid yo no vuelvo!
Las opiniones de los amigos de César le recomendaron que no
lo hiciera. Entre ellos el Embajador de Colombia en Madrid, Williams Jaramillo,
que le dijo al apoderado: “¿Estás loco? ¡Devolverías las orejas!”.
Luis Álvarez recurrió herido en su amor propio y le increpa,
diciéndole: “¿Acaso yo me meto en sus asuntos?”. El apoderado se atrevía
apostar fuerte por su torero porque sabía a plenitud porqué podía confiar.
Rincón había hecho una gran temporada en Colombia, con toros de aquella
ganaderías que no aceptaba la Asociación de Ganaderos. Sus condiciones hicieron
que fuera el triunfador de la Feria de Cañaveralejo en Cali cuando Ernesto
González Caicedo era el empresario cuando se competía junto a los mejores
toreros de España.
Ante la decisión tomada por César Rincón, fue cuando Luis
Álvarez lo mete de un empujó en el baño y le dice “¡Vamos a hablar!”. César se
sienta sobre la tapa de la poceta y Álvarez en el bidet. Habían cerrado la
puerta del baño y estuvieron un buen rato, hasta que “salió humo blanco”.
Acordaron la oferta de la empresa y “echaron pa’lante”:
Rincón sustituye a Fernando Lozano, le anuncian junto a Francisco Ruiz Miguel y
Juan Antonio Ruiz “Espartaco” el 22 de mayo en una corrida de Murteira Grave.
Regresa Luis Álvarez a su reunión con Manolo y su hijo Pablo, en el Kuliska,
donde le ofrece a Chopera el torero. Manolo le ofrece Almería, Bayona y 13
corridas de toros. Luis Álvarez no se cansa de ponerle fichas al paño de la
ruleta y le dice: “Si Rincón sale a hombros, duplicas la oferta”. Pablo
Martínez Labiano, hijo de Manolo Chopera le responde: “¡Hostia! Si te lo vas a
llevar todo”.
La voz profunda y de autoridad de Manolo Chopera re
responde: “¡Vale!”.
Otra vez, en el sexto toro consigue cortar las dos orejas.
Alentejo era el nombre por el que atendía el toro lusitano. Rincón arrasó con
todos los premios de aquella Feria de San Isidro de 1991, lo que le abrió un
camino amplio en oportunidades, ante los organizadores de la Corrida de la
Beneficencia. El festejo más importante de la temporada de Madrid estaba
programado para celebrarse el 6 de junio con una corrida de toros de Samuel
Flores y Curro Romero. Había que rematar el cartel y César Rincón era uno de
los candidatos junto a Ortega Cano.
Luis Álvarez se reunió con Victoriano Valencia que, para la
época, era el apoderado de Ortega Cano que la Beneficencia fuera un mano a mano
entre Ortega y Rincón, “ya que los toros de Samuel, muy anchos de sienes y a
contra estilo de Romero, amenazaban con llevar al fracaso las mejores
intenciones de los organizadores.”
César Rincón entre los derechos de la Televisión, la
transmisión de Fernando Fernández Román con retransmisión a México y Sudamérica
gestionadas por el Director de TVE, Jordi García Candau y gracias al apoyo de
RCN Colombia, agregó a su cuenta bancaria más de 20 millones de pesetas
Otra vez la puerta grande de Madrid se abrió para el
neogranadino, tres orejas y salida a hombros. Tres salidas a hombros en Las
Ventas eran la base de la fortaleza de su cartel para ser contratado para la
Feria de Otoño con José María Manzanares y David Luguillano. Fue el primero de
octubre de 1991, la última fecha en Madrid en tan glorioso año para Rincón.
César cortó una oreja a cada uno de sus toros, uno de Sepúlveda y otro Joao
Moura. Abrió por cuarta vez consecutiva la Puerta Grande de Las Ventas del
Espíritu Santo. La Plaza Monumental de Madrid.
¡Lo que no estaba escrito!
Aquella temporada de “Clamor rinconista” –frase de Paco
Aguado–, marcaría historia 68 tardes en la campaña franco-española,
consagrándose como la máxima figura del toreo universal y héroe de su tierra
colombiana.
Cuando César regresa a Bogotá, vuelve a una nación
polarizada. Un país sometido por los bandidos al terror de los grupos armados
de las FARC y del ELN. Rincón se une a los grandes ciudadanos universales de
Colombia, Gabriel García Márquez, el periodista William Ospina, el poeta Darío
Jaramillo Agudelo, el escritor Héctor Abad Faciolince y el maestro Fernando
Botero, seres tan universales como él, como el sencillo Maestro del Toreo César
Rincón, que son hombres que sembraron extramuros la imagen positiva de la gran
nación colombiana, en aquel año de 1991. El mismo año cuando un grupo de
estudiantes realizó el milagro político de la nación. Cuando el proceso
Constituyente partió en dos a la historia política y social de la Nueva
Granada. Logrando la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente el 4 de
julio de 1991.
Desde ese momento César Rincón se convirtió en ejemplo de un
pueblo desesperado, arrinconado como lo está ahora el pueblo de Venezuela, por
el terror, resultado de la guerra, los secuestros, la confrontación y la
corrupción. Ejemplo vivo el del gran torero, reflejo del espejo de su logro
descubierto por su temple al entregar la vida a cabio de la gloria cada tarde
en el ruedo.
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